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miércoles, 20 de abril de 2016

20 E$calofriante$ hi$torias de terror


 
Porque nos reimos cuando alguien se cae


LAS LUCES


Esta historia me la contó una chica de unos 16 años, y no le sucedió a ella, sino a su madre, una española que emigró a Alemania para buscarse la vida, teniendo que alquilarse una casa con su joven esposo que apenas tenía comodidades.

Eso sí, tenía visitantes misteriosos.

Al principio sólo eran sonidos, rasguños en la almohada que mantenía abrazada mientras trataba de descansar después de tantas horas de trabajo. Le asustó, cierto, pero mantuvo la calma y pensó que era su propio agotamiento el que la hacía tener alucinaciones auditivas. Los rasguños en la cama no son tan inhabituales ¿no?. Muchos los hemos oído. Son visitantes que quieren comunicarnos que "están ahí también, que no estamos solos".

La joven vivió con esa extraña experiencia unos días y terminó por acostumbrarse, pero una noche ocurrió algo terrible. Estaba tumbada en la cama, descansando, su marido estaba afeitándose en el cuarto de baño, y de pronto unas lucecitas de un tamaño algo mayor que el de las canicas, blancas azuladas y brillantes, comenzaron a salir de debajo de la cama.

Subieron, ascendieron hasta ponerse encima de ella, y bailaron.

La chica las miró estupefacta, tragó saliva y respiró profundamente. ¿Qué era aquello? ¿De dónde salían? ¿Qué las producía?

Y entonces las luces comenzaron a bailar con movimientos más bruscos, y una poderosa fuerza salió de ellas. La chica notó esa fuerza en puñetazos y patadas invisibles que la golpeaban y estampaban contra las paredes... Gritó, y su marido se cortó con la gillette. Cuando él iba a salir la puerta del cuarto de baño se cerró de golpe.

La joven española emigrante sufrió una paliza que la dejó destrozada, y no pudo hacer una denuncia, porque en qué comisaría de policía iban a escuchar semejante historia sin echarse a reir.

No volvió a ocurrirle porque volvió a España entre lágrimas y terrores.

Durante años jamás contó la historia, y cuando lo hizo, fue para contárselo a su hija -mi confidente-, quien me confesó que su madre no podía hablar del tema sin echarse a llorar y a temblar.

No es para menos. Su hija también lloró al contármelo
.


LA MANO INVISIBLE


Esta historia le ocurrió a una chica de unos dieciocho años que, según me confesó, apenas tuvo miedo. Y la admiro, pero yo sé que aquella no fue su única historia. Llamémosla Lorena.
Alguna vez, en la familia de Lorena ya había ocurrido que a sus hermanas les habían acariciado el pelo, la espalda o incluso empujado... La noche en que le ocurrió a Lorena este breve episodio dormía sola. Compartía habitación con su hermana pequeña, pero ella no estaba.
Se abrazó a la almohada, dejándose llevar por el sueño estirada y con el rostro hacia el techo. La almohada estaba agarrada por su brazo izquierdo, y allí permació todo el tiempo.
Cuando ya estaba empezando a dormirse ocurrió:
Un golpe seco debajo de su ombligo y encima de su pubis la despertó de golpe. Casi se levantó pero no lo hizo, tan solo permaneció quieta mirando a su alrededor y analizándolo todo: la almohada no había sido, seguía abrazada a su izquierda... estaba sola, nadie había tenido tiempo de entrar, pegarle y luego salir...
Pensó y recordó otro episodio, cuando un fin de semana se había marchado con unos amigos a celebrar un weekend en una casa de Icona en mitad de una montaña de Ayora. Todos iban a ponerse hasta arriba de tripis, pero ella no lo hizo. Tenía el suyo, pero no lo tomó, simplemente lo guardó.
La casa tenía apenas dos habitaciones: donde se dormía -un amplio cuarto donde había tirado en el suelo un colchón de matrimonio y una litera de madera-, y el salón, donde se pensaban correr la juerga.
Menos una pareja que se marchó a la habitación, el resto permaneció en el salón tomando tripis, fumando porros y bebiendo alcohol. La fiesta no acabaría hasta el día siguiente. Lorena, por algún extraño motivo, no hizo nada de eso, y decidió irse a dormir.
No era cómodo tumbarse allí con aquella pareja que -si bien no estaban haciendo nada- sí buscarían algo de intimidad, pero por algún motivo que ni ella sabía, Lorena decidió tumbarse en una esquina de la litera, con el cuerpo pegado a la madera, los brazos flexionados en dirección hacia su cabeza, sin apenas un sólo hueco por el que alguien pudiera hacer lo que hizo: tocarle el pecho.
No recordaba si era el izquierdo o el derecho cuando me lo contó, pero sí recordaba la sensación de pánico que sintió. Algo había tocado su pecho como si lo amasara, y no había espacio entre sus brazos para conseguir tal hazaña.
También en aquella ocasión, tras sentir un escalofrío en la espalda y notar cómo abría desmesuradamente los ojos por el miedo, analizó la situación. La pareja seguía tumbada en su rincón, y no había nadie más.
Su determinación fue más que sorprendente. Se dijo: si tengo que sufrir alucinaciones, al menos que sea con un tripi en el cuerpo. Curiosamente, el resto de la noche no le ocurrió nada más. Se comió su tripi, bebió alcohol y se rió con el resto de su grupo.


