CARACAS ES MEJOR CIUDAD QUE BOGOTÁ
Muchos
de los oficiales extranjeros que vinieron a Venezuela desde Europa a
luchar por nuestra independencia, escribieron páginas gloriosas en suelo
patrio. Todavía no se ha hecho justicia a todos ellos, destacándose
solo una pequeña porción, pero sin menosprecio de ninguna manera por el
recuerdo y agradecimiento hacia todos. En algunos casos la personalidad
del sujeto nos presenta aspectos dignos de ser comentados desde otro
punto de vista, no siendo el biográfico. Este es el caso del Coronel
James Rooke, oficial retirado del ejército británico, nacido en Dublín,
Irlanda, en el año 1770. Venía Rooke de una familia militarista, en la
cual abuelo y padre habían sido generales. El sigue la tradición
militar, pasando por una serie de eventualidades, participando inclusive
en la batalla de Waterloo, donde resultó herido, a las órdenes de Sir
Arthur Wellesley, duque de Wellington, vencedor de Napoleón Bonaparte.
Rooke
enviudó en 1814, trasladándose a Las Antillas en 1816, ya retirado del
ejército, donde vivía su hermana, casándose nuevamente pero no siendo
impedimento para que acudiera al llamado de su corazón por la causa
independentista de Venezuela. Al año siguiente, en 1817, lo encontramos
en Angostura, siendo admitido en el ejército con el grado de Teniente
Coronel, ascendiendo a Coronel al año siguiente.Desde el primer momento, Rooke se enamoró del campo venezolano. Siempre andaba contento y nada le hacía cambiar su opinión por el concepto de las cosas. Decía que el clima en los llanos era suave, saludable y superior a cualquier otro. Los soldados de su brigada eran los mejores del mundo y cuando uno de ellos moría, decía que se lo merecían y no se quejaba por la ausencia de alguno de ellos. Tenía fama de ser muy bueno, pero sin llegar a relajar la disciplina militar.
La única vez que se le vio disgustado fue en un enfrentamiento verbal que tuvo con uno de sus paisanos, el médico Foley, durante el inicio de la Campaña de Nueva Granada y que pudo haber pasado a mayores, de no ser por la intervención de sus compañeros. ¿Cuál fue el motivo de la disputa? Nada. Rooke sostenía que Caracas era mejor ciudad que Bogotá, mientras Foley opinaba lo contrario. La discusión terminó cuando les hicieron ver que ambos eran absurdos porque ninguno de los dos conocía ninguna de las dos capitales, ni siquiera por referencias de libros. Ambos personajes se rieron al instante y se abrazaron amistosamente.
CUANDO EL GENERAL PABLO MORILLO RESPETÓ
LA VIDA DE UN VALIENTE PATRIOTA
Nuestra
historia está llena de episodios épicos por donde se mire.
Destacarlos es nuestra tarea y en ese trajinar nos vamos topando con
ellos. La anécdota que vamos a reseñar ocurrió en el año 1820, cuando un
escuadrón de caballería Dragones, al mando del comandante Mellao,
perteneciente a las fuerzas patriotas del Coronel Juan Gómez, se
encontraban en el poblado de Carache, Trujillo. El ejército del General
español don Pablo Morillo se acercaba a dicho pueblo, resolviendo los
patriotas enfrentar la amenaza, mientras separaban de las filas a los
enfermos y discapacitados, enviándolos al pueblo cercano de Santa Ana,
mientras el Coronel Juan Gómez permanecía con 30 hombres, con Mellao al
frente, para enfrentar a Morillo.
