"Como es arriba, así es abajo"
Principio hermético de correspondencia
El Hombre y su parte Divina
Según
los diversos pensamientos el Universo entero se encuentra regido por
tres principios determinantes, como son: el Arquetipo, el Macrocosmo y
el Microcosmo. O sea, en base a la filosofía hermetista quedaría
conformado como Dios, Naturaleza y hombre (ser humano), y aunque dicho
pensamiento es conocido en este reducido esquema, se puede confirmar que
es por la voluntad divina ejercida en que el Universo es creado por un
principio armonioso de dos opuestos; según la Kabbalah, éstas
manifestaciones se interpretan adecuadamente por un principio negativo y
otro positivo; o más bien, la unión entre lo femenino y lo masculino.
Pero la creación del Universo en su concepto de ideal monista según la
filosofía platónica, al igual que otras concepciones de sistemas
filosóficos comunes que tratan de reducir los seres y los fenómenos del
Universo a una sustancia o idea única, encuentra su oposición en la
línea de la lógica aristotélica e incluso de Descartes, o de Bacon. La
Kabbalah tiene mucho que decir en este punto cuando asevera en esta
división de ideales, la unión de estos aspectos contrarios situándolos,
en un proceso de unión y de reencuentro en la manifestación de la
Unidad.
Tanto
el ser humano como la misma Naturaleza, tienen acción por sí, de estar
presentes en la circunferencia divina de la cual dependen y en la que
están envueltos a causa de las Leyes Divinas; y aunque éstas leyes
determinan, ya sea, su Naturaleza o evolución en la que se ven
influenciados, no intervienen en las acciones de libre albedrío e
intelecto de las que el ser humano tiene para su uso cotidiano en
respuesta a éstos atributos concedidos. Por ello, el ser humano llamado
Microcosmo o Mundo pequeño, llega a ser relacionado con el Universo por
contener en sí las leyes que autodeterminan y rígen a este último. En
cambio toda la Naturaleza manifestada en el Universo permanece a través
de los actos o hechos en las acciones del destino, desde que tiene un
origen en el orden del Creador como fundamento de lo que ésta Naturaleza
constituye. Asimismo, analógicamente describe a los hechos o actos,
como propios dentro del orden con que se define a la Naturaleza; en
igual circunstancia, el hombre es depositario de unas Leyes Divinas para
que pueda entender por su potencia cognoscitiva racional, lo que éstas
mismas le implican y su libertad de acción en cuanto a ellas (de ahí su
libre albedrío). Pero es por Dios, el Gran Arquitecto del Universo, que
los principios que actúan por la Causa Primaria le corresponden a Él.
De
este último planteamiento, se deduce, que la Creación del Mundo fue
ocasionado por la revelación de la Voluntad Divina. Ésta creatividad en
la razón de los principios divinos en la existencia del Mundo del que
formamos parte, llega a revelarse y a expresarse desde una voluntad
procedente de crearlo, como capacidad divina y pensamiento oculto
distante a nosotros. En los aspectos de la Creación de la Voluntad
Divina, son dos los que tienden a originarse particularmente: una
Voluntad Divina concretamente ilimitada, y una Voluntad Divina con
creación limitada; la primera, obedece a la Voluntad simple o Ein Sof
(ilimitado, infinito), según se califica en la denominación
Kabbalística; y en un segundo aspecto donde intervienen las emanaciones
divinas o las diez sefirot (esferas o aspectos divinos incluídos en el
glifo del Árbol Kabbalístico de la Vida) como poderes e instrumentos de
los cuáles el Eterno revela su Voluntad limitada. La existencia no
manifestada según la Kabbalah se denomina Ein, la Negatividad; Ein Sof,
sería lo Ilimitado; y Ein Sof Aur, la Luz Ilimitada. Estos tres estados
definidos y a la vez no manifestados, se conocen como los tres Velos de
la Existencia Negativa. Entre tanto, la tradición Martinista inculca a
sus devotos el ascenso por los estados de emanación divina, hacia el
reencuentro con la Omneidad en el Sendero del Retorno.
