http://www.larazon.net/2015/08/05/wapo-venezuela-proxima-a-la-bancarrota/
Venezuela se queda sin comida, sin cerveza y sin dólares. En otras palabras no camina hacia la bancarrota gradualmente sino que se dirige al foso a toda velocidad. El gobierno es el responsable.
El socialismo debió haber funcionado en Venezuela, más que en ninguna parte del mundo. Después de todo, se trata del país con las reservas de petróleo más grandes del mundo. Debería tener más petrodólares para financiar un sistema público. Pero en vez de crear un estado como el noruego, con un fondo soberano de más de 600.000 millardos de dólares, Venezuela adoptó un modelo más próximo al soviético.
Comenzó cuando el fallecido presidente Hugo Chávez convirtió la empresa petrolera nacional en su banco. Los beneficios de la renta salían, pero poca inversión entraba y como resultado, la producción cayó 25% entre 1999 y 2013. Las exportaciones petroleras cayeron casi el doble porque una gran cantidad del crudo venezolano se queda en el mercado doméstico con una gasolina subsidiada a 1,5 céntimos de dólar por galón.
Pero el gobierno venezolano no quiso solo controlar los petrodólares. Quería controlar todos los dólares. Así tendría el poder de decir a los empresarios, que necesitan dólares para seguir produciendo, cuál es el tipo de producción que necesita y a qué precio. Así, el régimen venezolano ha establecido un control cambiario de tres bandas que deja a las empresas —y a los compinches ¿Hay alguna diferencia?— acceder a un puñado de dólares a un precio 100 veces menor que en el mercado negro, con los que deben comprar los bienes a importar.
El único problema es que esto crea escasez cuando funciona y cosas peores cuando no. Eso porque el gobierno no solo decide a quién otorga los dólares preferenciales sino cuánto deben cobrar por los productos. Las compañías que no reciben dólares a tasa oficial pierden dinero si venden a los precios oficiales, así que no venden y dejan sus tiendas vacías. Pero incluso esas que reciben dólares baratos hacen más dinero vendiendo los dólares en mercado negro, así que también mantienen las tiendas vacías. En otras palabras, no es rentable para las compañías que no reciben subsidios suplir sus anaqueles, pero tampoco es lo suficientemente rentable para las que sí reciben dólares a 6,30 hacerlo. Esa es la razón por la que los supermercados en Venezuela no tienen suficiente comida, sus cervecerías no tienen los insumos para hacer cerveza y sus fábricas no tienen pulpa de papel para hacer papel toilette. Eso ha dejado a Venezuela bien suplida de una sola cosa: de colas.
A este ritmo, la hiperinflación no está muy lejos, si no está ya aquí. La inflación oficial de Venezuela fue de 68,5% en diciembre del año pasado, la última vez que se publicaron las cifras, pero ese indicador deber estar mucho más alto que los precios de importación. Es otro “default”, tal como lo señala Ricardo Hausmann, en un largo historial de “defaults” para el pueblo venezolano. La falta de comida, medicinas y otros productos básicos, en parte es el resultado de un gobierno que usa dólares para pagarle a acreedores internacionales en vez de a los domésticos. Haciendo que la moneda valga cada vez menos que el papel en que está impresa.
La pregunta es si Venezuela se quedará con lo único que le queda, además de las colas. La paciencia de los venezolanos ante un sistema económico que podría fallar aún más. Con las elecciones en puerta, el gobierno ha vuelto a hacer lo que siempre ha hecho: robarle a pocos para darle a muchos, esta vez ordenando a los almacenes de alimentos en albergues públicos.
El gobierno venezolano no puede permitirse dejarlos comer pastel, porque el pueblo venezolano realmente no puede costearlo.
Link original:
http://www.washingtonpost.com/news/wonkblog/wp/2015/08/05/venezuela-is-basically-bankrupt-again/?tid=sm_tw
Venezuela is basically bankrupt again
And the government is to blame.
Now, more than anywhere else, socialism should have worked in Venezuela. After all, it has the world's largest oil reserves, so it should have had more than enough petrodollars to finance a generous safety net. But rather than creating a Norwegian-style state, Venezuela has opted for a more Soviet one. It started when the late Hugo Chavez turned the country's state-owned oil company from being largely autonomous to being little more than his personal piggy bank. Profits came out, but new investment didn't go in, and, as a result, oil production fell 25 percent between 1999 and 2o13. Oil exports plunged twice as much, because so much of the country's crude stays home at the extremely subsidized price of 1.5 U.S. cents per gallon.
But Venezuela's government didn't want to just control the petrodollars. It wanted to control all the dollars. That would give it the power to tell businesses that need dollars to, well, stay in business what kind of prices, profits, and production they could offer. So, to that end, the regime has set up a three-tiered exchange rate that let companies and cronies—is there a difference?—get a hold of dollars for what is now 100 times less than the black market rate, which they are then supposed to use to buy imports with.
The only problem is this creates shortages when it works and worse ones when it doesn't. That's because the government doesn't just decide who gets cheap dollars, but also how much they and everyone else can charge. Companies that don't get dollars at the official exchange rate would lose money selling at the official prices, so they don't—they leave their stores empty. But even ones that do get low-cost dollars would make more money selling them in the black market than using them to sell goods at the official prices, so they don't as well—their stores stay just as barren. In other words, it's not profitable for unsubsidized companies to stock their shelves, but not profitable enough for subsidized ones to do so, either. That's why Venezuela's supermarkets don't have enough food, its breweries don't have enough hops to keep making beer, and its factories don't have enough pulp to produce toilet paper. That's left Venezuela well-supplied with only one thing: lines.
But now Venezuela is facing a new shortage. Oil is back down to around $50-a-barrel, which means the government barely has enough dollars to pay back what it owes, let alone dole them out to companies. So it's had to print more money than usual—which was already a lot—to try to paper over this problem. The result, as you can see below, has been a complete collapse in Venezuela's currency, the bolivar. Going by the black market rate, which is the closest there is to an actual one, the bolivar has plummeted from 79 per dollar last August to 687 today. That's an 89 percent drop in the last year, with 40 percent of that coming in the last two months alone.
At this rate, hyperinflation won't be far away, if it isn't already here. Venezuela officially had 68.5 percent inflation last December, the last time it published any numbers, but that figure should be much higher now that import prices are. It's just another default, as Ricardo Hausmann points out, in a long line of them on Venezuela's people. The lack of food, medicine, and any other basic item you can think of is, in part, the result of the government using what dollars it does have to pay foreign creditors instead of domestic ones. Making the currency worth little more than the paper it's printed on is just another way of doing that.
The question now is whether Venezuela will run out of the last thing it has left, besides day-long lines. And that's people's patience with an economic system that could hardly fail more than it already has. With elections looming, the government has gone back to doing what it always has, stealing from the few to give to the many, this time commandeering food warehouses to turn into cheap public housing.
Venezuela's government can't afford to say let them eat cake, because Venezuela's people actually can't afford to.
Matt O'Brien is a reporter for Wonkblog covering economic affairs. He was previously a senior associate editor at The Atlantic.
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