-. Son las seis de la tarde en las Colinas de Unare, un barrio obrero que está situado en Puerto Ordaz, una ciudad industrial al sur de Venezuela. Sentada frente a su modesta vivienda, Raiza Villa avista a sus vecinas. Una a una, se acercan para saludar. Mientras comparten muecas y mimos con Sofía, su hija de un año, las mujeres abordan el tema de moda en Venezuela: hacer cola a las puertas de los supermercados.
Minutos después, la conversación es la misma. No cambia el guión. No cambia la trama. Sólo los personajes.
-Buenas… ¿Qué día te toca comprar en el supermercado?
-El martes, ¿Y a ti?
-Ayer compré
-¿Y qué compraste?
-Lavaplatos… mañana van a vender. ¿Vas a ir?
- Sí, - responde convencida Raiza - nos vamos tempranito
- Ok.
Acordada la cita, estas mujeres se despiertan antes del amanecer para ser las primeras en la cola. ¿El objetivo? comprar pañales, uno de los productos prácticamente desaparecidos de los anaqueles de abastos y supermercados desde hace más de un año.
Al igual que el 30% de las mujeres en Venezuela, Raiza es madre soltera. Sin un ingreso fijo pese a contar con un título universitario como periodista. Ella tiene dos niños, por lo que cada día se arma de valor para adquirir los productos que tanto ella como sus pequeños necesitan. Corpulenta y de piel oscura, esta venezolana confiesa que su aguerrido temperamento se ha convertido en su mejor arma para defenderse de los tumultos – cada vez más violentos - que se forman en las kilométricas filas.
"Se me salieron las lágrimas", dice Raiza Villa al recordar a un hombre que, en una ocasión fue golpeado y vejado en medio de una de estas colas. "Ellos no respetan el orden de llegada, ni las listas de espera que se establecen para la compra", añade la periodista.
Ellos son los “bachaqueros”. Un término que en el lenguaje popular hace alusión al modus operandi de los bachacos, unos insectos que pertenecen a la familia de las hormigas y que pueden acabar con un cultivo entero en sólo una noche. En Venezuela ya es habitual señalar como "bachaqueros" a aquellas personas que acaparan en los supermercados todos los productos regulados, artículos de higiene y aseo personal, para luego revenderlos a precios hasta seis veces, o más, por encima del Precio de Venta al Público (PVP).
Para la economista social Olga Merentes, esta situación es un pulso entre necesidad y negocio. “Ya no hay un supermercado en Venezuela que no esté repleto de los llamados 'bachaqueros'. Ellos han creado una economía paralela. Muchos son profesionales o trabajadores que no logran llegar a fin de mes con una inflación del casi 100 %, y deciden hacer negocio en base a la necesidad que tienen las familias para comprar productos tan básicos como la leche o el papel higiénico”, relata.
Gabriel salió de la universidad con el título de contable bajo el brazo. Este hombre de 30 años imprimió 500 resúmenes curriculares que repartió durante ocho meses hasta que una empresa le ofreció un sueldo básico venezolano, que se traduce aproximadamente a 32 euros al mes. Padre de un niño, este sueldo sólo permitía a Gabriel poder cubrir una semana de gastos. Así que no se lo pensó dos veces cuando un cuñado le ofreció la reventa de alimentos y un bono de 50 euros a la semana.
A los dos meses, su mujer abandonó el trabajo como enfermera en una clínica que le pagaba 25 euros al mes y se sumó al negocio del bachaqueo. En la actualidad ambos tienen la misma rutina durante los siete días a la semana: a las tres de la mañana hacen la cola en el primer supermercado, y así un recorrido por otros tres locales hasta llenar el coche de productos. Luego con la mercancía en las manos, durante las tardes ponen a la venta los insumos conseguidos en una tienda improvisada a la puerta de su casa.
La inversión es más de tiempo que de dinero. Pero uno sale ganando su buen dinerito. Cada día invertimos un promedio de 3 mil bolívares (10 euros) y luego podemos llegar a ganar hasta 9 mil (30 euros).
