El
“hombre de pecado…
el hijo de perdición…
el inicuo”
de 2 Tesalonicenses,
el capítulo dos.
el hijo de perdición…
el inicuo”
de 2 Tesalonicenses,
el capítulo dos.
“Y ahora vosotros sabéis lo que lo detiene.”
-El apóstol Pablo había explicado este tema para la nueva iglesia en Tesalónica estando él todavía con ella.
“¿No os acordáis que cuando yo
estaba todavía con vosotros, os decía esto
?”
(2:5). De ahí, los cristianos en Tesalónica estaban informados,
conociendo la identidad del poder que detenía
la manifestación del
“hijo de perdición”
. Si lo conocían,
se deduce
que referido poder
, o entidad,
existía en el primer siglo de la Era Cristiana
, pues la segunda carta de Pablo a los tesalonicenses fue escrita a mediados del primer siglo.
“Vosotros sabéis lo que lo detiene.”
¡Lo sabían en aquel entonces!
Transferir este hecho al presente, aplicándolo al tiempo
presente como si no hubiese ocurrido en el primer siglo, es, sin
duda, un error de exégesis. Recalcamos: el poder que detenía la
manifestación del
“hombre de pecado”
existía en el primer siglo.
-¿De qué poder, o entidad, se trata? Del
Imperio Romano
, particularmente, de los emperadores y demás gobernantes
principales quienes eran paganos, persiguiendo algunos de ellos a la
iglesia.
“A fin de que a su debido tiempo se manifieste.”
-El
“hombre de pecado”
se manifestaría
“a su debido tiempo”
. Dios preveía su desarrollo en el tiempo oportuno,
advirtiéndoselo a la iglesia. No podía levantarse durante el primer
siglo debido a la oposición del Imperio Romano, pero al debilitarse
este y ser quitado de en medio, el
“debido tiempo”
, el tiempo propicio, se abriría, proporcionándose las circunstancias favorables para el surgimiento del peligroso
“hijo de perdición”
que cambiaría drásticamente a la iglesia, introduciendo y fomentando
“la apostasía”.
“Porque ya está en acción el misterio de la iniquidad.”
-Aun en el primer siglo se
comenzaba a sembrar la mala semilla que produciría la apostasía, o
sea, la simiente corrupta de la cual nacería el
“hijo de perdición”
. Al estudiar la historia de la iglesia de aquellos tiempos, concluimos que la
“acción”
diabólica principal que desembocaría en una apostasía casi total era la de
cambiar la organización
de las congregaciones locales.
-Guiados por el Espíritu Santo, los apóstoles constituyeron una
pluralidad de obispos
(al menos dos) en cada congregación (
Hechos 14:23
; 20:17, 28;
Filipenses 2:1
;
Tito 1:7-12
). Pero, poco a poco, las congregaciones cambiaron esta organización divina,
elevando a un solo obispo por encima de los demás, llamándolos “presbíteros”
. Luego, los “obispos principales” en las ciudades grandes
tomaron poder sobre las demás congregaciones en áreas aledañas,
creándose el puesto y el título de
“obispo metropolitano”
.
-El “pequeño cambio” inicial
pasó, al parecer, casi desapercibido, quizás como “evolución
natural” de liderato, pero resultó no “pequeño” sino enorme y
desastroso, conduciendo, a la larga, a la formación de la jerarquía
episcopal de la Iglesia Católica Romana, con su Papa como cabeza
universal de la “iglesia”. Por ser el cambio inicial
“insignificante” tal vez para una mayoría de los cristianos del
primer siglo, y del segundo, se clasifica como
“misterio de iniquidad”
, pues ¿a qué cristiano de aquel tiempo se le ocurriría pensar
que “tan pequeño e inocente cambio” abriera paso a una gran
apostasía, con el
“hombre de pecado”
al frente? El cambio aludido es muy evidente en los antiguos
escritos de los primeros “padres de la iglesia” (Tertuliano,
Ignacio, etcétera).
“Sólo que hay quien al presente lo detiene, hasta que él a su vez sea quitado en medio.”
-Durante los primeros tres
siglos de la Era Cristiana, el Imperio Romano persiguió una y otra
vez a la iglesia. Jamás permitiría que una jerarquía eclesiástica
fuerte se formara, mucho menos que se nombrara a un “emperador”, o
“Papa universal”, para la iglesia. “Detenía” el desarrollo de
semejante poder opositor.
-Pero, el Imperio Romano en Italia y el resto del occidente de Europa se debilitó, sufriendo la
“herida de muerte”
(
Apocalipsis 13:3
). Efectivamente, fue
“quitado de en medio”.
Sanada su
“herida mortal”
al convertirse al cristianismo el emperador Constantino,
estableciendo este un nuevo centro de gobierno, una “nueva Roma”, en
Constantinopla, llegó el
“debido tiempo”
para que entrara en escena el
“hombre de pecado”
. No tardó en hacer acto de presencia mediante las personas de
los obispos de las importantes ciudades quienes pronto tomaron no
solo el poder dictatorial espiritual sino también el poder secular,
político y hasta militar dondequiera que se les presentara
oportunidad. El récord histórico confirma ampliamente estos actos.
Conclusión. Las profecías de
2 Tesalonicenses 2:6-7
sobre
“lo que… detiene”
y
“ya está en acción el misterio de iniquidad”
fueron cumplidas durante los primeros tres siglos de la Era
Cristiana. Aplicarlas al presente es obviar el contexto de los
tiempos indicados, como también los hechos de la historia.
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