LA VISION


Esta experiencia le ocurrió a un joven francés y a su grupo de amigos. Me lo contó un verano y recuerdo la sensación de elevarme (¡¡¡estaba teniendo miedo!!! cuánto disfruté!)
Pero vamos a la historia:

Se habían reunido para hacer espiritismo y habían adecuado la habitación para que todo fuera más lúgubre. Les quedó bien, iluminados tan sólo por las velas encendidas, los amigos se dispusieron a practicar la ouija y durante un rato se estuvieron divirtiendo. Alguien les contestaba, aquello estaba animado.

Entonces uno de los chicos comenzó a hacer cosas raras y todos dirigieron sus miradas hacia él. El francés que me contó la historia alzó su rostro y vió algo más... algo que los demás no pudieron ver.

Dos fuertes manos aprisionaban la garganta del chico y apretaban, apretaban. La víctima abría la boca y buscaba aire pero nadie supo cómo ayudarle, tenían mucho miedo.

El chico que observaba miró hacia arriba y vió al dueño de esas manos. Tras la víctima, estaba su propio padre muerto años atrás.

El fantasma del padre que asesinaba al hijo más allá de la realidad... en forma de espíritu estrangulaba un cuello que los otros chicos veían desnudo, sin esas manos apretando y apretando...

Al final ocurrió lo impensable. La víctima se soltó de las manos y corrió en dirección a la ventana para lanzarse al vacío. Los amigos actuaron rápido esta vez y consiguieron cogerlo de las piernas salvándole la vida.

No sé qué habrá sido de aquel joven.


LA VENGANZA


Un verano de 1998 un joven al que llamaremo Alejo me pidió que le contara historias de miedo. Yo le pregunté si él tenía algo que contar y me dijo que conocía una historia que le había ocurrido el verano anterior a los padres de su novia (ella estaba en ese momento con nosotros y le horrorizaba contarlo así que dejó el relato en boca de Alejo).
Se habían reunido varios matrimonios en una terraza a pasar la noche charlando mientras las estrellas (y quizá alguien o algo más) les observaban. En un momento dado ciertas bombillas de la terraza se apagaron y encendieron como hacen las propias estrellas. Alguien bromeó echándole la culpa a los espíritus. Todo quedó ahí.
A la noche siguiente fueron a la terraza de otra casa siguiendo con la rutina veraniega habitual, y en un momento dado olieron a quemado y vieron humo. Asustados comprobaron que las llamas venían de la casa donde habían estado la noche anterior. Corrieron hacia allí y descubrieron que tan sólo ardía aquella parte en la que ellos habían estado sentados.
¿Fallo eléctrico que llegó hasta los sillones en pleno aire libre? ¿Unos espíritus cabreados porque les habían echado la culpa de algo que probablemente no habían hecho (¿o sí?).?
Aquellas parejas llegaron a pensar que aquel trozo de la casa estaba embrujado y todos miraron con respeto aquel incendio extraño que no se propagó.


ALGUIEN OBSERVANDO


A la chica protagonista de esta historia ya la conocéis, es aquella a la que hemos llamado Lorena.
Lorena solía pasar muchas horas sentadas frente a un libro o una máquina de escribir o unos folios porque le gustaba leer y escribir. Se metía en su habitación y pasaba allí el tiempo tratando de hacer algo productivo por simple placer.

En ocasiones notaba como si alguien le observase desde atrás. La sensación era tan fuerte que no podía evitar volverse, y allí solía estar su padre, en el umbral de la puerta, observándola en silencio con una sonrisa en el rostro, posiblemente orgulloso de ver a su hija tan entregada a algo.
- ¿Cuánto hace que estás ahí? -Le preguntaba.
- Un ratito. -Contestaba él.
Y así sucedió en muchas ocasiones. Lorena se acostumbró a saber que cuando notaba esa mirada en la nuca, insistente, invisible, detrás estaría su padre mirándola con cariño. Era bonito vivir una sensación así.