El único temor para Gabriel y su mujer es que la delincuencia vuelva a tocar a su puerta. En el último año han sido robadosdos veces. Para ellos, estar vivos es por ahora la mejor ganancia.
-Buenas… ¿Qué día te toca comprar en el supermercado?
-El martes, ¿Y a ti?
-Ayer compré
-¿Y qué compraste?
-Lavaplatos… mañana van a vender. ¿Vas a ir?
- Sí, - responde convencida Raiza - nos vamos tempranito
- Ok.
Acordada la cita, estas mujeres se despiertan antes del amanecer para ser las primeras en la cola. ¿El objetivo? comprar pañales, uno de los productos prácticamente desaparecidos de los anaqueles de abastos y supermercados desde hace más de un año.
Al igual que el 30% de las mujeres en Venezuela, Raiza es madre soltera. Sin un ingreso fijo pese a contar con un título universitario como periodista. Ella tiene dos niños, por lo que cada día se arma de valor para adquirir los productos que tanto ella como sus pequeños necesitan. Corpulenta y de piel oscura, esta venezolana confiesa que su aguerrido temperamento se ha convertido en su mejor arma para defenderse de los tumultos – cada vez más violentos - que se forman en las kilométricas filas.
"Se me salieron las lágrimas", dice Raiza Villa al recordar a un hombre que, en una ocasión fue golpeado y vejado en medio de una de estas colas. "Ellos no respetan el orden de llegada, ni las listas de espera que se establecen para la compra", añade la periodista.
Ellos son los “bachaqueros”. Un término que en el lenguaje popular hace alusión al modus operandi de los bachacos, unos insectos que pertenecen a la familia de las hormigas y que pueden acabar con un cultivo entero en sólo una noche. En Venezuela ya es habitual señalar como "bachaqueros" a aquellas personas que acaparan en los supermercados todos los productos regulados, artículos de higiene y aseo personal, para luego revenderlos a precios hasta seis veces, o más, por encima del Precio de Venta al Público (PVP).
Para la economista social Olga Merentes, esta situación es un pulso entre necesidad y negocio. “Ya no hay un supermercado en Venezuela que no esté repleto de los llamados 'bachaqueros'. Ellos han creado una economía paralela. Muchos son profesionales o trabajadores que no logran llegar a fin de mes con una inflación del casi 100 %, y deciden hacer negocio en base a la necesidad que tienen las familias para comprar productos tan básicos como la leche o el papel higiénico”, relata.
Gabriel salió de la universidad con el título de contable bajo el brazo. Este hombre de 30 años imprimió 500 resúmenes curriculares que repartió durante ocho meses hasta que una empresa le ofreció un sueldo básico venezolano, que se traduce aproximadamente a 32 euros al mes. Padre de un niño, este sueldo sólo permitía a Gabriel poder cubrir una semana de gastos. Así que no se lo pensó dos veces cuando un cuñado le ofreció la reventa de alimentos y un bono de 50 euros a la semana.
A los dos meses, su mujer abandonó el trabajo como enfermera en una clínica que le pagaba 25 euros al mes y se sumó al negocio del bachaqueo. En la actualidad ambos tienen la misma rutina durante los siete días a la semana: a las tres de la mañana hacen la cola en el primer supermercado, y así un recorrido por otros tres locales hasta llenar el coche de productos. Luego con la mercancía en las manos, durante las tardes ponen a la venta los insumos conseguidos en una tienda improvisada a la puerta de su casa.
La inversión es más de tiempo que de dinero. Pero uno sale ganando su buen dinerito. Cada día invertimos un promedio de 3 mil bolívares (10 euros) y luego podemos llegar a ganar hasta 9 mil (30 euros).
El único temor para Gabriel y su mujer es que la delincuencia vuelva a tocar a su puerta. En el último año han sido robadosdos veces. Para ellos, estar vivos es por ahora la mejor ganancia.
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