Los Hombres de Deseo
1. Preámbulo Martinista
2. La Iniciación y los estados internos del Ser en las Sociedades
3. Conocimiento completo y formación iniciática
4. Del simbolismo y el proceso iniciático
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1. Preámbulo Martinista
Sin
querer remontar a los primeros inicios del linaje iniciático, en que el
enfoque de la hierohistoria (manifestación divina en la historia
sagrada) tendría bastante que manifestar, habría que preguntarse, ¿qué
es lo que da origen a una línea iniciática tradicional?, ¿es posible
llegar de manera directa, al acontecimiento de un origen supra-humano?,
¿y en qué circunstancia es plausible intervenir o formar parte, como
pretendiente en esta augusta cadena fraternal? La misma tradición atisba
momentos generosos donde recoge determinadas clases de transmisión
iniciática. Y esta situación en el tiempo, formula en épocas
generacionales las constantes oportunas para proceder en buena gana.
Cuando se habla de transmisión, hay que tener en cuenta varios factores
de los que se depende: en primer lugar la eficiencia del rito como
acción independiente de la transmisión de linaje iniciático al que se
pertenece, y en una segunda postura aclaratoria, los sacramentos por los
que procede a operar aquél regular como iniciador. Esto cuantifica
realmente la operancia del Maestro, cuando oficia la transmisión de
forma que insufle al adepto lo que él recogió en su experienciación. De
ello, se añade como último factor, la importancia que debe darse al rito
siempre y cuando, se mantenga la eficacia de haber sido insuflado
espiritualmente desde esa influencia vertical, descendente y divina. La
misma Iniciación por sí no cualifica una acción virtuosa por el mero
hecho de estar insertada en dicha naturaleza, al contrario, siendo por
la Gloria Divina lo que si cuantifica el proceso anteriormente
comentado, precisamente, por ser de característica sacratísima.
En
ciertas órdenes con legado sacramental, entre ellas la Orden
Martinista, expresan ritualmente un conocimiento para despertar en el
candidato, la transmisión del inconsciente como metamorfosis de un
saber; un cambio en lo psíquico (alma, espíritu o pensamiento), que con
el tiempo tendrá que aflorar el descubrimiento oculto de lo que aún no
ha desarrollado. La Iniciación en sí, no avala lo suficiente como para
garantizar al adepto una plena realización en esta clase de Naturaleza.
De ahí que tenga la total relevancia del Maestro, al disponerse como un
catalizador entre el miembro que va a ser iniciado, y la Gloria de la
Divinidad a través del mismo Maestro como transmisor de un contenido. No
obstante, Hay una idea más que común al saber por experiencia, sobre
los resultados más que positivos desde que se mantiene un contacto de
forma regular con dicha Naturaleza Divina.
Pues
en el caso de no darse éste motivo, las oportunas comunicaciones
sufrirían en el transcurso del tiempo, un cese más que evidente de los
contactos mantenidos. Por tanto, cuando hablamos de regularidad, nos
referimos a un aspecto asiduo y de continuidad en este campo el cual nos
ocupa.
