Conocimiento:
Sabiduría hacia la Divinidad
Según
los antecedentes que constituyen el Martinismo, debe explicarse la
relación y analogía de éste sistema al hundir sus raíces en el teosofía.
Dicho término, se compone de dos prefijos que proceden del griego:
theos = Dios, y, sophia = sabiduría. Anclada desde la antigüedad como
conocimiento de la salvación, se distancia claramente de otros sistemas
como la de Mme. Blavatsky (Sociedad Teosófica), Annie Besant o de Rudolf
Steiner (Antroposofía), ya referenciados en esta web en el apartado de
Saint Martin.
Esta
doctrina que establece sus relaciones entre Dios, el hombre y el
Universo, demuestra la inclusión y afinidad del pensamiento místico
cristiano, con la enseñanza de la verdad y la sabiduría eterna. El
Martinismo en su revelación, denota perfectamente una teosofía de
conocimientos y una teosofía de Dios; una sabiduría a través del hombre
de deseo, un cristianismo que investiga sus relaciones y experimenta en
laboratorio; "ora et labora" (reza y trabaja). Cultivando su experiencia
interior y la consonancia de las revelaciones místicas.
La
teosofía en su procedencia, parece vincularse con la escuela que
fundara Ammonio Saccas en el s. III d. J.C., o mismamente en su alumno
Plotino, evidenciandose en el neoplatonismo las enseñanzas de su
Maestro; también así, de los gnósticos helenistas y de los cristianos;
una enseñanza que describe la Unidad, las emanaciones divinas en la
Naturaleza, o el Verbo encarnado. La tendencia de la teosofía también
apunta al último período medieval de toda Europa, con diversas
personalidades conocidas y otros grupos de corriente mística o
Rosacruciana.
Con
Jakob Böhme (1575-1624), eminente místico y estudioso de la alquimia
espiritual, se descubriría la influencia y su contribución de las ideas
teológicas con que ejercería a través de sus escritos. La percepción que
tenía de los mundos espirituales, demostraba la experiencia interna de
su desarrollo. Pero sobre todo, se aprecia en sus obras el amor con que
concibe a la "ciencia del hombre" y su relación con el Todopoderoso y el
Universo. Sus cuestiones metafísicas redundan en el estudio de la
esencia de los Seres y de las cosas desde el cultivo de la experiencia
interior, en prolongación a una mística divina surgida y revelada. Dando
forma en la amplia libertad de su Ser a la intuición; expresando a
través de su materia corporal la lucha del espíritu transformándose en
Verbo. Para Louis-Claude de Saint-Martin, este es el principio del
origen dando nacimiento al Verbo divino y encarnado. Siendo la teosofía
la ciencia de Dios y el elemento de sabiduría original en la ciencia del
hombre.
El
cristianismo en la evolución histórica de las civilizaciones, ha
permanecido como denominador común frente a otras religiones desde la
época de la Edad Media. Nuevas filosofías, doctrinas y otros arraigos,
se han caracterizado por responder a unos valores en continua expansión
como tradición única; este trasfondo histórico desde la tradición
esotérica, ha desempeñado el enriquecimiento de la divulgación de la
Verdad y aportada por la Revelación en la unión de un camino para todas
ellas. La participación adoptada de los criterios morales, fundamentales
en unos mismos valores y consecuente de unos principios como
conocimiento de una experiencia, realza al verdadero cristiano como un
teósofo en la búsqueda de la Verdad. Y, esencialmente, el amor recogido
en el cristianismo, es el Alfa y Omega de la teosofía; la Prisca
Sapientia de lo que se ha dado en llamar la tradición primordial. Esta
es la principal característica que distingue al cristiano de su conjunto
cuando tiende hacia la unidad de todo lo que le rodea. Desde un
análisis profundo, la clave principal para comprender la realización de
esta unidad en el fruto de una unificación material y psíquica de las
personas, al igual que intelectual, depende desde un plano moral y
espiritual de la prosperidad misma.
