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martes, 28 de julio de 2015

TRATADO DE LA REINTEGRACIÓN DE LOS SERES EN SUS PRIMERAS PROPIEDADES, VIRTUDES Y PODERES ESPIRITUALES Y DIVINOS ORIGINALES










TRATADO DE LA REINTEGRACIÓN DE LOS SERES EN  SUS  PRIMERAS  PROPIEDADES,  VIRTUDES  Y PODERES ESPIRITUALES Y DIVINOS ORIGINALES



El Tratado de la Reintegración de los Seres, es la expresión de la doctrina de Martinès de Pasqually que inició en el año 1772 como medio de instrucción para sus miembros. Este tratado dirigido especialmente a los discípulos de mayor grado en la Orden de los Elus Cohen, contiene la esencia principal de la doctrina. Y aunque nunca llegó a ser terminado, su discípulo más cercano Louis-Claude de Saint-Martin le ayudaría en la confección de la redacción del mismo (Saint-Martin compuso el "Cuadro natural de las relaciones entre Dios, el Hombre y el Universo"; obra fundamental como introducción al Tratado de los Seres de Martinès de Pasqually, en acercamiento a una mejor comprensión).
 
La realidad de esta doctrina, imparte un conocimiento con sentido amplio y objetivo de la Reintegración de la mujer y el hombre, a su estado más glorioso, la Gloria original de la que proceden; con las relaciones existentes entre el ser humano y la propia Naturaleza de la que se separó. Origen éste, del que él debiera tener en cuenta en su retorno al eje principal, el centro del que ha sido emanado.
 
La cuestión Martinezista del Tratado de los Seres, responde propiamente a la incorporación de los estados de pureza corporal u orgánica, mental y espiritual, de los atributos celestiales que a través de dicha intercesión en el hombre, le permitan por medio de ciertos poderes acceder a un conocimiento de los planos invisibles, e incorporar la Reintegración en la medida de lo posible hacia él y hacia sus Hermanos; a través de la instrucción, los ritos y las prácticas ceremoniales, para conseguir con el Ser Amado, Dios, su estado primigenio.
 
Este Tratado nos expone formidablemente la personificación de las fuerzas espirituales, desde el momento que fueron emanadas por la Divinidad y desde mucho antes que se manifestase la creación de todo el Universo. Con la caída del ser humano al estado material, las potencias demoníacas, y la relación de todo ello con las esferas divinas.
 
En su cosmovisión idealizada sobre los primeros libros del Pentateuco, se forja como un Evangelio, respectivamente a la creación de Adán y Eva, el Árbol de la Vida, los descendientes, Abraham y los progenitores, sobre Moisés, etc., todo ello con sugestiva sutileza de lo que proclama a las esferas celestiales. La lectura del Tratado de la Reintegración de los Seres, nos plantea prácticamente desde el aspecto metafísico, las tendencias místicas plasmadas en éste y en semejanza con las tradiciones: jónica, pitagórica, kabbalística.., como también, el sistema judeo-cristiano, gnóstico o babilónico. El Tratado también se presenta desde la perspectiva doctrinal teológica claramente definida, aunque mejor observado entraría en el campo de una cosmogonía teológica, o manifestado desde la concepción de una teodicea (parte de la filosofía que trata a la teología natural, Dios, etc.).
 
La siguiente sinopsis, narra de forma sucinta ciertas ideas de la composición del Tratado:
 
Desde antes del inicio [del tiempo], seres espirituales habían emanado de Dios por su omnipotencia divina, con la intención de rendir culto tal como habían sido creados. Estos Seres, con capacidad de ejercer el libre albedrío y otras virtudes de las que disponían como benefactores, existían como parte de la Divinidad y en los límites donde operar su poder; antes de la emanación sus acciones eran completamente nulas, sin distinción alguna y sin determinar a qué se debía su existencia; a excepción, de una voluntad por parte del Creador. Pero estos Seres espirituales con la capacidad que el Supremo les había otorgado, tenían su espacio en el círculo de la Divinidad; Seres libres con determinación a su propia Gloria; llanamente, espíritus buenos, sencillos y puros. La enseñanza de Dios hacia estos Seres espirituales, constituía una fuerza principal; leyes inmutables del Creador, basándo sus principios esenciales en los números. Por estos números se dirigía toda acción de la verdad; formando los aspectos, las acciones y cualquier clase de creación.
 
Al contener la composición del Universo cuatro mundos: divino, supracelestial, celestial y terrestre, fue por esta emanación del divino, por su cuádruple esencia, de la que se formaron cuatro clases de Seres espirituales: superiores, mayores, inferiores y menores; siendo más poderosos de los que se emanaron más tarde: querubines, serafines, arcángeles y ángeles.
 