2. La Iniciación y los estados internos del Ser en las Sociedades
Según
lo aportado en líneas anteriores, habría que considerar lo que
entendemos por Iniciación y sus rasgos más significativos dentro del
panorama que incluye a los fenómenos espirituales. Las escuelas
calificadas de iniciáticas, acostumbran a proponer al candidato un
proceso de Iniciación como elemento viable, a una toma de conciencia con
acceso al conocimiento, aquello que es definido como Gnosis. Pero la
Iniciación en su amplio concepto conlleva a esclarecer oportunamente, lo
que en su misma raíz advierte. En cualquier faceta de la vida cuando
nos adentramos, estamos originando el comienzo de algo nuevo, una fase
en la que además, nos sugiere el principio de algo. Es así como damos la
entrada a nuestro Ser una vez pasado el pórtico del Templo. En igual
manera, se crea en la mente la apertura a partir de la experiencia, a
otros estados sensoriales donde la conciencia juega un papel importante
en cada uno de sus niveles. Si menoscabamos sobre las formas externas
como todo lo que origina un ritual por sus gestos, palabras y símbolos,
obtendremos por sus causas, una transformación con acceso a lo sagrado;
entendiendose en su finalidad por la modificación de una mente válida
directa, o bien, una mente válida indiferencial. Pues, por la conciencia
sensorial a modo de ejemplo, si optamos en la visualización de una
flor, como bien puede ser una rosa, percibiremos todo lo relativo a su
color, tamaño... encambio, si intentamos obtener por el tacto lo
concerniente a su textura y otras impresiones respecto a ello, deberá
ser con esta adaptación corporal del tacto a través de este nuevo cambio
de conciencia. Pero claro, en el uso capaz de una conciencia sensorial
que perciba y distinga todo en un mismo tiempo de un objeto o cosa
determinada, y de un número indeterminado, resulta más que evidente al
encontrarnos aún a día de hoy sin esta cualidad específica. Este estado
al que me refiero, tiene que ver con un principio glorioso, místico, un
estado al que se alcanza por la iluminación. Si tomamos como ejemplo un
estado avanzado por la meditación en el trabajo de una manzana,
obtendremos en primera persona como si de una película cinematográfica
se tratase, un nivel distinto de cognición por medio de otro estado
mental, desde el que podremos comprobar su movimiento, sus cambios
constantes, su composición molecular, etc., hasta llegar a otro nivel de
captación cognitiva, para descubrir cosas que aún no sabemos a modo
intelectual o de raciocinio, un nuevo estado de mucha más actividad
interna con facultad plena de reflexión y un recorrido en dicho trabajo,
muy intenso por medio de la contemplación. De todo esto se deduce, las
transformaciones que llegan al caso desde que tomamos conciencia con
nuestro Yo superior, y un exitoso trabajo de alquimia con resultados de
transmutación en pleno reconocimiento de un logro en el marco operativo.
Cuando
estamos involucrados en un trabajo de conocimiento, éste se distingue
por varias formas de actuación: desde su estado exotérico, el cual
contiene desde un plano religioso aquello que tiene que ver con la
moral, la lectura de los libros sagrados, salmos, plegarias, y una fe
constitutiva de lo que abarca en toda espiritualidad, hasta la
existencia de una Gnosis la cual transciende la fe y lo que con ella
conlleva, en un reconocido esoterismo donde lo que permanece tiene un
resultado en la sabiduría oculta. En S. Lucas 11,52 nos llega a decir:
"¡Ay
de vosotros, intérpretes de la ley! porque habéis quitado la llave de
la ciencia -Gnosis-; vosotros mismos no entrasteis, y a los que entraban
se lo impedisteis".
Este
conocimiento al cual refiere, es el que debe cultivarse interiormente, y
no aquél, del que algunos hombres lo han corrupto por conveniencia de
ellos, oscureciendo la luz de la claridad. Este conocimiento desde su
vía interior, silencioso, es el que mueve a llamar al buscador, y del
que llega a decirse que es marginal al no explicarse con palabras. Pues
todo conocimiento que resplandece desde lo interno, sin palabras,
significado, o representación alguna que toda cultura aborda en su
condición social de lo humano, mantiene un lenguaje completamente
distinto de la razón. Surgiendo desde el acéano profundo del interior de
nuestra persona, y en contacto mutuo con la energía del Universo. Un
conocimiento que nace para la guía de nuestra razón, y no llegando a ser
lo contrario, desde un conocimiento de la razón para instrucción de
enseñanza de lo silencioso. Esta Gnosis esotérica de la que siempre se
ha sabido, ha quedado reservada y limitada para una minoría (con
voluntad propia) en fase de aprendizaje. La condición pneumática del
hombre, desde una conciencia superior (según nos descubre el Evangelio
de Valentino), es la luz que establece un conocimiento desde el Ser
supremo.
