El
Tratado de la Reintegración de los Seres, es la expresión de la
doctrina de Martinès de Pasqually que inició en el año 1772 como medio
de instrucción para sus miembros. Este tratado dirigido especialmente a
los discípulos de mayor grado en la Orden de los Elus Cohen, contiene la
esencia principal de la doctrina. Y aunque nunca llegó a ser terminado,
su discípulo más cercano Louis-Claude de Saint-Martin le ayudaría en la
confección de la redacción del mismo (Saint-Martin compuso el "Cuadro
natural de las relaciones entre Dios, el Hombre y el Universo"; obra
fundamental como introducción al Tratado de los Seres de Martinès de
Pasqually, en acercamiento a una mejor comprensión).
La
realidad de esta doctrina, imparte un conocimiento con sentido amplio y
objetivo de la Reintegración de la mujer y el hombre, a su estado más
glorioso, la Gloria original de la que proceden; con las relaciones
existentes entre el ser humano y la propia Naturaleza de la que se
separó. Origen éste, del que él debiera tener en cuenta en su retorno al
eje principal, el centro del que ha sido emanado.
La
cuestión Martinezista del Tratado de los Seres, responde propiamente a
la incorporación de los estados de pureza corporal u orgánica, mental y
espiritual, de los atributos celestiales que a través de dicha
intercesión en el hombre, le permitan por medio de ciertos poderes
acceder a un conocimiento de los planos invisibles, e incorporar la
Reintegración en la medida de lo posible hacia él y hacia sus Hermanos; a
través de la instrucción, los ritos y las prácticas ceremoniales, para
conseguir con el Ser Amado, Dios, su estado primigenio.
Este
Tratado nos expone formidablemente la personificación de las fuerzas
espirituales, desde el momento que fueron emanadas por la Divinidad y
desde mucho antes que se manifestase la creación de todo el Universo.
Con la caída del ser humano al estado material, las potencias
demoníacas, y la relación de todo ello con las esferas divinas.
En
su cosmovisión idealizada sobre los primeros libros del Pentateuco, se
forja como un Evangelio, respectivamente a la creación de Adán y Eva, el
Árbol de la Vida, los descendientes, Abraham y los progenitores, sobre
Moisés, etc., todo ello con sugestiva sutileza de lo que proclama a las
esferas celestiales. La lectura del Tratado de la Reintegración de los
Seres, nos plantea prácticamente desde el aspecto metafísico, las
tendencias místicas plasmadas en éste y en semejanza con las
tradiciones: jónica, pitagórica, kabbalística.., como también, el
sistema judeo-cristiano, gnóstico o babilónico. El Tratado también se
presenta desde la perspectiva doctrinal teológica claramente definida,
aunque mejor observado entraría en el campo de una cosmogonía teológica,
o manifestado desde la concepción de una teodicea (parte de la
filosofía que trata a la teología natural, Dios, etc.).
La siguiente sinopsis, narra de forma sucinta ciertas ideas de la composición del Tratado:
Desde
antes del inicio [del tiempo], seres espirituales habían emanado de
Dios por su omnipotencia divina, con la intención de rendir culto tal
como habían sido creados. Estos Seres, con capacidad de ejercer el libre
albedrío y otras virtudes de las que disponían como benefactores,
existían como parte de la Divinidad y en los límites donde operar su
poder; antes de la emanación sus acciones eran completamente nulas, sin
distinción alguna y sin determinar a qué se debía su existencia; a
excepción, de una voluntad por parte del Creador. Pero estos Seres
espirituales con la capacidad que el Supremo les había otorgado, tenían
su espacio en el círculo de la Divinidad; Seres libres con determinación
a su propia Gloria; llanamente, espíritus buenos, sencillos y puros. La
enseñanza de Dios hacia estos Seres espirituales, constituía una fuerza
principal; leyes inmutables del Creador, basándo sus principios
esenciales en los números. Por estos números se dirigía toda acción de
la verdad; formando los aspectos, las acciones y cualquier clase de
creación.
Al
contener la composición del Universo cuatro mundos: divino,
supracelestial, celestial y terrestre, fue por esta emanación del
divino, por su cuádruple esencia, de la que se formaron cuatro clases de
Seres espirituales: superiores, mayores, inferiores y menores; siendo
más poderosos de los que se emanaron más tarde: querubines, serafines,
arcángeles y ángeles.
