El Pueblo de Dios
Si
aducimos a que un gobierno, es aquél, en que se desarrolla la acción y
efecto de gobernar o gobernarse, comprenderemos también que en su basto y
amplio campo otras connotaciones y similitudes tienen su relación de
parentesco en dicho conjunto; desde un gobierno parlamentario, absoluto,
e incluso un gobierno representativo. En este aspecto, la teología
tiene mucho que decirnos; donde los estudios en materia religiosa y las
cuestiones relacionadas sobre Dios, el hombre y ciertas Iglesias,
enlazan sincréticamente de forma obligatoria en cuanto a la
representación de un gobierno. En igual forma, si una sinarquía
comprende a una autoridad compartida por varias personas, el concepto
teocrático también conlleva ciertas características semejantes y
relacionadas entre sí. Dicho esto, el significado de la teocracia puede
resumirse en lo siguiente: como la forma de gobierno en que la autoridad
es ejercida por los representantes de un grupo, o casta sacerdotal en
el nombre de un Dios. Otrora, siendo éste un fin deseado para
los tiempos venideros.
La teocracia (del término griego theos=θεοσ/Dios,
y cracia=/gobierno), determina sustancialmente, el aspecto religioso y
constitutivo en el argumento del concepto y de los elementos
compositivos de que constan dichas unidades de léxico. Esta forma de
gobierno, indiscutible, e influido por los principios de espiritualidad
con que es ejercido directamente por Dios, destaca primorosamente las
acciones de la que es acreedor. Asimismo, al rescatar la religiosidad
divina en un ambiente plenamente humano, y conforme al establecimiento
de una sabiduría y proyectada conscientemente por los hombres de una
sociedad, en cierta medida, realza el ensanchamiento de un conocimiento a
instaurar y el conveniente resultado como consecuencia de la relación
con Dios. La teocracia en sí misma, también comporta aquello de lo que
interiormente estamos formados, desde el sentimiento de búsqueda y
realización personal, hacia un estado de mejoramiento con nuestros
niveles espirituales más latentes. Por ello, esta búsqueda del
conocimiento como elemento de actuación por la experienciación del
hombre y de la mujer, enriquece notablemente el sistema teocrático por
el cumplimiento de los principios.
Esta
forma de gobierno terrenal, en la que el ser humano se hace partícipe
por los aspectos de cualidad en relación a lo divino, ha originado con
el paso del tiempo diversos ejemplos a seguir; y en este sentido, en que
ciertas Iglesias Gnósticas han querido llevar a cabo tan angosto tema
frente a toda la humanidad, se han visto correspondidas por la
incomprensión de las personas y poco valoradas en el campo de actuación
de su trabajo en el marco de las mismas. Desde esta perspectiva, sólo
una minoría selecta o rectora como elite de elegidos, es la encargada en
manifestar y exteriorizar aquellos elementos nobles y meritorios en la
transformación de dicha sociedad. ¿Cómo si nó, el Reino de los Cielos,
de la Jerusalén Celeste, puede llegar a reestablecer a través de unos
pocos el verdadero mensaje de Nuestro Señor? O, acaso, ¿estamos
realmente preparados para ser recibidos con el Principio Crístico? Es
bien sabido desde épocas remotas, sobre el papel fundamental que han
representado estas Escuelas de Sabiduría Divina y su Ministerio de Dios,
que de forma conjunta hacia la humanidad, han aportado desde el
silencio su más significativo grado de conocimiento. Esta antorcha de la
que han sido portadores, como cristianos y Servidores Desconocidos en
su más alta espiritualidad, se ajusta ampliamente como ciencia de
sabiduría en su herencia más íntegra. Asimismo, en su parte más
esencial, refiere al establecimiento del Reino de Dios en la Tierra.
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