Un día escuchó su nombre.
- ¿Qué? -preguntó al tiempo que giraba el rostro.
Se asombró de ver que no había nadie, y entonces se preguntó si había escuchado una voz de hombre o de mujer y no supo contestarse. No le dio más importancia y siguió con sus quehaceres.

Volvió a ocurrirle, y esta vez notó que la voz estaba "pegada" a su oído. Quien hubiera dicho "Lorena" lo tenía que haber dicho en un susurro firme justo en su oreja. Pero no había nadie, estaba completamente sola en la habitación. Tampoco esta vez hubiera sabido concretar si se trataba de una voz femenina o masculina pero lo que sí tenía claro era que lo había oído lo suficientemente fuerte como para arrancarla de sus pensamientos.

Su padre murió. Alguien le dijo que aquella casa estaba llena de espíritus que desde hacía mucho tiempo esperaban la llegada de su padre, y más tarde tendría oportunidad para comprobar si aquello era cierto o no... pero esta es otra historia, no quiero desviarme.

Lorena estaba una tarde en su habitación cuando notó a su padre en el umbral de la puerta. Se giró porque sabía que estaba ahí, como siempre, y la sonrisa desapareció de su rostro cuando recordó que su padre ya no estaba porque había muerto. Sintió un escalofrío porque sabía que aquella sensación había sido tan vívida y tan fuerte como cuando el hombre estaba vivo, y no supo qué pensar.

De nuevo y durante un tiempo, siguió escuchando a alguien llamarle al oído y también la mirada clavada en la nuca, pero de nuevo y durante todo ese tiempo que duró, allí ya no había nadie.


LOS PASOS


En un complejo de apartamentos de El Saler, en las playas de la costa Valenciana, veraneaba una familia cuyos padres no pasaban casi parte del verano allí porque tenían trabajo en la ciudad. Generalmente la casa estaba a cargo de la hermana más mayor pero en aquella ocasión la madre SI estaba. Pero cansada, tanto que se marchó a dormir y lo hizo en el salón de la casa.
Mientras tanto, dos de las hijas (hermanas de nuestra querida Lorena), concretamente la mayor y la menor, estaban pasando un rato divertido abajo junto a dos invitados de la casa, un amigo de la familia de su edad, y una prima a la que llamaremos Merche (y que seguramente seguirá apareciendo por estos lares).
Se divirtieron haciendo experimentos de levitación que no resultaron y viajes astrales que sí que dieron algún que otro fruto. Ya entrada la noche la hermana pequeña se marchaba hacia casa mientras el resto quedaba abajo, ya más tranquilos, mirando las estrellas.
Entonces pasó algo: escucharon el susurro de unas pisadas, y muchos ojos atónitos descubrieron que las pisadas eran reales pero invisibles... estaban pisando el césped y se mostraban las huellas. Chillaron y corrieron hacia la entrada del edificio y entonces pasó algo más: las luces del edificio entero se apagaron y sobre él aparecieron otras luces, enormes, naranjas, casi fosforescentes, que venían en dirección al complejo desde la playa.
No soportaron el miedo y corrieron escaleras arriba hacia el hogar, donde justamente la hermana pequeña acababa de entrar. Se escondieron en la habitación agitados tratando de no despertar a la madre y hablaron de lo que habían visto.
Al día siguiente la madre les preguntó qué había pasado. Ella había presenciado algo pero no quería contarlo, antes quería escuchar las versiones de los hijos y amigos. Cuando terminaron de contar su experiencia, la madre les confesó que aquella noche entreabrió los ojos y vio, a través de la persiana no del todo cerrada y de sus agujeritos, unas enormes luces que se movían con mucha agilidad.
Este sería uno de tantos sucesos extraños que presenciarían los componentes de esa familia. En esta ocasión, Lorena tan sólo recuerda algún que otro grito. Su ventana estaba totalmente cerrada y ella no había visto nada.


EL GATO


No conozco a la persona que le ocurrió esto, ni siquiera de cerca, pero quien me lo contó fue una amiga de la víctima.

Un amigo suyo fue a la casa familiar de otro amigo, y le invitaron a pasar allí la noche. Accedió gustoso y comprobó que le habían dejado para él solo una habitación alejada, pequeña y algo fría, pero donde tendría intimidad.

La cama era algo dura y podía notar que el colchón estaba viejo y no era precisamente uno de esos modernos flex que tienen abajo un somier, pero no importaba, tan sólo iba a pasar una noche. Tampoco importaba aquel olor a viejo y a cerrado. Se recordó una vez más que tan sólo serían unas horas.

Y la noche le reparó una desagradable sorpresa.

