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martes, 28 de julio de 2015

TEOSOFÍA MARTINISTA









TEOSOFÍA MARTINISTA



Conocimiento: 
Sabiduría hacia la Divinidad

Según los antecedentes que constituyen el Martinismo, debe explicarse la relación y analogía de éste sistema al hundir sus raíces en el teosofía. Dicho término, se compone de dos prefijos que proceden del griego: theos = Dios, y, sophia = sabiduría. Anclada desde la antigüedad como conocimiento de la salvación, se distancia claramente de otros sistemas como la de Mme. Blavatsky (Sociedad Teosófica), Annie Besant o de Rudolf Steiner (Antroposofía), ya referenciados en esta web en el apartado de Saint Martin.
 
Esta doctrina que establece sus relaciones entre Dios, el hombre y el Universo, demuestra la inclusión y afinidad del pensamiento místico cristiano, con la enseñanza de la verdad y la sabiduría eterna. El Martinismo en su revelación, denota perfectamente una teosofía de conocimientos y una teosofía de Dios; una sabiduría a través del hombre de deseo, un cristianismo que investiga sus relaciones y experimenta en laboratorio; "ora et labora" (reza y trabaja). Cultivando su experiencia interior y la consonancia de las revelaciones místicas.
 
La teosofía en su procedencia, parece vincularse con la escuela que fundara Ammonio Saccas en el s. III d. J.C., o mismamente en su alumno Plotino, evidenciandose en el neoplatonismo las enseñanzas de su Maestro; también así, de los gnósticos helenistas y de los cristianos; una enseñanza que describe la Unidad, las emanaciones divinas en la Naturaleza, o el Verbo encarnado. La tendencia de la teosofía también apunta al último período medieval de toda Europa, con diversas personalidades conocidas y otros grupos de corriente mística o Rosacruciana.
 
Con Jakob Böhme (1575-1624), eminente místico y estudioso de la alquimia espiritual, se descubriría la influencia y su contribución de las ideas teológicas con que ejercería a través de sus escritos. La percepción que tenía de los mundos espirituales, demostraba la experiencia interna de su desarrollo. Pero sobre todo, se aprecia en sus obras el amor con que concibe a la "ciencia del hombre" y su relación con el Todopoderoso y el Universo. Sus cuestiones metafísicas redundan en el estudio de la esencia de los Seres y de las cosas desde el cultivo de la experiencia interior, en prolongación a una mística divina surgida y revelada. Dando forma en la amplia libertad de su Ser a la intuición; expresando a través de su materia corporal la lucha del espíritu transformándose en Verbo. Para Louis-Claude de Saint-Martin, este es el principio del origen dando nacimiento al Verbo divino y encarnado. Siendo la teosofía la ciencia de Dios y el elemento de sabiduría original en la ciencia del hombre.
 
El cristianismo en la evolución histórica de las civilizaciones, ha permanecido como denominador común frente a otras religiones desde la época de la Edad Media. Nuevas filosofías, doctrinas y otros arraigos, se han caracterizado por responder a unos valores en continua expansión como tradición única; este trasfondo histórico desde la tradición esotérica, ha desempeñado el enriquecimiento de la divulgación de la Verdad y aportada por la Revelación en la unión de un camino para todas ellas. La participación adoptada de los criterios morales, fundamentales en unos mismos valores y consecuente de unos principios como conocimiento de una experiencia, realza al verdadero cristiano como un teósofo en la búsqueda de la Verdad. Y, esencialmente, el amor recogido en el cristianismo, es el Alfa y Omega de la teosofía; la Prisca Sapientia de lo que se ha dado en llamar la tradición primordial. Esta es la principal característica que distingue al cristiano de su conjunto cuando tiende hacia la unidad de todo lo que le rodea. Desde un análisis profundo, la clave principal para comprender la realización de esta unidad en el fruto de una unificación material y psíquica de las personas, al igual que intelectual, depende desde un plano moral y espiritual de la prosperidad misma.
 