El conocimiento del Creador, de lo que todo derivaba en números -coeternos-, es reconocido en su esencia por el número denario (10) al extraer toda clase de números contenidos en sí mismo, y estableciendo los cuatro números del poder divino. La suma siguiente da el resultado ofrecido del número denario: 1+2= 3, 3+3= 6, y 6+4= 10. Y los cuatro poderes divinos  del cuaternario: 3+4= 7, 1+2= 3, 3+3= 6, y 1+3= 4, llegando a la conclusión misma del contenido de los cuatro poderes divinos en el número 4, y a la vez, abarcando en el número denario: el 10. Resumiendo, desde el primer número como poder superior o divino hasta el cuarto número de poder divino, su correlación siguiente sería: 10, 7, 6 y 4. Por ello, a través de las manifiestas, superiores y divinas leyes, se tendría un conocimiento de los principios primeros. Siendo entonces y por medio del número 4, que encierra y comprende los poderes divinos en el número denario como coeterno de estos últimos.
 
Este es el mensaje por el cual, nuestros Maestros de todos los tiempos lo han considerado de gran valor, al conseguir a través de sus trabajos espirituales, los objetivos que dichas prácticas les iban encaminando en la disposición de la vía.
 
Estos Seres, que fueron emanados con sus propiedades, virtudes y poderes secundarios muy inferiores a los de su Creador, y erigidos en la creación por el número denario indivisible, el cual todo lo completa, tenían la total libertad de operar dentro de los límites en que las leyes marcaban los pasos a seguir. Pero acontenció de manera inevitable, la prevaricación de algunos Seres espirituales y divinos en contra de la voluntad del Creador y de las leyes que limitaban a éstos; pues a pesar del libre albedrío con el que operaban, fue ésta libertad la que les dió el poder suficiente para crear por voluntad propia, a otros Seres espirituales de igual condición. Ante esta acción, Dios decide crear un Universo material donde tener encerrados a estos Seres divinos -anteriormente son expulsados de la corte celestial- pues de esta forma, se protegería la pureza de aquellos que aún no estaban contaminados.
 
Asimismo, se decide crear otra clase de seres espirituales del que devendrá Adán, el Adam-Kadmon, con la intención de corregir y mantener aislados bajo su dominio hacia aquellos que se revelaron a Dios. Este Espíritu-Menor u Hombre-Dios creado, es expuesto ante las mismas leyes a las que estaban sometidos los primeros Seres divinos y con los mismos poderes de los que actuar; ayudándoles en su Reintegración. Pero Adán se deja interferir al ser tentado por los espíritus caídos y manifiesta por los poderes otorgados de la Divinidad, la creación de Eva, una criatura con cuerpo material y cubierto por tinieblas de la que dará lugar. En la misma circunstancia, Adán se percatará de su pesadumbre interna al encontrarse sometido al igual que su emanación, por la desobediencia llevada hacia el Creador. Es entonces, cuando es informado de su actuación desleal y del nuevo compromiso a tener en cuenta desde ése momento; quedando comprometido por la Divinidad, ha ocupar su nueva forma en aquello que Adán creó, un cuerpo de iguales características a su semejante creado y compuesto por materia. Despojándole a él y a las razas venideras, de la luminosidad y del Cuerpo de Gloria que habían mantenido. Exiliado del paraíso (en el aspecto de nivel espiritual) para cumplir con las nuevas obligaciones que le dicta el mundo de la materia; aun así, seguirá manteniendo el poder de auxilio para retornar tras su Reintegración, al estado glorioso del que emanó.
 
Esta narración, basada en parte en cierta exégesis de la Sagrada Escritura y otros textos místicos judeo-cristianos, referencia una cosmogonía y consecuentemente, los aspectos de la doctrina en sí que Martinès de Pasqually mantuvo para los Elegidos Cohen de su Orden. En el Tratado, además, se llega a distinguir con todo detalle el proceso de la creación. Es aquí donde debe dislumbrarse la sintonía que caracteriza al libre albedrío y su relación de todos los estados con la Divinidad. Pues el mal uso adquirido de los poderes y la pretensión misma de igualarse al Creador en las operaciones propias de la Naturaleza, a través ello, por recomendación de los espíritus caídos, para obtención de los privilegios, llegó a originarse en Adán de forma inmediata la pérdida de su forma más gloriosa; cuando realmente debía haber producido otras formas divinas y perfectas bajo el amparo de Dios, y no una sucesión de elementos carnales, pecaminosos y obscuros, por tentación de aquellos demonios. Sólo el hombre, en auxilio de él y de sus Hermanos, deberá reconciliarse con el Creador para Reintegrarse en el Plan de la Divinidad.
 
Si el texto ya es por sí, algo confuso y complejo por la forma en que Martinès de Pasqually lo compuso, debería de tenerse en cuenta los antecedentes que dieron motivo a la confección de éste, y su utilización ceremonial respecto a las operaciones en el mismo.

 



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