La Vía Externa y la Vía Interna
El
siguiente estudio que nos ocupa a modo de esbozo breve y conciso,
requiere como es evidente, presentarlo de forma clara en la medida de lo
posible y contribuir al desarrollo del lector en su esencia más
ecuánime para que dicha materia pueda ser comprendida, al menos, desde
un estado de mente justo e imparcial. Por ello, al adentrarse en la
doctrina Martinista, se debe diferenciar dos vías: la vía externa, como
también la vía interna, en su correspondencia de relación analógica. En
este sentido, cabe mencionar la primera de su precursor Martinés de
Pasqually, como la vía de las prácticas operativas; aquélla en la que su
componente, se define la Teurgia Ceremonial. Y la segunda, la de su
discípulo Louis-Claude de Saint-Martin, referencia a la vía interior o
del corazón como faceta que interioriza a la Teurgia desde el silencio, o
el contacto con las jerarquías superiores en un aspecto menos peligroso
según su enseñanza.
Ambas
vías, por su parte, demuestran la celeridad de su unión con que
convergen en la mayoría de las órdenes Martinistas. Destacando una vez
más, la peligrosidad que puede darse si caemos en estancamientos y
cristalizaciones mentales, si abordamos dichas líneas de poder sin el
estudio y las prácticas adecuadas como meras formas de ensueño.
Desde
éstas premisas, se puede convenir en que hay una Causa Primaria que
comprende a toda la Creación y que simultáneamente, actúa por medio de
unas reglas activas consecuentes de las leyes divinas en acción
permanente. A partir de aquí, éstas leyes determinan la influencia en
toda clase de seres y situaciones siendo dirigidos en su paso evolutivo
por el Creador, el principio de todas las cosas, la Eterna Unidad en Él
mismo. Al detenernos un instante en la constitución del hombre,
comprendemos que la actuación misma del deseo se ha hecho una realidad. Y
al menoscabar desde la percepción misma en que el ser humano ha sido
constituido y dotado desde el sentido de la sabiduría, constatamos las
facultades propias del sentir, del pensar y del conocimiento desde el
sentido aparente con que nos doblega su complejidad. Pero los atributos
de los que el hombre dispone y que le han sido conferidos o concedidos
desde la Eterna Unidad del Creador, se cuantifican en dos
características bien definidas como son, el intelecto, y su disposición
del libre albedrío; la primera, lo hace partícipe de todo aquello que lo
hace pensar y discurrir en su actuación conveniente; en la segunda
clase o característica, lo prepara y lo anima mecánicamente para ser
hacedor él mismo en su libertad de movimiento a través del libre
albedrío. Así, en su constitución anatómica, fisiológica y psicológica,
también se establecen otros rasgos de los que es poseedor y con los que
convive hasta el final de su vida. Desde ese momento, al tener en la
formación del Ser dicha naturaleza completada, hay un rasgo que lo
caracteriza como motor generador del que se compone: la voluntad; de la
que se sirve, y con la que influye conscientemente sobre todo aquello de
lo que él desea.
Sobre
el fundamento de la Magia, conversión ésta en la que el ser humano se
inclina cuando ha comprendido el significado de su Ser y sus relaciones
con Dios y el Universo, constituye una ciencia de aplicación en el
desarrollo de los estudios y la unión más elemental en contacto con la
Omneidad. Pero habría que diferenciar entre la conocida Magia, y la Alta
Magia o Teurgia Ceremonial. Es en el segundo caso, la Teurgia, donde el
Martinismo encuentra su signatura más relevante de las verdades
superiores, de los conocimientos adquiridos y de las manifestaciones
participativas, como camino único a la vía Celestial; siendo guiado por
la vía de la Reintegración; y es por ésta vía, la única Iniciación,
donde accederemos en matrimonio al seno de Dios.
La
Teurgia, término que deriva de las palabras griegas theos -Dios- y
ergon -obra, trabajo-, tiene por objeto el estudio del conocimiento
sagrado sobre el Mundo Divino, en las relaciones existentes entre Dios,
el hombre y el Universo, con la intención de unir la consciencia
individual de nuestro Ser en el paso evolutivo de la vida, con el Eterno
y Divino Creador. Las ligaduras que atan permanentemente al hombre en
éste Mundo, sólo pueden romperse por medio del Agente mágico como medio
de conocimiento hacia la perfección. Obteniendo por ello, el
conocimiento de la ciencia intelectual y la ciencia espiritual como
conocimiento de la Naturaleza. Sólo así conseguirá la libertad, la
belleza y la fuerza de la iluminación, volviendo a las fuentes de las
que proviene; no sin antes destacar, la importancia imperante en el ser
humano de la búsqueda de su Dios interior, aquél que es llamado el Santo
Ángel de la Guarda.
Esta
Ciencia, aunada inmensamente en la Madre de toda la eternidad, responde
por ella misma y se crea en la existencia del Deseo; y por ellos, los
teúrgos como "Hombres de Deseo", que logran la Comunión en la vía del
Reparador.
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