En
el principio de esta página y que lleva por título Homo Est Deus,
refiere principalmente al Hombre Divino (Hombre-Dios) como parte
indisoluble de Dios, lo Omnipotente, la Omniprensencia, y lo Omnímodo.
Por ende, el sistema Martinista intenta convenir como punto de encuentro
las relaciones existentes entre Dios, el ser humano y el Universo;
uniendo por correspondencia estas tres partes como principios inherentes
a la misma. Cuando emprendemos el estudio de la naturaleza divina, y
por tanto, de la naturaleza humana, comprendemos de manera aparente el
amor infinito de Dios hacia el ser humano al reafirmarnos desde la
misión temporal de Jesús-Cristo, la revelación de misericordia hacia los
hombres convertida en lazo de unión desde el Verbo divino. Y en
comprensión a la naturaleza cuaternaria de la que el hombre es provisto,
se entiende como tal: de un alma temporal que permanece durante su
estancia en la Tierra, de un cuerpo fundado por materia en su estado más
tosco, y de un espíritu inteligente e inmortal a semejanza e imagen del
Eterno Divino; estas tres sustancias que componen la manifestación
ternaria o la Tríada en el ser humano, quedan completadas con una cuarta
naturaleza y que refiere a Dios, la Unidad manifiesta de la Omneidad;
formando una única sustancia, y a la vez, la integración de dos
naturalezas en la composición del ser humano. En este último (el
hombre), se evidencia claramente, al ser un pensamiento de Dios como
esencia de Él mismo, cuando se expresa en las facultades de nuestro Ser
lo que tiende a demostrar como la fuente de luz divina. Cuando sentimos
los privilegios de la chispa divina y desarrollamos desde nuestro
interior, un examen de conciencia que nos clarifique el convencimiento
del estado primitivo al que pertenecemos, comprenderemos lo que pudimos
haber sido cuando eramos un estado glorioso y lo que nos queda aún por
recorrer, en la aniquilación de la degradación de nuestro estado
presente.
En
la composición de esta enseñanza, aún nos queda por definir la ley de
principios con que se manifiesta en la Creación, y la interacción de la
Ley Cuaternaria ligada internamente a los tres Mundos que revisten
dentro del Martinismo y los tres cuerpos o elementos del ser humano que
intervienen entre sí. Desde este silogismo de relaciones, la vinculación
de lo anteriormente expuesto queda resueltamente añadido. Estas Leyes
Divinas manifestadas mediante la Ley Cuaternaria, nos remite cuatro
proposiciones de relación en su campo actuante: la primera, nos destaca
el aumento de las manifestaciones emanadas desde su parte más inferior
hasta la clase superior altamente espiritual de los atributos en
continua expansión progresiva. Un ejemplo a este hecho lo tenemos en los
cuatro Reinos de la Naturaleza: mineral (con matizaciones), vegetativo,
animal y humano; en el segundo punto o proposición, existe una igualdad
de dimensión contraria o de inversión en cada una de sus
características y divisiones. En su fuerza, potencia ejercida, etc.; en
el tercer aspecto de la proposición de la Ley Cuaternaria, nos apunta a
la ley de correspndencia entre los Reinos de la Naturaleza ya destacados
y las clases o emanaciones más espirituales; en la cuarta o última
proposición de dicha ley, se encuentra la acción y el efecto en el
desarrollo de la evolución como forma indispensable de los cambios y las
transformaciones. De esta forma, siendo aclarado los aspectos que
intervienen en la Ley Cuaternaria como motivo de exposición de este
breve contenido, las manifestaciones expresadas de manera sucinta
advierten sin más, el rico conocimiento del que ésta tradición es
acreedora como parte fundamental en la que dichas leyes nos envuelven.
Asimismo, al perpetuar en el tiempo el conocimiento de la descendencia
cuaternaria en el contenido del número denario, y en igual forma, todos
aquellos que recogen la condición de terrenales, menores, mayores y
superiores, incluidos también en el referido número, demuestran sin duda
las pertinentes correspondencias con que se dan en la Unidad. En
términos coloquiales se puede concluir, que el número denario es el
único que siempre ha representado la cuádruple esencia divina, y como
tal, al no sufrir ninguna división por ser indivisible, dicho número
denario es contemplado como el primer poder divino que todo lo contiene;
y en la misma consideración, el número cuaternario que recoge y
completa la cuádruple esencia divina que como motor funcional, acciona y
provee a las sustancias corporales de materia no determinada de
distintas cualidades, dignifica ampliamente al mismo -cuaternario- por
ser reconocido como el mismo número divino.
