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martes, 28 de julio de 2015

RECONCILIACIÓN Y REINTEGRACIÓN






RECONCILIACIÓN Y REINTEGRACIÓN



Reintegración de los Orígenes

De las numerosas tradiciones que actualmente nos abordan, la tradición Rosa+Cruz mantiene de forma implícita sobre la degradación del Universo ocurrida por medio del hombre. Y para que ésto vuelva otra vez a la normalidad de su origen lo que era antes de los comienzos, deberemos empezar por integrar al Ser, la semilla regenerativa que fructifique en nuestra alma la luz del espíritu. ¿De qué forma sino, lograríamos la comunión con el alma sin el esfuerzo requerido? En el "Tratado de la Reintegración de los Seres" de Martinès de Pasqually, del que ya se ha expuesto en páginas anteriores, nos explica de forma clara la doctrina de la Caída del Hombre -la prevaricación-, la salida del Edén (perdiendo su forma gloriosa), la degradación de su Ser, y posteriormente la petición de Adán en la plegaria de Reconciliación al Creador. Esta manifestación de Reconciliación, es precisamente lo que se le pide al ser humano para volver a su estado primigenio o primitivo del que era en su forma gloriosa. Para que esta operación pueda darse en el hombre, necesita de un Agente Mediador y Divino en que lleve a cabo la Reconciliación, la Regeneración y finalmente la Reintegración del Cristo resucitado. Este Ser [el hombre] creado a imagen y semejanza divina, gozando de la inmortalidad, de las virtudes y poderes espirituales y divinos originales en su estado de gloria, decidió por su libre albedrío... separarse de su eje central, perdiendo a consecuencia de ello su semejanza con el Creador. Desde ese momento al ser expulsado del jardín terrenal y separado de su origen divino [de la luz a la oscuridad], se encuentra en un estado de permanente privación. De ese modo, habiendo perdido su condición de luz al condenarse él mismo, se origina un estado diferente al que tenía; su esencia espiritual (la cual, aún sigue manteniendo) se convierte en un cuerpo de esencia material abocado a toda clase de sufrimiento, desolación, corrupción y muerte física de la que tendrá lugar.
 
Si en su acción divina no hubiera pecado, con los mismos poderes creativos secundarios de los Primeros Seres, aunque sujeto a los mismos principios y leyes en los limites de creación que los Seres Caídos que le tentaron al acto de crear, violando dichas leyes e interfiriendo en los primeros poderes creativos de los que el Creador ejercía, Adán hubiera mantenido su Cuerpo de Gloria inmortal en su estado de "Menor Espiritual" (Jerarquía de Seres Espirituales). Siendo por este acto consumado de rebeldía lo que lo hace descender a las tinieblas, a lo material, esclavo de su cuerpo físico y con las mismas necesidades que cualquier otro ser vivo. Es entonces cuando Adán, al darse cuenta de la acción de desobediencia cometida, le suplica al Creador su misericordia en un acto de Reconciliación. De esta forma, desde la Gloria Divina, el hombre podrá volver al estado glorioso del que emanó; cuando emprenda su retorno a la vía de la Reintegración.
 
Este conocimiento que consecuentemente se concede desde la doctrina Martinista, desvela prácticamente el origen del que provenimos y las acciones ofrecidas para realizar el camino evolutivo en las fases de la Iniciación. Este sistema, del que es inherente en el proceso de Ritos en el discípulo, comporta una serie de reglas en la tipología de la conducta de los trabajos en la persona: la inclinación en pro de una purificación, los ayunos pertinentes, plegarias, salmos de penitencia, letanías, oraciones y la Teurgia propiamente; con sus invocaciones y evocaciones. Los participantes de la Gran Obra, en la medida que van alcanzando los grados superiores de la Orden, se encuentran introducidos en la ejecución de ésta parte valiosa de la doctrina en que las operaciones, resultan ser de lo más provechosas en cuanto a la culminación de las mismas. Por ello, desde ésta alianza de amor incondicional de la Naturaleza divina hacia la Naturaleza del género humano, en que se formaliza la Misericordia de Dios de la unión íntima en la Gran Obra, se establece el vínculo de la revelación en la Naturaleza del Hombre-Dios; aquella de la que el primer Adán gozaba junto a su Creador, y que por desobediencia en el acto de prevaricar, cayó sumido en un estado intemporal de degradación. Ya en el segundo Adán, el Reparador, en Jesús-Cristo, se le hizo participar al igual que el primero de una condición gloriosa con las virtudes y poderes espirituales y divinos originales, con la misión redentora de contribuir al ser humano el sacrificio de la voluntad para la rehabilitación de sí mismo y de todos sus congéneres.
 