Ser
parte del Mundo como ser humano, es caminar hacia el conocimiento;
quienes se encuentran insatisfachos y tienen sed de la Verdad, son
llamados en la búsqueda de la sabiduría; pero todos los demás, los que
hacen gala de sus posesiones, de sus placeres y gozos terrenales,
pasando por la vida sin la actitud requerida en la totalidad de su
existencia, cosecharán la derrota y el olvido de sus cualidades como si
de una piedra en bruto formaran ellos parte. Y es desde esa totalidad
requerida, desde la indagación del hombre, lo que hace a su naturaleza
la comprensión en la búsqueda de los Misterios. Amor, caridad, y en
definitiva humildad, es lo que ennoblece a la espada al igual que al
roble la fuerza.
3. Conocimiento completo y formación iniciática
Desde
que el ser humano es lo que es, no hay vacio alguno en él, pues todo
rebosa en su borde. El conocimiento, el cual todo lo llena, responde a
toda ausencia de las formas del ego, a la ausencia de cualquier
pensamiento, pues en ello nada importa más sólo a través en la desnudez
del silencio, aquel que todo lo colma.
En las Sagradas Escrituras leemos:
"(6)
Sin embargo, hablamos sabiduría entre los que han alcanzado madurez; y
sabiduría, no de este siglo,ni de los príncipes de este siglo, que
perecen.
(7)
Mas hablamos sabiduría de Dios en misterio, la sabiduría oculta, la
cual Dios predestinó antes de los siglos para nuestra Gloria,
(8)
la que ninguno de los príncipes de este siglo conoció; porque si la
hubieran conocido, nunca habrían crucificado al Señor de Gloria.
(13)
Lo cual también hablamos, no con palabras enseñadas por sabiduría
humana, sino con las que enseña el Espíritu, acomodando lo espiritual a
lo espiritual.
(14)
Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de
Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han
de discernir espiritualmente"
I Corintios 2, 6-7- 8- 13- 14
Y
encontrándose en el conocimiento completo [el hombre], en el que es
verdadero, entonces, todo lo cubre la nada; y es desde aquí que todo lo
impregna el vacío, del que todos procedemos; y llegados aquí, se produce
el conocimiento verdadero, una plenitud de la realidad de lo que todo
abarcamos. Cuando el ser humano requiere una necesidad de las cosas,
constatamos al Mundo que hemos construído como lo real desde nuestra
percepción; una ilusión más de la que hacemos verdadera. Por esto, es
comprensible no limitar al Mundo desde lo que conocemos, ahogando su
inmensidad. En la formación iniciática, las metodologías constituyen
desde el espacio-tiempo, aquello de lo que necesita el ser humano en la
construcción de una conciencia inicial, para llegar a los diferentes
desarrollos como condición indispensable de los niveles, en la creación
de una conciencia más libre. Cuando emprendemos el estudio de las
diferentes formas físicas, la total relevancia del arquetipo numérico en
conexión con la Geometría, se nos percibe en este último un nexo con el
aspecto temporal; y en la forma, aquello que nos propone desde su
expresión de espacio in situ.
En
este modelo de vida, en el que Pitágoras incluiría las bases de una
ciencia completa, bien a modo científico con elementos de naturaleza
espiritual y metafísica, las matemáticas formalizaron un papel
importante: "los números son los elementos que componen todas las
cosas", además, enseñaba que "el Mundo entero no es sino armonía y
aritmética"; observando un orden establecido regido en el Universo y
representado simbólicamente por la Tetractys, una composición numérica
de proporciones en armonía. Los números por tanto, eran concebidos como
un lenguaje de leyes y representados como los principios eternos,
disponiéndose a la vez como unidad y pluralidad. Y en esta unidad de la
que todo proviene, llegó a separarse en dos aspectos o cualidades de
existencia real, por los números, y una extensión indefinida calificada
como espacio. Si suponemos que un intervalo es la distancia entre dos
puntos, dispondríamos por la Tétrada al igual que los pitagóricos, el
origen y la creación del Universo hasta la manifestación del Ser a
través de sus porporciones: el punto -aparentemente-, la línea,
superficie, y el volumen como el Mundo tridimensional (sugerido como
pensamiento euclidiano) en el que el Ser llegó a manifestarse; momento
éste, en el que quedaba establecida la comunidad pitagórica por su tres
grados iniciáticos, el iniciado se encontraba preparado para la última
etapa en que una serie de pruebas demostraba su salida de la Caverna
hacia la luz. Esta comunidad pitagórica, basada en los más altos
secretos, perduró durante siglos y llegó a influenciar a toda la
tradición occidental.