Estaba ya dormido cuando le despertó una sensación de peso y ahogo. Abrió los ojos y sintió la presión en el esófago, una especie de peso muerto que le aprisionaba y le impedía respirar bien. De pronto ese peso cambió hacia otro lado de su cuerpo y hacia otro y hacia otro, y supo que alguien le estaba pisando...

Ahogó un grito de terror y trató de relajarse.

La experiencia terminó dejándole un miedo exacerbado en su interior que apenas le permitió conciliar el sueño de nuevo. A la mañana siguiente rememoró con escalofríos el suceso y supo que no lo había soñado, que alguien o algo había estado caminando por su cuerpo.

Preguntó a su amigo a quién perteneció la habitación y éste le contestó que a su abuela, pero que no se preocupara porque ya no estaba viva.

Indagando más descubrió que su abuela había tenido un gato que la adoraba. Y el fantasma de aquel gato, seguramente avisando al intruso que había usurpado la cama de la abuela, le había echo una visita y declarado la guerra. No hubo más guerra, por supuesto, porque el chico jamás volvió a dormir allí.



LAS RISAS DE LA BRUJA


En el complejo de verano de la playa del Saler en el que hablo en el relato de "Los pasos", ocurrió algo más. La familia de Lorena se hizo amiga de otra familia numerosa, concretamente de dos hermanos: Belén y Miki.
Belén era de la edad de la hermana mayor, y Miki salía aquel verano con Lorena.
Aquel verano era el verano en que la prima Merche y el amigo de la familia estaban pasando un mes, y en esta ocasión no había padres que vigilaran los actos de sus hijos.
Allí estaban Lorena y su hermana mayor (llamémosla Nieves), la prima Merche y el amigo de la familia (llamémosle Jorge), y los hermanos Belén y Miki (nombres también inventados).
Decidieron jugar a la ouija y como no tenían tablero, Lorena se ofreció a hacer las letras recortando trozos de las tapas de sus libretas y escribiendo las letras con un rotulador gordo.

Se pusieron alrededor de la mesa redonda rociando ésta con unas gotas de aceite para que el vaso se deslizara sin que apenas los dedos llegaran a tocarlo. Todo estaba previsto para poner las cosas fáciles al espíritu que viniera.
Comenzaron riéndose y bromeando. Entonces Nieves se puso seria y dijo que ya estaba bien.
- Concentrémonos de verdad.
Todos le hicieron caso. Ya nadie se rió con aquello de "espíritu, si estás ahí, danos una muestra".

A los pocos minutos Miki comenzó a golpear rítmicamente el vaso con su dedo. Estaba totalmente absorto con su mirada fija -aunque parecía perdida- sobre el vaso, y golpeteaba una y otra vez. Levantaba el dedo, lo dejaba caer sobre el vaso, y así repetidas veces.
Lorena tenía a Miki al lado y le pasó la mano por los ojos. Miki respondió bajando los párpados para no abrirlos durante un buen rato. Pero lo que ocurrió fue más que espeluznante.
En el mismo momento en que cerró los ojos, su dedó tocó por última vez el vaso, y acto seguido se desmayó sobre la mesa.
Como pudieron trasladaron su pesado cuerpo al sofá y lo dejaron allí preguntándose qué le ocurría. Entonces se dieron cuenta de dos detalles: Por un lado, de sus ojos cerrados se deslizaban lágrimas, y por otro, de su boca entreabierta se empezaba a escuchar una risa... una malvada risa femenina que parecía propia de una bruja.
Se asustaron sobremanera y Nieves le pidió ayuda a Merche:
- Tú tienes poderes Merche, haz que despierte, haz algo por favor.

Merche respiró hondo y salió al balcón para concentrarse en soledad. Era verdad, tenía ciertos poderes, no en vano decían que su propia madre era una bruja.
Mientras tanto Belén miraba nerviosa a su hermano, Jorge y Nieves se miraban y se preguntaban qué era esa risa que salía de su boca, y Lorena, desde los pies de Miki, miraba hacia el balcón rezando para que Merche pudiera sacarlo del trance.
Merche entró y se dirigió hacia Miki que seguía tendido en el sofá. Le cogió la mano, y con voz grave le dijo:
- Miki, despiértate.
Fue una orden. Y en un minuto los ojos de Miki estuvieron luchando por abrirse. Cuando al final lo hizo se sentía mareado y extraño.
Antes de contarle lo sucedido, Lorena le preguntó qué había sentido:
- Tenía frío y calor, todo se puso negro, y no recuerdo nada más.