El coronel Gómez tuvo pocas pérdidas, pero en un momento dado uno de sus dragones es derribado al caer muerto su caballo, quedándose solo en el campo. Apoyado sobre el cadáver del animal, el soldado tomó su lanza e hizo frente a toda la caballería española, matando a dos hombres españoles. Fue cercado y herido en múltiples partes del cuerpo, pero aún en esas condiciones, agarraba fuertemente el asta rota de su lanza y se defendía. Cuando los españoles se disponían a matarlo, Morillo gritó que no mataran a ese valiente. Fue conducido el soldado patriota al hospital de Carache, hasta que curó de sus heridas. A raíz de las negociaciones en relación al Armisticio que se celebraba entre los generales Bolívar y Morillo, este último entregó al soldado patriota, ya restablecido de sus heridas, al edecán del Libertador, Daniel Florencio O
CUANDO LOS MUERTOS RESUCITARON
Durante la guerra de independencia sucedieron muchos casos los cuales podemos catalogarlos como curiosos, cuando hombres fueron muertos en combate o ajusticiados por jefes realistas y sencillamente se levantaron de sus “tumbas” para continuar aportando glorias a la patria, gracias a su espíritu combatiente. Como ejemplo de ello, vamos a conocer algunos de esos casos:
El
coronel Manuel Villapol, militar español al servicio del Rey, se pasó a
las armas republicanas en 1810, participando en numerosas batallas y
combates, pagando inclusive prisión en el castillo de Puerto Cabello. El
caso al cual nos vamos a referir ocurrió durante la Batalla de Vigirima
(Estado Carabobo), el 25 de noviembre de 1813. Villapol comandaba una
de las fuerzas, bajo las órdenes del General José Félix Ribas, que atacó
al coronel realista José Miguel Salomón, quien al frente de su ejército
se encontraba atrincherado en la serranía, con ventajas por las
pendientes y profundos barrancos. Precisamente, por uno de esos
barrancos, cayó herido Villapol, dándosele por muerto. Allí estuvo
veinticuatro horas, ya que se encontraba prácticamente dado por muerto,
cuando fue encontrado por sus compañeros. El Libertador dijo de él en un
discurso en Caracas el 2 de enero de 1814: “El bizarro coronel Manuel
Villapol que desriscado en Vigirima, contuso y desfallecido, no perdió
nada de su valor que tanto contribuyó a la victoria de Araure…”. Tres
meses después, el 28 de febrero de 1814, Villapol pagó su deuda con la
muerte al perder la vida en la batalla de San Mateo, combatiendo al
sanguinario José Tomás Boves.
El
siguiente episodio corresponde al oficial Celedonio Sánchez, bravo
llanero, héroe de la acción de Las Queseras del Medio, en el Apure, bajo
las órdenes del General José Antonio Páez, y que en 1821 se inmortalizó
combatiendo en Carabobo, con el grado de teniente coronel y sirviendo
como edecán del General Páez. El caso al cual nos vamos a referir
ocurrió en Valencia en el año 1814, cuando el comandante realista José
Tomás Boves, había sitiado dicha ciudad durante varios días, no logrando
vencer la resistencia patriota al cabo de varios encuentros. Boves
aceptó una capitulación honrosa presentada por los jefes patriotas, pero
una vez firmada la misma no la acató, haciendo asesinar en masa a
militares y civiles en forma inhumana. El oficial Sánchez se encontraba
en esa oportunidad como uno de los defensores de la ciudad y fue mandado
a decapitar por Boves, acto que se ejecutó en la plaza principal, en
unión de otros prisioneros. Sánchez recibió un machetazo en el pescuezo,
y dejado por muerto. En la noche, su esposa retiró el cuerpo para darle
sepultura, pero al ser trasladado a su casa dio señales de vida. La
familia, en su desesperación, llamó al cura del sitio, quien examinó la
herida del pescuezo, notando que no era de gravedad. A riesgo de su
vida, el sacerdote escondió a Sánchez bajo el altar de la iglesia hasta
que, restablecido de su herida, pudo salir de la ciudad y reunirse con
los combatientes patriotas.