La
intención es bien clara, todo objeto del conocimiento es a grandes
rasgos trascendental; siendo Dios en sí mismo. Destellos de un
conocimiento donde el hombre puede llegar a salvarse, si es redimido por
medio del "conocer"; esta ciencia llamada Gnosis, pretende inculcarnos
un conocimiento a través de nuestro Ser, siempre y cuando, trascendamos
la forma humana de posición referencial en cuanto a espacio y tiempo
del momento que se vive. Este aspecto contemplativo de la persona, en
que se rescata la transformación sucesiva del cuerpo y alma, representa
un esfuerzo comprensivo en el intento sensible de las relaciones
hombre-Dios en el deseo por alcanzar la Unidad; de igual forma, el
Martinista es un teósofo convencido que indaga en el conocimiento de la
vida, en la búsqueda de la Verdad, y todo aquello que tiene que ver con
la experiencia de su Ser, situando la chispa que lo ilumina en
descendencia de lo divino; y en la misma sintonia, todas las cosas de
este Mundo con sus propiedades, acontecimientos y acciones, reflejan la
substancia de su fuente primitiva procediendo como relación de sus
fuentes reales.
En
todo ello se concluye que el hombre, al igual que en su nacimiento
según fue concebido, debe reunir las fuerzas suficientes de todas sus
virtudes, bien físicas, mentales y espirituales, donde poder participar
de las mismas en unión a otras que comprenden las del Universo; pues ha
permanecido durante largo tiempo en el germen de las tinieblas,
debilitado en su flaqueza de espíritu y energía, y que puede llegar a
recuperar si se libera de la prisión en que permanece. De esta
producción de la que él procede, es igualmente generacional en sus
clases, formas universales y de todos los seres. Esta expresión, de la
que todos participan activamente como parte de la Creación que son,
retoma una importancia considerable desde el mismo entendimiento cuando
en su opción pueden retornar a la ley de la Unidad. En la gran mayoría
de la raza humana considerados por su conformidad intelectual, y
reducidos a un tipo de limitaciones desde la propia voluntad pasiva y
satisfecha, tienen la posibilidad y las condiciones de las virtudes de
su Ser, para interactuar desde el Santuario del corazón hacia el Plan
eterno y sagrado si por sus acciones son merecedores de ello. El bien y
el mal son los componentes de los que el hombre puede hacer uso según la
conveniencia; desviándose hacia uno u otro plano. Si la dirección a
emplear tiene que ver con la luz, tendremos la atribución de la
inteligencia con la que podrá operar a través del pensamiento expresando
los principios de belleza y Verdad profunda. Por otro lado, si el mal
es utilizado por su conciencia, se comprende que es sólo por él mismo en
la atribución de sus actos como distinción contraria en su propio Ser.
Esta fuerza que siempre tiende a formar parte de la misma energía, debe
estar sujeta en razón a unos factores donde el orden y la armonia
encuentran su medición en la consecuencia natural y legítima de la
lógica; sabiendo percibir los límites en cualquiera de sus opuestos.
Después
de la caída del hombre y su consecuente degradación, éste sigue
despojado de su estado glorioso e inmerso en el "Bosque de los Errores"
desde su pecado original. Para que este hecho pueda ser invertido a su
forma gloriosa y primigenia, y su repercusión en el Universo vuelva a
ser lo que era, debe trabajar por suprimir toda corrupción y alcanzar
una alianza con el desorden de dicho Universo, en concordancia con la
Sabiduría divina. Sólo así, y después de ser admitido en la luz de la
que salió, tenderá a apartarse de todas las influencias que lo llevaron a
la corrupción y que nunca debió de cometer.
Para
que esta transmutación pueda originarse en el hombre, la teosofía
propone la purificación de nuestro Ser como único medio de alcance para
deshacernos del mal que nos circunda. Si erradicamos ésta malformación
de la persona, y la sustituímos por unas cualidades más propias en la
expresión de la Sabiduría divina, los resultados no se harán esperar.
Para ello, debe buscarse por medio de la reflexión, de las observaciones
adecuadas, a través del estudio, la devoción como ideal de pureza, pero
sobre todo por el amor; aquél que hace al teósofo un verdadero
cristiano; un reencuentro de la amistad con el Creador. Desde esta
semejanza, el Martinista evoca en la teosofía las verdades más preciosas
relacionadas entre Dios, el hombre y el Universo. Evidenciando
plenamente a los espíritus que se encuentran preparados.
No hay comentarios:
Publicar un comentario