El
conocimiento del Creador, de lo que todo derivaba en números
-coeternos-, es reconocido en su esencia por el número denario (10) al
extraer toda clase de números contenidos en sí mismo, y estableciendo
los cuatro números del poder divino. La suma siguiente da el resultado
ofrecido del número denario: 1+2= 3, 3+3= 6, y 6+4= 10. Y los cuatro
poderes divinos del cuaternario: 3+4= 7, 1+2= 3, 3+3= 6, y 1+3= 4,
llegando a la conclusión misma del contenido de los cuatro poderes
divinos en el número 4, y a la vez, abarcando en el número denario: el
10. Resumiendo, desde el primer número como poder superior o divino
hasta el cuarto número de poder divino, su correlación siguiente sería:
10, 7, 6 y 4. Por ello, a través de las manifiestas, superiores y
divinas leyes, se tendría un conocimiento de los principios primeros.
Siendo entonces y por medio del número 4, que encierra y comprende los
poderes divinos en el número denario como coeterno de estos últimos.
Este
es el mensaje por el cual, nuestros Maestros de todos los tiempos lo
han considerado de gran valor, al conseguir a través de sus trabajos
espirituales, los objetivos que dichas prácticas les iban encaminando en
la disposición de la vía.
Estos
Seres, que fueron emanados con sus propiedades, virtudes y poderes
secundarios muy inferiores a los de su Creador, y erigidos en la
creación por el número denario indivisible, el cual todo lo completa,
tenían la total libertad de operar dentro de los límites en que las
leyes marcaban los pasos a seguir. Pero acontenció de manera inevitable,
la prevaricación de algunos Seres espirituales y divinos en contra de
la voluntad del Creador y de las leyes que limitaban a éstos; pues a
pesar del libre albedrío con el que operaban, fue ésta libertad la que
les dió el poder suficiente para crear por voluntad propia, a otros
Seres espirituales de igual condición. Ante esta acción, Dios decide
crear un Universo material donde tener encerrados a estos Seres divinos
-anteriormente son expulsados de la corte celestial- pues de esta forma,
se protegería la pureza de aquellos que aún no estaban contaminados.
Asimismo,
se decide crear otra clase de seres espirituales del que devendrá Adán,
el Adam-Kadmon, con la intención de corregir y mantener aislados bajo
su dominio hacia aquellos que se revelaron a Dios. Este Espíritu-Menor u
Hombre-Dios creado, es expuesto ante las mismas leyes a las que estaban
sometidos los primeros Seres divinos y con los mismos poderes de los
que actuar; ayudándoles en su Reintegración. Pero Adán se deja
interferir al ser tentado por los espíritus caídos y manifiesta por los
poderes otorgados de la Divinidad, la creación de Eva, una criatura con
cuerpo material y cubierto por tinieblas de la que dará lugar. En la
misma circunstancia, Adán se percatará de su pesadumbre interna al
encontrarse sometido al igual que su emanación, por la desobediencia
llevada hacia el Creador. Es entonces, cuando es informado de su
actuación desleal y del nuevo compromiso a tener en cuenta desde ése
momento; quedando comprometido por la Divinidad, ha ocupar su nueva
forma en aquello que Adán creó, un cuerpo de iguales características a
su semejante creado y compuesto por materia. Despojándole a él y a las
razas venideras, de la luminosidad y del Cuerpo de Gloria que habían
mantenido. Exiliado del paraíso (en el aspecto de nivel espiritual) para
cumplir con las nuevas obligaciones que le dicta el mundo de la
materia; aun así, seguirá manteniendo el poder de auxilio para retornar
tras su Reintegración, al estado glorioso del que emanó.
Esta
narración, basada en parte en cierta exégesis de la Sagrada Escritura y
otros textos místicos judeo-cristianos, referencia una cosmogonía y
consecuentemente, los aspectos de la doctrina en sí que Martinès de
Pasqually mantuvo para los Elegidos Cohen de su Orden. En el Tratado,
además, se llega a distinguir con todo detalle el proceso de la
creación. Es aquí donde debe dislumbrarse la sintonía que caracteriza al
libre albedrío y su relación de todos los estados con la Divinidad.
Pues el mal uso adquirido de los poderes y la pretensión misma de
igualarse al Creador en las operaciones propias de la Naturaleza, a
través ello, por recomendación de los espíritus caídos, para obtención
de los privilegios, llegó a originarse en Adán de forma inmediata la
pérdida de su forma más gloriosa; cuando realmente debía haber producido
otras formas divinas y perfectas bajo el amparo de Dios, y no una
sucesión de elementos carnales, pecaminosos y obscuros, por tentación de
aquellos demonios. Sólo el hombre, en auxilio de él y de sus Hermanos,
deberá reconciliarse con el Creador para Reintegrarse en el Plan de la
Divinidad.
Si
el texto ya es por sí, algo confuso y complejo por la forma en que
Martinès de Pasqually lo compuso, debería de tenerse en cuenta los
antecedentes que dieron motivo a la confección de éste, y su utilización
ceremonial respecto a las operaciones en el mismo.
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