Otro
caso a relatar involucra a uno de los edecanes del Libertador Simón
Bolívar en 1821, de apellido Ibáñez, Un año antes había sido hecho
prisionero en un encuentro con fuerzas realistas cerca de la población
de Ocaña, en Nueva Granada. Inmediatamente se ordenó su fusilamiento, el
cual se ejecutó de inmediato. Ibáñez recibió un tiro en la cabeza y dos
en la mano derecha. Una vez desfallecido, sus ejecutores lo despojaban
de sus vestidos cuando súbitamente apareció una guerrilla patriota,
poniendo en fuga a los realistas. El cuerpo de Ibáñez yacía en un charco
de sangre. Los patriotas abrieron una fosa para enterrarlo y cuando se
disponían a depositar el cadáver en el hoyo, Ibáñez dio señales de vida,
quejándose del dolor de sus heridas. A este valiente oficial aún le
quedaba mucho aliento para seguir luchando.
El
último caso a considerar se trata del joven subteniente Pedro Buroz
Tovar, quien a los 15 años se había alistado en el ejército del General
Francisco de Miranda, en 1812, y ese mismo año fue herido en el combate
de Los Guayos y dejado por muerto. Pasó toda la noche tendido en el
campo, siendo recogido al día siguiente por unos campesinos y llevado a
Valencia, donde fue recluido en la iglesia por el cura del pueblo,
sanando sus heridas, en compañía también de su hermano Venancio, de 17
años quien fuera capturado en el mismo combate y se había fugado de los
realistas. La nota triste es que ambos hermanos combatieron
posteriormente en la Batalla de Araure, en 1813, siendo herido
nuevamente Pedro y viendo morir a su hermano Venancio. Pedro Buroz muere
en la Batalla de San Mateo, en 1814, a los 17 años de edad. Como dato
adicional, otro hermano mayor, el Capitán Lorenzo Buroz, había muerto en
un combate en las afueras de Valencia el 12 de agosto de 1811,
sirviendo bajo las órdenes del General Miranda. Tenía 25 años de edad.
Casos como estos fueron repetitivos en nuestra historia y hoy los recordamos como hechos muy curiosos, dignos de ser comentados.
EL LLANERO Y LA DOMA DE CABALLOS
En
los llanos la caballería era el arma principal durante la guerra de
independencia. Le daba al ejército una excelente movilidad y facilidad
para atravesar los caños y los ríos. En estas localidades geográficas la
infantería era casi nula y esta era la principal ventaja del ejército
llanero sobre los españoles. Los caballos y el ganado, primer rublo
alimenticio de los llaneros, se encontraba en abundancia y sencillamente
los patriotas los tomaban donde se encontraran. El llanero a caballo era invencible. Diestros jinetes formando una sola unidad: hombre y caballo. De esa forma el manejo de la lanza era un arte, magistralmente ejecutado por los llaneros. Ya lo decía el refrán popular: “El hombre para ser hombre, tres cosas debe tener, buen caballo, buena silla y una zamba a quien querer”. Como domadores de potros salvajes, el llanero venezolano no tenía rival. Era un ritual que todos seguían. Lo hacían al “pelo”, es decir, saltando sobre el animal, sin silla alguna, tomándolo por las crines, empezando el caballo a dar saltos y corcovos, acompañado de dentelladas a las piernas del jinete. Era prácticamente un huracán desatado, y así, hombre y bestia, bailaban una desenfrenada danza hasta que el hombre vencía y apaciguaba al animal. Todo llanero era un excelente domador de caballos.
Pero domar un caballo en forma individual no era lo más impresionante. Había otra forma más espectacular, cuando se hacía por escuadrones. Se encerraban los animales para amansarlos en forma grupal. Al darse la orden de “a coger los caballos por escuadrones”, salía la tropa respectiva y cada hombre lazaba a su caballo, tapándole los ojos con un trapo y ensillándolo con las precauciones del caso. Una vez todos montados, les quitaban las vendas de los ojos y allí comenzaba el espectáculo de ver unos 500 hombres saltando al unísono sobre los caballos. A los flancos se colocaban oficiales en caballos mansos, no para socorrer al jinete que caía, sino para correr detrás del caballo suelto para que no se fuese con la silla, la cual consistía en algo rudimentario: una silla hecha de palo de madera aderezado con unas correas de cuero crudo. De allí en adelante, cada hombre tendrá en su caballo un amigo, el cual lo acompañará durante sus lances, conviviendo juntos en las buenas y en las malas.
