Tu casa / Un proyecto de Shavei Israel
Leche y miel – Comentario a la parashá de Shlaj
Los Hijos de Israel han llegado a las puertas de la Tierra Prometida y se preparan para entrar y conquistarla. Han pasado casi un año al pie del Monte Sinai, después de haber recibido la Torá, construyendo el Tabernáculo. Luego siguieron un camino que podría haber durado solo once días y se alargó casi cuarenta días, hasta que mandaron a los espías.
Regresan los espías al cabo de otros cuarenta días y declaran que, efectivamente, “es una tierra que mana leche y miel” (Números 13:27).
Pero…
Siempre hay un ‘pero’ que lo estropea todo.
Puesto que los frutos son tan buenos, resulta que los habitantes del país, que los consumen a diario, ‘son fuertes y tienen ciudades inexpugnables, hay gigantes…’
Claro. Toda moneda tiene dos caras. ¿Qué esperaban? Aun así, la mano Divina lo prepara de modo que la fuerza de los fuertes no sirva para nada. “Tierra que devora sus habitantes” (id. 13:32), dicen los espías, explicando que a cada lugar que llegaban se encontraban con un funeral o dos. Sin comprender que se trata de una intervención divina, que eliminaba los últimos personajes dignos de hacer frente, de verdad, a los Hijos de Israel.
Sombra divina
En cada pueblo hay personas, pocas o muchas, dignas de ser consideradas ‘humanas’ de verdad. Personas con virtudes bien desarrolladas, bien cultivadas, que saben usar correctamente las aptitudes que han recibido, que se esfuerzan por conseguir nuevas aptitudes con las que hacer el bien a su familia, a su sociedad y al resto de la Humanidad. Personas que, sin ninguna duda, podemos considerar que poseen la ‘imagen divina’ en su verdadero sentido de la palabra.
Gracias a estas personas, que crecen en el seno de cada una de las naciones, puede desarrollarse el país en que viven, prospera y triunfa. Son como una ‘sombra protectora’ sobre sus compatriotas. No hay país que no tenga muchos o pocos de estos individuos. Debemos aprender a reconocerlos y a apreciarlos, estén donde estén.
Seguramente no se parecen en nada a lo que se nos antoja ‘una buena persona’ según los criterios judíos, ya que, seguramente, estará sumergida en idolatría, en ideologías erróneas o tendrá unos grandes defectos que nos impidan ver las virtudes que tienen y usan. Una cosa no debe borrar la otra, ya que la persona humana está formada por diferentes facetas y no todos son capaces de coordinar entre ellas y de ajustarlas mutuamente en un todo coherente. Son los Justos que hay entre las naciones, y son muchos más que los malvados, por supuesto.
Hasta que el país se deteriora hasta tal punto que los pocos individuos ‘a imagen divina’ sencillamente desaparecen del mapa. O porque los persiguen y asesinan, o porque se van a buscar un lugar más tranquilo: emigran. Y entonces queda el país sin protección. Es un juego de letras en hebreo, imposible de traducir: dice la Torá que “se ha apartado su sombra de sobre ellos” (id. 14:9), escribiendo ‘su sombra’ con tres letras hebreas: ‘tsadi’, ‘lamed’, ‘mem’ (= ‘tsilám’). Estas tres mismas letras son las que forman la palara ‘tsélem’ – imagen. Al decir que ‘se ha apartado su sombra’, también dice que ‘se ha apartado la imagen (divina)’.