Esta es la idea central para que el hombre, en su afán de voluntad, trabaje con el anhelo de suprimir las impurezas que se encuentran en su Ser, y pueda de esta forma desprenderse del hombre viejo por el logro del eterno logos divino. Una purificación, secuenciada por la perseverancia, el esfuerzo y la perfección en sí; un trabajo previo, en que la técnica de la introspección nos lleve a desprendernos de cristalizaciones fútiles. Esta es la labor del hombre de deseo, un hombre nuevo en el nacimiento de la resurrección; una transformación, dirigida en el proceso del tiempo, para que la acción terapéutica consiga su panacea o medicina real. Según la frase de Jesús: "Yo Soy la puerta abierta que ningún hombre puede cerrar", confiere importancia relevante en la vía del Reparador. Desde que el hombre toma conciencia en el arrepentimiento de las malas causas, un nuevo Templo se erige en su corazón; y es ahí por medio de la transformación, donde los cimientos del Templo llegan a resplandecer.
 
Las operaciones desarrolladas en todo su conjunto en la Orden de los Elus Cohen, promovían en una u otra forma los elementos requeridos para trabajar en la vía de la Reintegración. Actualmente, las órdenes Martinistas al igual que en épocas pasadas, creen oportuno mantener cierta ayuda por las entidades invocadas al considerarse útil para el camino de la vía. Estas operaciones, por tanto, en las que se utilizan determinadas fuerzas y poderes divinos a través del ser humano, se conciben como muy necesarias al formar parte de los trabajos que la misma tradición les dispone en los objetivos a seguir. Los trabajos empleados pueden diferir de unos a otros dependiendo de la Orden. Exorcismos, conjuros y otras clases de cultos, se utilizan consecuentemente en el Templo para diversas acciones. En cuanto al exorcismo, tiene el requisito fundamental en la naturaleza de los trabajos que se emprenden, el combatir toda intención maligna cuando esta aparece en la ceremonia. Sin embargo, cuando se tiende a contactar con Jerarquías de Entidades Espirituales, ya sean Ángeles u otra Potestad destinada a cualquier clase de petición, como a los Santos, Seres Guías, Entes Protectores.., establecemos un contacto muy especial en los conjuros de la liturgia ceremonial. Los propósitos pueden ser numerosos dependiendo de lo que establezca la regla de la hermandad o la Orden a la que pertenezcamos. En este sentido las ceremonias comparten un proceso desde lo colectivo a lo individual, como fundamento en el camino espiritual al despertar las fuerzas que motivan al alma, al alcanzar una expansión de conciencia como mecanismo en la experiencia mística o mágica.
 
Y desde esta experienciación, cuando sucumbe en el mekubál -el iniciado o aceptado-, según el concepto kabbalístico, retomamos un alineamiento desde las fuentes de la tradición hacia la luz del Oriente; respectivamente el retorno. Por esta razón la semejanza de los ritos en las iniciaciones con la "Caída del Hombre", tiene un objetivo primordial; tomar conciencia de lo que el hombre era en su estado original, y lo que es en su estado actual. Apartir de aquí se producen las transformaciones en los cambios de la conciencia del Ser; por esto, el trabajo iniciático comporta la búsqueda de lo perdido y la anulación de la prevaricación y la caída consecuente del primer Adán. Restableciendo en dicho hombre las semejanzas de la luz de la gloria Divina; éste es el fundamento de toda Iniciación, la construcción del Templo en el Ser de la persona.
 
Dejando constancia de la rigurosa discrección que debe realizarse, de aquellos otros detalles y contenidos, que sólo las Verdaderas órdenes deben dispensar.


"Saber, Querer, Osar, Callar"

Antiguo Adagio





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