Los mismos españoles reconocieron la invencibilidad del llanero venezolano, por lo aguerrido y diestro, tanto en el manejo de la lanza como en los caballos. En los campos de batalla se movían a su antojo, ya sea en formaciones compactas o en forma individual. Podían quitar la silla del caballo en cualquier momento, sin bajarse del animal, pasar un río a nado abrazado al mismo y lo más importante: el uso excepcional de su enorme lanza, única en su especie, lo cual le permitía llegar al soldado enemigo con mucha antelación al esperado.
"O USTED ME FUSILA O YO LO FUSILO A USTED"
Hay
casos en los cuales se puede vislumbrar cual será la conducta futura a
seguir por alguna persona, en base a respuestas conflictivas en un
momento dado. Tal es el caso de Francisco de Paula Santander, quien
estuvo muy ligado a la vida del Libertador Simón Bolívar. Veamos el
siguiente episodio:
Corría
el año 1813 y Bolívar ha culminado exitosamente la Campaña de Cúcuta.
Para el logro de los objetivos había contado con el apoyo del Coronel
neogranadino Manuel del Castillo, Comandante Militar de Pamplona, pero
ambos se habían distanciado por mutuas desavenencias propias del
carácter fuerte, tanto de Bolívar como de Castillo, y que a la larga
producirían fuertes roces y divisiones entre venezolanos y neogranadinos
El Gobierno de la Unión le otorgó el mando del Ejército a Bolívar para
la próxima campaña en Venezuela, quedando Castillo como segundo
comandante, para disgusto de ambos.
Mayor Francisco de Paula Santander |
Bolívar
envía al Coronel Castillo para la población de La Grita, para eliminar
la amenaza que representaba el Coronel realista Ramón Correa, refugiado
allí desde su derrota en Cúcuta, a lo cual Castillo retardó
deliberadamente por dos semanas las operaciones, apoyado en tales
dilaciones por algunos de sus oficiales, entre ellos el Mayor Francisco
de Paula Santander. Una vez completada la misión, Castillo convocó a un
Consejo de Guerra en Táriba, sin autorización de Bolívar, con la
intención de informar al Congreso neogranadino de las dificultades para
iniciar la campaña en Venezuela y su desconfianza hacia el General
Bolívar; sin embargo, el Congreso neogranadino autorizó a Bolívar a
continuar con sus planes. Castillo, quien seguía mostrando signos de
descontento, solicitó al Congreso su separación del mando, siendo
reemplazado por el Mayor Francisco de Paula Santander.
Algunos
oficiales adictos al Coronel Castillo le siguieron de regreso a Nueva
Granada y había peligro que la división completa se desintegrara. Su
nuevo comandante, el Mayor Santander, era adicto al Coronel Castillo y
también deba muestras de descontento. Bolívar quiso cortar drásticamente
con esta situación y saliendo de Cúcuta se presentó en La Grita, al
tiempo que la tropa se formaba un tanto sospechosa. Le ordena a
Santander iniciar la marcha a lo cual el oficial le contestó que no
estaba dispuesto a cumplir con sus órdenes, respondiéndole Bolívar
severamente: “Marche usted inmediatamente. No hay alternativa, marche
usted: ó usted me fusila ó positivamente yo lo fusilo a usted”. La
división inició la marcha, pero el Mayor Santander no se unió a la
misma. Regresó a Nueva Granada, desprendiéndose Bolívar de estos dos
jefes, quienes habían influenciado en el desaliento de las tropas. Lo
demás es historia: la Campaña Admirable fue un triunfo total.Con respecto al Mayor Francisco de Paula Santander, el destino y la guerra lo volverá a unir al General Simón Bolívar…
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