Nuestra obligación, hoy y siempre, es ayudar en todo lo posible para que estas personas que aún conservan su ‘imagen divina’ prosperen e influyan positivamente sobre el resto de la población. Como ya digo, esto puede resultar muy ‘difícil’ a un judío, ya que seguramente estas personas pecan de idolatría o de algún otro problema, más o menos grave. ¿Cómo puede un judío apoyar a los idólatras? Por supuesto, no se trata de apoyar la idolatría, ¡D’ios no lo permita!, sino tan solo la faceta positiva de una persona que, por su gran desgracia, la está practicando. Debemos aprender a delimitar, ante nosotros mismos y ante ellos, los errores y los aciertos, para que quede bien claro que les apoyamos solo en las actividades positivas. Por supuesto, si somos capaces de ayudarles para que se alejen de sus errores y se centren en el servicio al Creador, mucho mejor, pero esto ya es otro tema…
Gigantes inestables
Los espías regresan con muestras de los frutos del país. Los frutos de la Tierra Santa tienen propiedades especiales, que dan una fuerza sobrenatural a quienes los consumen. ¿Qué hacer luego con esta fuerza? Esto ya es otra cuestión. Si ha desarrollado correctamente sus virtudes, sabrá usar estas energías para hacer mucho bien. Y si no, las usará para causar grandes daños. La Torá dice que los habitantes eran ‘hombres de medidas’, expresión usada también para hablar de las cualidades de cada uno, virtudes o defectos. Tenían unas medidas extraordinarias, mucho más allá de lo que puede encontrarse en otros lugares. Personas muy cualificadas. Pero, ¿cualificadas para qué? ¿Qué hacían con sus poderes, con sus cualidades?
La Torá dice que había un tipo de gigantes llamados ‘nefilim’. Es una expresión extraña. La palabra viene del verbo ‘caer’: los caídos, o los cayentes, los propensos a caer. Por una parte, son gigantes, por otra, son propensos a caer. Son inestables en su grandeza.
Tienen talento, aptitudes o incluso algunas virtudes, pero no han sido tratadas adecuadamente y por ello tienden a perderlas con gran facilidad. O a deformarlas. O a usarlas incorrectamente.
No niega la recompensa
Por supuesto, podemos añadir que, al faltarles la Torá, con todas sus indicaciones explicando cómo hacer buen uso de las cualidades, cómo pulir las virtudes, por supuesto que no podían llegar muy lejos. Aun así, debemos comprender que el hecho de que alguien no haya crecido con las enseñanzas de la Torá, no significa que, automáticamente, no pueda hacer buen uso de su talento, no pueda desarrollar sus aptitudes y ser muy buena persona. Para esto ‘solo’ necesita estar interesado en mejorar, esforzarse por ser buena persona, y, sin duda, el Creador le pondrá a su alcance los medios necesarios, según el interés que vaya demostrando en mejorar, para saber hacer buen uso de sus cualidades. De otro modo, sería una gran injusticia castigar a aquellos que no han tenido ninguna oportunidad. Al contrario, el Creador no niega la merecida recompensa a ninguna de sus criaturas.
La Torá es un instrumento que nos permite llegar ‘más allá’ de lo que hubiera podido llegar con instrumentos meramente humanos. Nos permite sacarle todo el potencial escondido a cada una de las aptitudes y de los talentos. Y nos permite enfocarlos mucho más fácilmente hacia la verdadera meta, el contacto del Hombre con su Creador.
Leche y miel
Por lo tanto, al hablar de ‘gigantes inestables’, estamos hablando de personas que se han confiado en su ‘grandeza’ y no se han preocupado en estabilizarla, en construirle una base amplia y sólida, en trabajar por definir correctamente cada una de sus virtudes y darles el desarrollo práctico que necesitan.
Es el peligro de quienes comen el fruto de la Tierra Santa: son frutos que proporcionan fuerzas sobrenaturales. Si las usa para bien, será muy bueno, y si las usa para mal, será muy malo. Los que tenemos el enorme placer de vivir en la Tierra de la Profecía, la Tierra Santa, debemos ir con mucho cuidado con esto, aprovechando las energías que nos proporcionan los frutos del país, leche y miel, enfocándolas hacia la meta más adecuada y sin permitir que se desperdicien en falsas metas.
Si sabemos hacerlo según las instrucciones de la Torá, llegaremos a grandes éxitos tanto a nivel científico como a nivel espiritual. Las instrucciones están en la bendición que decimos después del consumo de los ‘cinco frutos’: ‘comerlos con santidad y pureza’. Un tema que merece un estudio muy atento, en otra ocasión…
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