Mientras trataban de tranquilizar a Miki, Lorena se dedicó a desmantelar la mesa. Todas las letras se iban a ir a la basura, pero algo llamó su atención. Una letra había salído perjudicada con el aceite, estaba manchada. Lorena la levantó, era la letra "L". Con estupor comprobó que el aceite había formado lo que desde nuestra infancia consideramos un fantasma, ese que hasta te puedes comer en helado o que aparecen en los dibujos infantiles. El fantasma tenía una especie de boca hacia abajo. Al darle la vuelta a la letra comprobó algo más: por detrás, la boca sonreía. Miki había llorado y había reído... aunque no lo recordara. Las letras mostraban ambos estados de ánimo.
Curiosamente Lorena no se percató de la relación entre estos dos detalles hasta que alguien, una amiga, lo relacionó y se lo dijo. Lorena cayó en la cuenta y desde entonces la historia le da más terror.

Pero hay una cosa más en esta historia: dicen que al terminar una sesión hay que romper el vaso para que el espíritu se marche de la habitación donde se ha hecho la ouija. Ellos tiraron el vaso desde un tercer piso... y no se rompió.


EL VISITANTE


En un apartamento de Gandía, Alicante, dos hermanas compartían habitación durante el verano. Por las noches salían hasta tarde y se acostaban antes de que amaneciera porque estaban de vacaciones y no tenían obligación de levantarse temprano. La hermana mayor se acostó y se quedó dormida en cuestión de segundos, tanto era el sueño que tenía. La otra hermana se entretuvo en el cuarto de baño unos minutos, y cuando apareció por la habitación se quedó boquiabierta durante el poco tiempo que duró el extraño suceso. Apenas quedaban unos minutos para que amaneciera, y un poquito de luz comenzaba a asomarse a través de la terraza, sin embargo la joven vio otra luz: una silueta brillante, blanquecina y alargada, que desde los pies de la cama alargaba unos brazos sin carne en dirección a su hermana dormida. Al entrar en la habitación lo que sin duda debía ser el rostro del ser se giró hacia el umbral de la puerta donde estaba ella y acto seguido la silueta se empequeñeció a pasos forzados como un fuego en movimiento y salió por la terraza. ¿Quién era aquel ser? ¿Les había pasado antes? Lo único que pude averiguar de aquella conversación que me pareció interesante era que la hermana dormida poseía en su paladar marcada en líneas la Cruz de Caravaca.


LA FAMILIA DE NANI


Nani tenía unos 16 años cuando me contó esto. Era una amiga de Lorena y por eso la conocí. Nani era una chica bajita con el pelo lleno de rizos y una melena semilarga. Era simpática y dicharachera, justo lo contrario de lo que se puede pensar en una persona que ha visto tantas cosas raras en su propio hogar.
Una de las historias tenía que ver con su madre. Estaba enferma, muy enferma, pero ningún médico le decía qué tenía. Los análisis de sangre no revelaban nada y los médicos se extrañaban de su delgadez, su rostro demacrado y su poca fuerza vital.
Un día el padre de Nani, aficionado a hacer viajes astrales, decidió que él la curaría. ¡Y lo hizo!. Sorprendeos cómo fue: mediante un viaje astral viajó hasta dentro del cuerpo de su esposa y allí reparó el mal. No contó detalles de lo que había hecho ni de lo que había "arreglado", pero lo cierto es que tras la puerta donde se encerraron se escucharon muchos gritos de dolor de la madre, y Nani puede constatar que después de aquella señal, la madre se recuperó.
En aquella casa los cuadros no se mantenían nunca en la pared, solían caer constantemente, y la familia decidió descolgarlos todos porque estaban hartos de recogerlos del suelo.
Nani, interesada por una novela de terror que había escrito Lorena, se la pidió para leerla. Era una novela sobre el demonio (entre otras cosas) y había asustado hasta la propia Lorena cuando lo escribía, tal era su intensidad. Pues bien, la novela se perdió en aquel extraño hogar.
Pocos meses después la familia se trasladaba a Barcelona. Nani puso toda su atención para ver si encontraba aquella novela sin publicar que con tanta pasión había escrito Lorena. Jamás apareció.
Unos meses más tarde Nani volvió a Valencia y Lorena volvió a preguntarle. ¿Por casualidad abriendo maletas y cajas tras la mudanza la habían encontrado?
La respuesta volvió a ser NO.
En aquella casa del terror, el terror había desaparecido. 