Estas
escuelas y religiones de carácter iniciático en el transcurso de la
historia del ser humano, han tenido una difusión marcadamente esotérica
como exotérica desde la óptica espiritual de los misterios. De todos
ellos, tanto los Misterios Egipcios, los de Eleusis, de Mitra, de
Dioniso, los órficos, etc., hasta llegar al siglo actual, han supuesto
un conocimiento indudable para la continuidad de los mismos a través de
su recorrido en la tradición iniciática occidental.
El
conocimiento, aquel que abre la puerta de entrada a la Gnosis, a la
sabiduría oculta y perpetuada desde los tiempos de los perfectos en
línea de sucesión pasando por Jesús, se ha ido conformando como
enseñanza secreta para aquellos elegidos en el camino de la Iniciación.
Esta comunidad de "perfectos" u "hombres puros" en el camino del
discipulado, encarna la vivencia de la muerte y resurrección del
aceptado en continuación a un renacimiento espiritual. Esta consecuencia
de los ritos iniciáticos en la persona, marca un antes y un después
como finalidad en la transmutación de la esencia en su curso
preparatorio y existencial dentro de las órdenes; en igual forma se
busca trascender la condición de individualidad, para llegar a una
situación de realidad misma con el Ser Unitario. Un recorrido
esquemático desde el que se comienza a tomar conciencia desde la
oscuridad hasta llegar a la luz; al igual que se planteaba en los
tiempos de las concepciones platónicas. El alma, caída de las esferas
superiores al abismo terrenal, vive aprisionada en un cuerpo material
sin opción a escapar del karma (destino). Sólo a través de la
recuperación de su Naturaleza por medio de la liberación hacia su
materia prima, conseguirá aunar por el Uno la salvación con Dios. Es
entonces desde el conocimiento lo que determina la identidad entre el
Ser y el querer saber, el conocer y lo conocido; posibilitando con un
razonamiento considerado, de que lo que se conoce es por el ser humano;
caracterizándo a éste por lo que conoce. Este estado de conocimiento el
cual se propone, no tiene cabida alguna con cualquier clase de
erudición, teniendo en cuenta el estado de realización personal al que
hay que llegar al inundarnos un nivel contemplativo como etapa última a
la que se accede. Siendo desde ahí, cuando la Gnosis se hace palpable y
ocurre la revelación como conocimiento y evolución interior.