De
las materias que se han nombrado y que también interactúan con la Ley
Cuaternaria en el sistema Martinista, se contemplan tres Mundos: el
Mundo Elemental, en el que divide a los Reinos mineral, vegetativo,
animal y humano (diferenciando las características del ser humano con
los otros Reinos: conciencia intelectiva y atributo espiritual); el
Mundo de las Esferas, con un sistema planetario y zodiacal; y el Mundo
Empíreo, con sus emanaciones espirituales e invisibles de la luz divina.
En
el plan de estudios Martinistas en el que el ser humano forma parte de
las Leyes Divinas en que la Causa Primaria determina la Creación, se
distinguen también en el hombre, tres partes o elementos en perfecta
consonancia con los principios de correspondencia: el Alma o Âme,
influenciada por el Mundo Empíreo; la Envoltura Plástica o Cuerpo
Astral, influenciada también por la fuerza fluídica del Mundo de las
Esferas; y el tercer elemento como Cuerpo Físico, del que se encuentra
influenciado por el Mundo Elemental. De igual forma ocurre cuando
dividimos al ser humano en tres partes según determina la Alquimia:
azufre, mercurio y sal (espíritu, alma y cuerpo); esta alquimia que
postula un orden universal y está íntimamente asociada a la ciencia
hermética, es el Arte por excelencia de la transmutación espiritual. En
la obra de Bernardo El Trevisano, "La Palabra Dejada", comenta lo
siguiente: "Así la Trinidad en Unidad, y Unidad en Trinidad, ya que aquí
donde están Espíritu, Alma y Cuerpo, aquí también se encuentran azufre,
mercurio y sal". Y Basilio Valentín, en "Las Doce Llaves de la
Filosofía" (décima llave) nos advierte: "En nuestra Piedra, por mí y
mucho antes de mí elaborada, están contenidos todos los elementos...".
En el concepto trinitario del cristianismo, base fundamental de muchos
de los dogmas acaecidos al día de hoy, tenemos a Dios concebido en las
personas del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, manifestándose en la
Creación del Universo. Pero este pensamiento expresado a título
de palabras en el que explica el proceso de la Unidad, lo creado, y la
emanación, indica en realidad al Padre, al Hijo y a la Madre. En la
Kabbalah, la definición de la palabra Elohim, está sujeta y relacionada a
lo femenino y lo masculino; en composición a la palabra del singular
femenino Alh, y de la terminación del plural masculino Im; realizándose
la unión de estos dos principios para concebir al Hijo en la
manifestación misma. En la labor de los atributos de Dios, se creó al
hombre (Génesis 2:7) a imagen y semejanza del Hombre Superior, o sea,
toda la Creación fue formada y reflejada en la estructura del ser humano
en su esencia. Y ésta misma es interpretada en la Kabbalah en las diez
sefirot del Hombre Espiritual, representado en el Árbol kabalístico de
la Vida. Por tanto, es por la unión de estos dos principios como origen
de un orden generador, justo y equilibrado, hacia la naturaleza del
Hombre Divino o Adam Kadmon, que el Universo llega a ser creado.
Se
puede apreciar una vez más, que los temas tratados en la tradición
Martinista (a pesar de no haber sido desarrollados), determinan
prácticamente el camino del adepto en el plan de estudios del
discipulado; siendo menester al corresponder a las Órdenes Martinistas,
las respectivas instrucciones de aquellos interesados que aspiran a la
búsqueda en la sabiduría de la Verdad.
"...Cuando
un hombre estuviere Regenerado en sus pensamientos, inmediatamente lo
estará en su verbo, que es la carne y la sangre del pensamiento; mas
cuando estuviere regenerado en su verbo, inmediatamente lo estará en sus
acciones que son la carne y la sangre del verbo"
Louis-Claude de Saint-Martin
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