LA CASA ABANDONADA


En un pueblo de la Comunidad Valenciana ocurrieron estos hechos cuya noticia llegó hasta el periódico. A mí me lo contó alguien del mismo pueblo.
Cinco chicos se reunieron en una vieja y solitaria casa abandonada en mitad de tierras de huerta con el fin de hacer espiritismo.
Lo prepararon todo, comenzaron, y como en cada sesión que se precie, uno de ellos, el portavoz, hizo la cuestión de inicio: "Si hay alguien que te moleste aquí, dinos quien es y se irá".
El vaso indicó dos nombres, los dueños de los nombres se miraron sorprendidos y se despidieron de los otros tres. Volverían al pueblo caminando. Ya se verían más tarde.
Dejaron a los otros tres con su sesión de espiritismo y conversaron por el camino. Cuando llevaban unos cien metros andados escucharon un ruido y se giraron: la casa caía derrumbándose sobre los tres chicos que se habían quedado en la sesión espiritista.

A LAS 8


El chico en cuestión se llamaba Angel (no exactamente así, pero casi, obsérvese el significado del nombre: ángel). Tenía catorce años, y llevaba unos días en el hospital porque vomitaba todo lo que comía y tenía mucha fiebre. En pocos días de enfermedad su cuerpo se había estirado hasta el punto en que sobrepasaba los dos metros cuando lo metieron en la ambulancia, y tuvieron que flexionar sus rodillas en la camilla.
En el hospital le hicieron muchísimas pruebas buscando una causa. La madre sospechaba de un envenemiento, pero ningún médico supo decir qué tenía. ¡Sólo tenía catorce años y no había comido nada en días!. Su cuerpo no lo toleraba.
El ocho de abril de aquel año, su tía, nerviosa e impaciente porque los médicos llenaban a su sobrino de pastillas y no le curaban ni conseguían averiguar qué le ocurría, decidió irse del hospital y visitar al que fuera su pediatra durante años.
La madre salió a dar una vuelta por los pasillos del hospital mientras Angel hablaba con su hermano y la novia de éste.
- Me voy a morir.
- No digas eso, -le dijo la futura cuñada- aún tienes que venir a nuestra boda.
Cuando la madre llegó no quisieron decirle nada y les dejaron a solas. Angel tomó su reloj, puso la alarma y le dijo a su madre que dejara el reloj sobre la mesilla. La madre se giró, y la alarma sonó.
En ese mismo instante a su tía se le bloqueó el volante en la misma puerta del hospital. Un hombre que apareció de la nada le dijo unas palabras muy misteriosas, y acto seguido ella alzó la mirada y el tipo ya no estaba. El hombre y el bloqueo del volante le hicieron reaccionar y salió rauda del coche para entrar de nuevo en el hospital.
Cuando llegó a la habitación, todos lloraban.
Al sonar la alarma que Angel había puesto a las ocho el día ocho de abril, su alma abandonó su cuerpo, y su madre lo supo desde el mismo instante en que oyó el primer pitido.


VIAJE SIN CONCIENCIA


En los años setenta, un par de amigas viajaban por la vieja carretera de Ademuz en dirección a La Eliana, un pueblecito -entonces pequeño- con mucho terreno de chalets para veraneantes. Allí una de ellas tenía una casa y era donde se dirigían.
Era por la tarde y conducían con tranquilidad cuando el coche comenzó a hacer cosas raras. La radio se encendió de pronto y una brillante luz blanca se puso sobre ellas. Perdieron el conocimiento ambas, o al menos aseguraron no recordar absolutamente nada.
Al despertar estaban en el chalet, dentro del coche. Salieron aturdidas de él sin recordar cómo habían llegado hasta allí, y al salir comprobaron que el coche estaba como loco: el limpiaparabrisas estaba en marcha, los intermitentes se encendían y apagaban...
Jamás supieron lo que pasó y cuánto tiempo duró aquello, tan sólo podían recordar que salieron a mitad de tarde y que cuando despertaron era de noche y habían llegado a la casa.
¿Abducidas? Seguramente sí.


EL PRESENTIMIENTO


En los años setenta, un par de amigas viajaban por la vieja carretera de Ademuz en dirección a La Eliana, un pueblecito -entonces pequeño- con mucho terreno de chalets para veraneantes. Allí una de ellas tenía una casa y era donde se dirigían.
Era por la tarde y conducían con tranquilidad cuando el coche comenzó a hacer cosas raras. La radio se encendió de pronto y una brillante luz blanca se puso sobre ellas. Perdieron el conocimiento ambas, o al menos aseguraron no recordar absolutamente nada.
Al despertar estaban en el chalet, dentro del coche. Salieron aturdidas de él sin recordar cómo habían llegado hasta allí, y al salir comprobaron que el coche estaba como loco: el limpiaparabrisas estaba en marcha, los intermitentes se encendían y apagaban...
Jamás supieron lo que pasó y cuánto tiempo duró aquello, tan sólo podían recordar que salieron a mitad de tarde y que cuando despertaron era de noche y habían llegado a la casa.
¿Abducidas? Seguramente sí.