"Hasta ahora nada habéis pedido en mi nombre; pedid, y recibiréis, para que vuestro gozo sea cumplido"
S. Juan 16-24
4. Del simbolismo y el proceso iniciático
Particularmente,
al exponer un concepto de idea y las connotaciones importantes con que
el símbolo ha originado en la sociedad humana, tropezamos con lo
singular del asunto por intentar explicar el arraigo que éste ha
suscitado en los variados cuestionamientos de la vida y su interacción
con ella. Si de esto deducimos las características que se otorgan al
símbolo y las distinciones con que surgen de su base raíz, entraríamos
tal vez en la problemática de adecuar al mismo en un interés social y
común. También es cierto que las grandes tradiciones han utilizado al
símbolo en unos signos como lenguaje convencional y para el uso de
todos. Por ello, habría que sintetizar dentro de este campo los dos
aspectos que más envuelven a los ya conocidos, los símbolos naturales y
los culturales. En el primer caso, el símbolo natural procede del
inconsciente de la psique por sus contenidos, los cuales, nos inundan
desde su interior en infinidad de situaciones como modelo arquetípico en
su conjunto, unitario, o por sistema. En muchos casos se nos presenta
como algo inteligible, oculto, y sin un significado concreto con que
definir o nombrar. Pero transcurrido un tiempo llegan a definirse como
algo en sí, aunque no necesariamente, ya que éstos pueden necesitar un
período en que el proceso de maduración necesite de un trabajo
constante. Y en cuanto al símbolo cultural, del que generalmente
utilizamos en mayor frecuencia, nos provee de un significado ya
conceptuado en muchas ocasiones y empleado por tradiciones, religiones, u
otras sociedades, con un motivo de expresión al representarnos
determinadas verdades; ya sean filosóficas, metafísicas o de naturaleza
sacra. Toda esta clase de simbologías, conceptuadas o no, con o sin
desarrollo consciente, permanecen en nuestro más íntimo subconsciente a
la espera de ser despertado; aun así, los símbolos mantienen un poder de
naturaleza que por su constitución, desempeñan un papel de
consecuencias en la aportación emocional de la persona; ya sean para
bien o para mal. De ello, se alude a las consecuencias que comprometen
al ser humano en el hecho de contribuir a una influencia, cuando algunas
quedan expuestas al reprimirse en el individuo. Igualmente, al
conceptuar al símbolo desde un significado objetivo y en cierta manera
coherente a nuestra comprensión, llega a representarse generalmente como
convencional desde el punto de vista de algo o cosa sensible del que se
toma como signo figurativo de otra, pero no por ello de iguales
características; no necesariamente. El símbolo, ya sea éste un nombre,
una imágen, un dibujo o rasgo determinado, con esencia propia, tiene
concretamente la acción y el efecto de lo que por sí representa. Y por
ésto mismo, cuando la imágen y la emoción se encuentran acompañadas, en
compenetración mutua, se origina un mensaje de energía psíquica con
alguna clase de resultado; es entonces cuando el arquetipo por sí mismo,
cobra vida propia.
Queda
pues demostrado como en esta tradición, los símbolos, constituyen de
manera recíproca aquello que ha formado parte de un depósito
significativo. Estos elementos de los que el teúrgo toma en su conjunto,
corresponden simultáneamente a la cadena de la que él proviene y a lo
que ha derivado como un soporte universal en el devenir de los
acontecimientos. El trabajo con el que son desempeñados los símbolos,
son la base inexcrutable de una enseñanza en el que tienen un valor
fundamental cuando se exponen en los ritos y las prácticas con que se
desenvuelven en dichas ceremonias. En el momento que se accede a la
experiencia, los instrumentos de los que nos valemos resuelven
apropiadamente lo que más adelante dará lugar a sus frutos: una Gnosis,
como conocimiento que se recibe por intercesión de dios a través del
Espíritu; y un trabajo por la mente, con la obtención de unos resultados
desencadenando en un simbolismo. Apartir de aquí, este conocimiento
supondrá una garantía extra para trabajos posteriores en que la
meditación jugará un factor a tener en consideración. O aquellos
resultados de los que también dependerá por ser provistos de las
entidades con que se han operado. Si a esto le sumamos, un
enriquecimiento resultante cada vez que accedamos a esa parte de la
simbología, notaremos la incorporación de otros nuevos elementos en
consonancia a un caudal inagotable como fuente de vida. En
contrapartida, los símbolos, íntimamente ligados en la evolución del ser
humano, denotan un alto valor iniciático cuando despertamos por el
trabajo de nuestra conciencia, el motor de la intuición en semejanza
desde el Yo más profundo de nuestro Ser en interacción con la
autenticidad cósmica, en la que somos parte de ella. Esta enseñanza
también nos pone en relieve lo meramente idealizado como especulativo,
si este esfuerzo es minimizado al no pasar a otras formas de realización
personal y de trabajo interno, al poder obtener sólo una parte del
contenido de la transmisión; ya sea por su efecto independiente
proveniente de la cadena tradicional, o desde el hecho singular del
aporte histórico, bien sea virtual, imaginativo, etc. Sin embargo, esta
fuerza que emerge como energía viviente de la conciencia, no es algo
mecánico o ciego como podríamos suponer, ya que, al construir una imágen
o esencia de pensamiento en la mente consciente, derivará de la misma
en unión con los arquetipos profundos (si cabe su correspondencia) las
imágenes o sensibilidades sugeridas desde el fondo más interno de su
campo más sutil.
