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martes, 5 de enero de 2016

ETIOPÍA: Lalibela en el día del entusiasmo

Lalibela en el día del entusiasmo
Lo religioso y lo pagano, el fervor y la danza, se mezclan en la extraordinaria fiesta de la Epifanía en la localidad etíope



La iglesia cavada en la roca de St. George, una de las maravillas de Lalibela (Etiopía). / J. Bratt
La escena es bíblica. Los rostros, el ropaje, los rezos, los cánticos, el fervor, el entorno grandioso de montañas peladas: uno se siente proyectado en medio del Antiguo Testamento. Los fieles, por millares, están esparcidos por todas partes, algunos sentados, otros de rodillas, otros tumbados. Casi todos, ellos como ellas, llevan un gran manto blanco que cubre por completo sus cuerpos escuálidos. Los hay que rezan, los hay que cantan y dan palmas, los hay que conversan en voz baja. Algunos vinieron en familia, con los niños correteando, otros en pareja, otros en grupos de amigos. Forman unos círculos concéntricos en torno a la carpa blanca que alberga lo más preciado, lo que vinieron a venerar: los tabot. Es decir, los cofres que encierran una copia de la sagrada Arca de la Alianza. Hechos de mármol, de alabastro o de madera de acacia, equivalen al tabernáculo de las iglesias católicas. Por la mañana, unas procesiones los han traído con gran pompa hasta aquí desde los diferentes templos de la ciudad. Y ahora, durante una larga noche de vigilia, toca venerarlos. Un vistazo furtivo al interior (una curiosidad excesiva provoca murmullos de desaprobación) permite divisar, debajo de la lona, los diferentes cofres, todos cubiertos herméticamente de telas adornadas de ricos bordados: y es que un tabot jamás puede ser visto por los ojos de los mortales.

Niños en la fiesta del 'timkat' en Lalibela. / S. Naessens
En otra carpa, unos sacerdotes de pie en círculo cantan, acompañados de tambores y címbalos, una melopeya que parece no tener fin. A cada escalón de la jerarquía eclesiástica corresponde un vestido distinto: los hay con un manto blanco subrayado por bordados de un rojo intenso, con vistosas capas negras, con casullas de múltiples colores ricamente ornamentadas, con vistosos turbantes blancos, con tiaras espectaculares que casi parecen cascos de gladiadores. Varios llevan un cetro en el que se apoyan para aliviar esta larga vigilia. El ambiente es místico, intenso en medio de la suavidad penetrante de las voces. El canto acaba envolviendo al visitante, embriagándole.
Tras una noche de fervor empieza, de madrugada, la parte central de la ceremonia. Los sacerdotes, blandiendo unas grandes cruces griegas, se acercan con mucha ceremonia a una piscina cercana en forma de...

 

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