LOS RELOJES


En un viaje de Valencia capital a Cullera, lugar de la costa valencia al que ya estaban casi llegando, un matrimonio sudamericano sufrió un avistamiento del que no fueron realmente conscientes.
Era aún de día y sólo recordaban el sonido estridente de la radio y las luces que se acercaban hacia ellos cegándolos.
Nada más. No recordaban nada más.
Al despertar vieron que estaban en la cuneta, con el coche en marcha y en estado de semisueño. Despertaron y siguieron su camino mientras se preguntaban qué había ocurrido.
- ¿Qué hora es? -preguntó el marido mirando su reloj.
- Las cinco. -Contestó su mujer.- Pero está parado, no puedo asegurártelo.
El hombre se dio cuenta de que su hora coincidía con el reloj de la mujer pero le extrañaba algo: la tarde estaba acabándose, se notaba en el cielo.
Llegaron a los pocos minutos a Cullera y lo primero que hizo el hombre fue entrar en una relojería:
Todos los relojes marcaban las cinco de la tarde, y como el suyo y el de su esposa, todos estaban parados. El dueño iba de uno a otro poniéndolos en marcha, dándoles cuerda, mirando las pilas.
El sudamericano se presentó y le confesó lo que le tenía preocupado, a lo que el dueño de la relojería contestó:
- Hoy ha ocurrido algo extraño, todos los relojes de la tienda se han parado a las cinco de la tarde.


JOAN, LA VIDENTE


Tan sólo decir dos cosas: una que lo he contado como recuerdo que me lo contaron, y otra que he veraneado también en Cullera, y durante ese tiempo he visto avistamientos como una gran parte de sus habitantes. Algunas veces los periódicos recogían la noticia. Y siempre, siempre, venían del mar y de sus cielos..

En octubre de 1978 desapareció un niño llamado Carl Carter de su casa de Los Angeles, California. La policía barajó varias hipótesis al principio: ¿se había escapado de casa? ¿había sido secuestrado?
Entonces entró Joan en escena de la mano de un policía retirado que sentía la imperiosa necesidad de conseguir algo más, alguna pista por pequeña que fuera. Joan era vidente, y el policía recurrió a ella porque era bastante popular.
Joan les dio más motivos de preocupación: ahora tenían que encargarse de un triple asesinato, porque según ella, Carl estaba muerto y no era el único.
Animada por la policía, Joan dibujó como pudo el rostro del asesino y luego, un artista de la policía, le dió los últimos toques para que el dibujo fuera más preciso. Cuando le mostraron el retrato a los padres de Carl, el hombre dijo: "Se parece a Butch".
Butch. Harold Ray "Butch" Memro. La policía le detuvo en un hora y poco después el asesino confesó haber estrangulado a Carl. Respecto a los otros dos niños, Butch dijo que los había asesinado hacía ya dos años.


VISIONES Y PREMUNICIONES


Esta historia la vivieron Marjorie Tillotson y su hija Hellen, de 26 años.
Hellen vivía en un edificio de apartamentos al otro lado de la calle donde vivía Marjorie.
Una noche, Helen dormía profundamente cuando se despertó al escuchar fuertes voces. Era su madre que gritaba "¡Helen ¿estás ahí? ¡Déjame entrar!".
Helen se dirigió a la puerta y al abrir se encontró con su madre nerviosa. Marjorie quería saber por qué Helen había llamado a su puerta unos minutos antes.
Helen miró a su madre estupefacta. Ella no había salido, no había ido a casa de su madre, no había llamado a su puerta. Es más, se había acostado a las 11 de la noche y no despertó hasta ese momento.
Marjorie, alarmada, le dijo que aquello no era posible porque ella le había visto y había hablado con ella. Es más, según Marjorie, Helen le dijo que fuera inmediatamente a su casa sin hacer preguntas.
Entonces un estruendo las dejó atónitas y madre e hija corrieron para asomarse por la ventana: en la acera de enfrente, había había un escape de gas y como consecuencia había provocado una explosión en el edificio donde vivía Marjorie!.
Si en el primer caso Marjorie salvó la vida, aquí de nuevo hay un caso de premonición que... será mejor que leáis la historia:
El 20 de octubre de 1966, una niña galesa de 9 años llamada Eryl Mai Jones, le dijo a su mamá que había soñado que iba a la escuela y al llegar vio que el edificio desaparecía, que "una cosa negra la había aplastado". Al día siguiente fue a la escuela como de costumbre y... medio millón de toneladas de carbón de deshecho se deslizaron sobre el pueblo minero matando a 139 personas, la mayoría niños, y entre ellos Eryl.


