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martes, 15 de septiembre de 2015

7 BASES MILITARES DE USA EN COLOMBIA.... MIENTRA EN VENEZUELA ESPERAMO LA MEGACOLA PARA IR A VOTAR EN "DEMOCRACIA PARTICIPATIVA Y PROTAGONICA" PA RECUPERAR LA ASAMBLEA NACIONAL CORRE LA VOZ...UNID@S SOMOS MAS¡




Por Diane Lefer y Héctor Aristizábal
publicado primavera 2010, ¡Presente!
En el otoño de 2009, Funcionarios de los EE.UU. y de Colombia firmaron un acuerdo que concede a los Estados Unidos el acceso a siete bases militares en Colombia por diez años,
generando fuertes críticas por parte de grupos de derechos humanos, que temen
que esta expansión del rol de los EE.UU. en Colombia signifi cará una mayor intervención militar, mayor desplazamiento interno de civiles y más muertes innecesarias en la guerra civil colombiana que ya lleva varias décadas.

 Con este acuerdo, que viene inmediatamente después de la pérdida de acceso a las bases militares en Ecuador, los Estados Unidos aumentará sus vínculos con militares conocidos por perpetrar los peores abusos de derechos humanos en el Hemisferio Occidental, un alarmante indicio de lo
que puede esperarse de la Administración de Obama y su promesa de cambio. ¿Realmente cambia algo este acuerdo? Creemos que sí. (En nuestra página web, estudiamos con detalle la historia de cada una de estas bases. Más información aquí.)

La decisión de la Administración de Obama de ejercer el poderío militar de EE.UU. en un grado hasta ahora desconocido amenaza con desestabilizar toda la región. Sí, países sudamericanos han tenido sus escaramuzas en la frontera y breves conflictos armados, pero una presencia importante de los EE.UU. en las bases colombianas crea un escenario para lo que potencialmente podría ser una guerra de importancia en el continente. En la Segunda Conferencia Internacional para la
Abolición de Bases Militares Extranjeras, en diciembre de 2009, los delegados de doce países de
América Latina se reunieron en Buenos Aires, Argentina y se comprometieron a cooperar en una campaña que busca que otras naciones sigan el ejemplo de Bolivia y Ecuador, dos países que tienen una prohibición de bases extranjeras escrito en sus respectivas constituciones nacionales.

Por desgracia, creemos que el aumento de la presencia de EE.UU. llevará a los vecinos de Colombia a responder a esta ansiedad con la compra de más armas e invertir más en sus ejércitos nacionales. Colombia, Venezuela, Brasil, Ecuador y Perú gastarán en sus ejércitos el dinero que podría y debería ir a mejorar la calidad de vida para todos sus ciudadanos.

En tanto el Congreso perdió la fe en el Plan Colombia luego de una inversión de más de seis billones de dólares en diez años, el Departamento de Defensa ha aprovechado el presupuesto militar para mantener el mismo tipo de fracasadas políticas - haciendo hincapié en soluciones militares a los problemas sociales - con una supervisión aún menor del Congreso.

Circulan rumores acerca de un acuerdo: el presidente colombiano Uribe aprueba el acceso a las bases de EE.UU. a cambio de apoyo por parte de Obama al Acuerdo de Libre Comercio (TLC) respaldado por Uribe. Mientras este TLC beneficia a las grandes empresas y a los ricos terratenientes, amenaza las condiciones de vida de los minifundistas y de los agricultores
 de subsistencia en Colombia, en tanto los Estados Unidos continuará subsidiando
 a su agroindustria. En el marco del TLC, los Estados Unidos podrían regular su propio sector
  financiero, pero a Colombia no se le permitiría hacerlo. Colombia no podría dar preferencia a las empresas locales en la adjudicación de los contratos de compras del sector público o privilegiar de modo alguno a las empresas colombianas por sobre las empresas transnacionales.

Toda economía mundial exitosa ha pasado por un período de protección y desarrollo de su propio comercio y base industrial. El TLC le presenta a Colombia obstáculos casi insuperables para
hacerlo. Mientras que los ricos se volverán más ricos a través de su participación en los programas multinacionales, la mayoría de los colombianos quedarán atrapados en una retrógrada economía basada en la exportación de recursos naturales, productos de monocultivo como los biocombustibles y materias primas, que se basan explotación de la clase obrera.

En lugar de un Acuerdo de Libre Comercio, Colombia necesita un programa de Comercio Justo que fomente el desarrollo de una economía competitiva en el siglo XXI. El gobierno de Uribe trágicamente sigue estando comprometido con el neoliberalismo. Un mejor modelo está siendo probado en otras partes del continente: la Alianza Bolivariana para las Américas (ALBA) se basa en la  idea de la integración social, política, y económica entre los países de América Latina y el Caribe y en una visión de bienestar social, trueque y ayuda económica mutua. Propuesta por
 Venezuela en el 2007, al menos ocho países han firmado el acuerdo de cooperación internacional.

 Lo que distingue a la Colombia de hoy, además de su continua adhesión al neoliberalismo es la total impunidad de los criminales militares, paramilitares y políticos. En Argentina y Chile, los autores de crímenes de lesa humanidad cometidos durante las “guerras sucias”, están enfrentando las consecuencias de su responsabilidad en las mismas. Mientras tanto, en Colombia, los jefes paramilitares detenidos cuando comienzan a declarar sobre sus conexiones con funcionarios gubernamentales de alto rango y con los EE.UU. y con empresas transnacionales, son rápidamente extraditados a Estados Unidos para enfrentar cargos de narcotráfico, poniéndolos así fuera del
alcance de los fiscales  colombianos, organizaciones de derechos humanos , las víctimas y sus familias. No sólo los autores colombianos siguen gozando de impunidad por sus crímenes del  pasado, sino que estos abusos siguen ocurriendo.

Este nuevo acuerdo que da a los militares de los Estados Unidos acceso a siete bases, es una representación más del fracaso inevitable proveniente de las políticas que se basan en el paradigma militar. En Colombia, como en Afganistán, el poder militar ha fracasado y está destinada al fracaso.
 En ninguno de los dos países los militares pueden hacer una mella en el tráfico de drogas. En ambos países, un débil gobierno central tiene poca o ninguna presencia en gran parte de su territorio - a excepción de presencia militar - e incluso ni proporciona los servicios básicos en muchas regiones. La acción militar inspira insurgencia y resistencia, mientras que caudillos y funcionarios corruptos del gobierno siguen lucrando con la guerra.

La justicia social es el camino hacia la paz.

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