La intención es bien clara, todo objeto del conocimiento es a grandes rasgos trascendental; siendo Dios en sí mismo. Destellos de un conocimiento donde el hombre puede llegar a salvarse, si es redimido por medio del "conocer"; esta ciencia llamada Gnosis, pretende inculcarnos un conocimiento a través de nuestro Ser, siempre y cuando, trascendamos la forma humana de posición referencial en cuanto a  espacio y tiempo del momento que se vive. Este aspecto contemplativo de la persona, en que se rescata la transformación sucesiva del cuerpo y alma, representa un esfuerzo comprensivo en el intento sensible de las relaciones hombre-Dios en el deseo por alcanzar la Unidad; de igual forma, el Martinista es un teósofo convencido que indaga en el conocimiento de la vida, en la búsqueda de la Verdad, y todo aquello que tiene que ver con la experiencia de su Ser, situando la chispa que lo ilumina en descendencia de lo divino; y en la misma sintonia, todas las cosas de este Mundo con sus propiedades, acontecimientos y acciones, reflejan la substancia de su fuente primitiva procediendo como relación de sus fuentes reales.
 
En todo ello se concluye que el hombre, al igual que en su nacimiento según fue concebido, debe reunir las fuerzas suficientes de todas sus virtudes, bien físicas, mentales y espirituales, donde poder participar de las mismas en unión a otras que comprenden las del Universo; pues ha permanecido durante largo tiempo en el germen de las tinieblas, debilitado en su flaqueza de espíritu y energía, y que puede llegar a recuperar si se libera de la prisión en que permanece. De esta producción de la que él procede, es igualmente generacional en sus clases, formas universales y de todos los seres. Esta expresión, de la que todos participan activamente como parte de la Creación que son, retoma una importancia considerable desde el mismo entendimiento cuando en su opción pueden retornar a la ley de la Unidad. En la gran mayoría de la raza humana considerados por su conformidad intelectual, y reducidos a un tipo de limitaciones desde la propia voluntad pasiva y satisfecha, tienen la posibilidad y las condiciones de las virtudes de su Ser, para interactuar desde el Santuario del corazón hacia el Plan eterno y sagrado si por sus acciones son merecedores de ello. El bien y el mal son los componentes de los que el hombre puede hacer uso según la conveniencia; desviándose hacia uno u otro plano. Si la dirección a emplear tiene que ver con la luz, tendremos la atribución de la inteligencia con la que podrá operar a través del pensamiento expresando los principios de belleza y Verdad profunda. Por otro lado, si el mal es utilizado por su conciencia, se comprende que es sólo por él mismo en la atribución de sus actos como distinción contraria en su propio Ser. Esta fuerza que siempre tiende a formar parte de la misma energía, debe estar sujeta en razón a unos factores donde el orden y la armonia encuentran su medición en la consecuencia natural y legítima de la lógica; sabiendo percibir los límites en cualquiera de sus opuestos.
 
Después de la caída del hombre y su consecuente degradación, éste sigue despojado de su estado glorioso e inmerso en el "Bosque de los Errores" desde su pecado original. Para que este hecho pueda ser invertido a su forma gloriosa y primigenia, y su repercusión en el Universo vuelva a ser lo que era, debe trabajar por suprimir toda corrupción y alcanzar una alianza con el desorden de dicho Universo, en concordancia con la Sabiduría divina. Sólo así, y después de ser admitido en la luz de la que salió, tenderá a apartarse de todas las influencias que lo llevaron a la corrupción y que nunca debió de cometer.
 
Para que esta transmutación pueda originarse en el hombre, la teosofía propone la purificación de nuestro Ser como único medio de alcance para deshacernos del mal que nos circunda. Si erradicamos ésta malformación de la persona, y la sustituímos por unas cualidades más propias en la expresión de la Sabiduría divina, los resultados no se harán esperar. Para ello, debe buscarse por medio de la reflexión, de las observaciones adecuadas, a través del estudio, la devoción como ideal de pureza, pero sobre todo por el amor; aquél que hace al teósofo un verdadero cristiano; un reencuentro de la amistad con el Creador. Desde esta semejanza, el Martinista evoca en la teosofía las verdades más preciosas relacionadas entre Dios, el hombre y el Universo. Evidenciando plenamente a los espíritus que se encuentran preparados.



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