LA VENGANZA DE CARMEN DESPUES DE LA MUERTE

En 1933 enterraron a un bella joven de sólo veinte años llamada Carmen en un cementerio de Avila, España. La joven, según decían, había muerto en extrañas circunstancias. No se conocía el motivo de su fallecimiento, pero en el pueblo se rumoreaba que había sido su propia hermana mayor, Angela, la que la había asesinado.
Angela era todo lo contrario a Carmen. Tenía un carácter totalmente distinto, antipático, y además no era bella como Carmen. Parecía constatada la envidia que Angela tenía por su propia hermana, así que el rumor parecía un hecho más que probable.
Y ocurrió que desde el fallecimiento de Carmen, Angela no volvió a descansar. Se cuenta que el espíritu de Carmen la persiguió implacable en todo momento del día y de la noche, acosándola con aire vengativo, recriminándole su fatal acto... el asesinato del que había sido víctima por su propia hermana.
Al parecer, Angela era la única que podía oir a su hermana, la "sentía" en su propia cabeza, y cada palabra pronunciada por el espíritu, le retumbaba en el cerebro produciéndole más ansiedad y más pánico.
Desesperada por aquel tormento, Angela enloqueció y se ahorcó en un árbol a los diez meses de enterrar a su hermana.


EL HOMBRE EN EL BOSQUE


Cuando era pequeña, esta chica a la que le ocurrió la historia y su hermano, dos años menor, solían quedarse solos en su casona familiar mientras sus padres trabajaban. Vivían en el campo, en una casa grande, y uno de esos días decidieron salir a jugar fuera y terminaron paseando por el bosque, al norte del pueblo de donde vivían.
Un día ambos niños vieron a un hombre sentado en una piedra. En lugar de tener miedo, la curiosidad les hizo acercarse. Aquel hombre era un anciano que vestía una túnica larga y blanca, igual que su larga barba, que le llegaba hasta el pecho. El hombre les vio y les hizo un ademán para que se acercaran. Los niños, confiados, se acercaron al extraño, y curiosamente se sintieron muy a gusto desde el primer momento, como si transmitiera su propia paz.
Sin hablar, el anciano con pinta de profeta, alzó las manos y con gesto de preocupación las posó sobre la frente del pequeño, el hermano menor (de seis años). Cerró los ojos y murmuró algo que ninguno de los dos niños pudo entender. Después se alejó de los niños y desapareció en el bosque.
Al día siguiente aquel hombre fue encontrado muerto por causas naturales bajo un árbol.


LA CASA DE CAMPO


Mi prima me contó cierta vez, que, en la casa donde ella vivía pasaban cosas malas, que ella presentía que ahí había algo, algo muy malo. Igual mi tía, que decía que desde que llegó a vivir ahí se sentía intranquila y se enfermaba seguido, que en las noches escuchaba ruidos, como rasguños en la pared, los perros aullaban hasta morir, y a veces cuando mi tía salía a ver qué pasaba, veía la figura obscura de un hombre bajo el zapotal de esa casa. Los perros aullaban al contemplar esa figura, y se retorcían en aullidos de terror. Bueno, así pasaba.
Un día decidimos mi abue, mi hermana y yo ir como de día de campo a la casa de mi prima. Cuando llegamos, el lugar era muy bonito, completamente en el campo, cerca había un riachuelo, mucha vegetación, etc. Desde el momento en que llegué me sentí intranquila, no sé, como que había "algo" en el ambiente que no me gustaba nada. Lo raro era, que era en pleno día, como a las 12 o 1 de la tarde y se sentía un miedo.... una sensación de pesadez.
Recuerdo que jugábamos con las Barbies en los lavaderos bajo una cobacha, entonces mi prima y mi hermana salieron a traer algo y me quedé sola. Empecé a sentir un miedo indescriptible, nunca había sentido algo así, presentía que algo o alguien estaba detrás de mí, viéndome, mirándome, entonces salí precipitadamente, con el corazón en un vilo, porque sentí que si permanecía un minuto más ahí, sola con "eso" atrás de mí íba a ver algo que haría que me muriera de terror.
A la semana, mi prima y mi tía abandonaron la casa porque les contaron que ahí otras personas veían al Diablo, veían como que había un incendio, escuchaban gritos, y muchas cosas más, y alguien más le dijo que los antiguos dueños de esa casa, igual salieron huyendo de algo que los atormentaba, todos los días, día y noche. No sé a ciencia cierta qué sucedió en ese lugar, que hasta la fecha sigue inhabitable.

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