La
conciencia normal que todos nosotros conocemos como tal, debe saber
volcarse sobre sí misma y liberar la energía mental o psíquica de todo
lo que se encuentra en el campo subconsciente, con la intención única de
trabajar sobre ello. Esta parte consciente que ha tomado vida activa en
el trabajo de desarrollo con el subconsciente, tenderá por dicha
técnica, a que las imágenes emerjan en el consciente por medio de la
intuición, los destellos, sueños o visiones, para proyectarse como un
significado en su parte más racional. En las tradiciones mágicas las
imágenes que se emplean como fuerzas sugerentes y a modo instructivo,
son generalmente empleadas desde una selección requerida para que el
operador pueda construír sobre ellas, aquello que la mente evocará desde
su inconsciente colectivo. Por ello es importante que nos acojamos a la
tradición de la que provenimos, ya que, éstas imégenes o símbolos, han
quedado impresos o recogidos en esa corriente de pensamiento vibracional
y que comprende al cósmos; habiendose formado una energía con carácter
universal y una conciencia energética propia, con un poder de fuerza
sumamente alentador. En las operaciones de Alta Magia o Teurgia
Ceremonial, los miembros que se encuentran trabajando en la construcción
mental de algún símbolo concreto, despiertan colectivamente en la
visualización una carga energética y en pleno contacto con la energía
cósmica, aquello que sintoniza con el arquetipo simbólico y que
representa la corriente Divina. De esta forma, la fuerza idealizada como
imágen o arquetipo en la conciencia del opeerador, actúa como
transmisor de la energía referida y por ende, mantiene un vínculo
estrecho con todas las capas del Ser. Estos arquetipos místicos
convienen a ser indudablemente, una muestra de verdadera importancia en
sus indicios de antigüedad; conteniendo la carga o energía adecuada
desde su utilización en los Templos de Misterios. Por eso debe
enfatizarse en lo predominante del grupo en su unión a un propósito
común; de ahí la participación grupal de las mentes, como requisito
previo a esa toma de contacto de fuerza emocional en el alcance de los
objetivos. Cuánta más participación emocional en el sentimiento, más
poder se conseguirá en la construcción de los deseos; sin olvidar
entonces, la fuerza de poder que origina el pensamiento constructivo.
La
metodología del rito iniciático en la formación del Templo interior,
dignifica perfectamente la constitución de la persona de sus estados más
internos. Por lo general el conjunto de rituales que integran la base
completa e integral del Rito, representan la esencia homogénea de los
trabajos en el iniciado. Y al igual que ocurre con casi todas las
tradiciones marcadas por un patrón a seguir en cuanto a un
escalonamiento en el paso de los grados, en similares circunstancias se
determina en la persona una continuidad de ascenso en el desarrollo.
Desde
esta perspectiva nos encontramos con dos consideraciones a tener en
cuenta, una enseñanza propiamente dicha desde el aspecto iniciático, y
un lenguaje de conocimiento expresado a través de una transmisión.
Observando además en todo esto un estudio sistemático de cada logia o
Templo en la representación de los pasos a seguir: contenido de
enseñanzas en los símbolos verbales (en palabras "de paso", etc.),
símbolos de expresión corporal (formas de entrada en la logia, de
"batería", etc.), símbolos tonales o de color (pantáculo de la Orden,
vestimenta del iniciado, el Templo, sus distintos grados, etc.),
símbolos de expresión numérica (los pasos caminados en el ritual,
trazado de los nombres sagrados en el espacio, golpes de batería,
trazado de hexagrama, luminarias, etc.); siendo de gran valor la
enseñanza transmitida en todo el proceso iniciático. Y desde luego
partiendo de la base, en que la formación del iniciado en cada uno de
sus componentes es completamente utilitaria. Estos ritos iniciáticos
deben suponernos los medios adecuados y disciplinados, donde ofrezca una
estructura a desarrollar según los grados del Templo. El caso que nos
ocupa en la doctrina Martinista, los grados se desenvuelven por lo
general en dos clases: la primera clase que consta de los grados
Asociado, Iniciado y Superior Desconocido, y una segunda clase que
determina el cuarto grado de Superior Desconocido Libre Iniciador. Esto
es a modo definido lo que las órdenes Martinistas -en su mayoría-,
ofrecen a los que ingresan como candidatos en ésta gran tradición.
"Reconozcamos
también que la iniciación ritual es el medio más común y el más fácil
de ingresar en la Orden Martinista. Ella proporciona a todo aquél que la
recibe una poderosa ayuda. Un auxilio místico, en primer lugar, de los
Hermanos pasados o presentes, en comunión de los cuales nos permite
entrar más fácilmente. Ayuda moral y también material de los miembros
contemporáneos. Auxilio intelectual por el socorro que solicita en el
estudio de la doctrina, sea por trabajos en común, sea por la voz de los
adeptos más avanzados, sea, principalmente, por las tradiciones de las
cuales esos adeptos son el reflejo y que duermen en el seno de la Orden
esperando un príncipe cuyo amor vendrá a despertarlas".
La Iniciación ritual Martinista y su enseñanza -
Robert Amadou
("Louis-Claude de Saint-Martin y el Martinismo")
Las
disposiciones anteriores nos permiten afianzar algo más el acceso
fértil con que necesita la persona en su proceso de madurez. Por ello,
los pasos decisivos hacia una tradición determinada, permiten secuenciar
desde esa primera vinculación la influencia primordial que obtendrá el
miembro desde un primer momento. Por tanto, toda Iniciación es necesaria
como así támbién los distintos pasos por los grados de su proceso
iniciático, en la medida que suponga el coraje y el esfuerzo suficiente
por ésa andadura estrecha, angosta y de espinas. En este caso la
Iniciación como tal equivale a magnificar las cualidades del buscador
verdadero, en el empeño por pulir la piedra bruta al oro lustrado por
los filósofos. Cuando el corazón siente la llamada y se siente
predispuesto a iniciar el nuevo recorrido de la senda, ha llegado el
momento de entregarse a la Vida. Y si las dudas se cruzan en el camino
de la comprensión, éstas se convierten en pruebas para aquél que está
preparado y a la vez sometido a ese cambio de identidad desde un nuevo
estadio de purificación. Estas pruebas en las que el candidato se ve
enfrentado y en igual forma comprometido, sólo conducen a dos caminos:
el viaje a un nuevo estado de Ser con retorno a la Vía del Reparador -la
Reintegración-, o el descenso al infierno donde se encuentran los
mundos inferiores de su arcaica personalidad. Es fundamental no
obstante, tomar conciencia de los conflictos interiores que perturban al
ser humano cuando ahogan sus energías. descender a su parte oscura como
cumplimiento del deber hacia su conciencia; Reconciliarse, Regenerarse y
ascender nuevamente de retorno a la llamada interior, nacer para morir y
volver a renacer a una nueva Vida de su Ser; condición ésta de su
Naturaleza a consecuencia del plano material del que és, el que habita.
Una vez más, la Iniciación nos desvela lo que representa como
significado desde su raíz latina: Initium,
inicio o comienzo; y por supuesto desde la tradición que nos asiste,
nos referencia un "nuevo comienzo", un nuevo estado de Ser desde lo
sagrado.
"Esperad, y yo os revelaré todo misterio y todo pleroma, y nada os ocultaré a partir de hoy.
Mas
en perfección, yo os instruiré de toda perfección y de todos los
misterios que son en sí mismos el fin de todos los fines y la Gnosis de
todas las Gnosis, que hay en mi vestidura"
Instrucción de Jesús a sus discípulos
sobre los misterios - Cap. II
Pistis Sophia (El Evangelio de Valentino)
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