Lech Walesa, fue el líder sindical que comenzó estas “Revoluciones de Terciopelo” en Europa. Premio Nobel de la Paz en 1983, Walesa fue el primer presidente democrático de Polonia, y a 20 años del colapso comunista, hoy es el renovado portavoz de un ideal más acorde a los tiempos: la globalización de una democracia ética y sustentable. ¿Su sueño? Ganar otro Nobel, por esta labor.
Por: Cristina Ávila-Zesatti – Corresponsal de Paz
Fotos de Retrato: Roberto Ferro/ Mondaphoto
“Es una gran ironía que la revolución de los trabajadores impuesta por la Unión Soviética haya caído precisamente por un movimiento de trabajadores que pedían mayor libertad (…) sin Lech Walesa el sindicato Solidaridad jamás habría existido en Polonia, y sin la acción de Polonia, el poder de la URSS quizá se habría congelado durante años (…) nadie puede negar a Walesa su lugar en la historia”.
Esta es la descripción de Time Magazine sobre líder sindical polaco. La publicación norteamericana lo nombró ‘El hombre del año’ en 1981, y se adelantaba –o quizá profetizaba- al Premio Nobel de la Paz, que le sería otorgado a Lech Walesa dos años más tarde.
Y ese lugar en la historia del que hablaba Time, está lejos de quedar vacante. El que fuera el primer presidente elegido democráticamente en Polonia, (1990-1995) ha dejado atrás al electricista de las revoluciones sindicales, pero no ha per dido su personalidad eléctrica. Conserva su particular bigote y su energía, mientras que sus ideales por el bienestar social y los derechos humanos –como él mismo, en su físico- parecen haber embarnecido y madurado.
Su lugar en la historia, hace mucho que saltó las fronteras polacas, y el cofundador del movimiento “Solidarność”, que ahora le habla al mundo, sabe que las grandes revoluciones implican grandes riesgos.
La revolución de hoy, es una revolución global y de valores
A Walesa le preocupa ahora la globalización, pero en su muy particular idea del concepto, y su ideal de paz está íntimamente ligada a temas como la economía y la igualdad social:
“Hoy Globalización es un concepto vacío, sin un contenido definido” -dijo Walesa durante una reciente conferencia dictada en la Ciudad de México- “¿Cuál es el mejor sistema para este siglo? Con seguridad no es el actual, porque la desproporción es enorme: 10 % de la población ostenta el 90% de la riqueza y eso no es sostenible”.
De acuerdo. Ni los datos son nuevos, ni la petición que hace Walesa por un mundo más justo es unipersonal ni sorprendente. A diferencia de su lucha contra un régimen autoritario como era Polonia en 1970, res ulta evidente que los conflictos de hoy han dejado de ser ideológicos o meramente libertarios, para convertirse en verdaderas guerras de poder o en movimientos que reivindican igualdades económicas.
Lo que resulta sorprendente, es la crítica que hace al capitalismo actual un hombre que peleó para derrotar a su antítesis, -el comunismo-, y que impuso en su país una serie de cambios, entre ellos, precisamente, la de la economía de libre mercado
“Quizá nuestra victoria fue demasiado grande. Un sistema cayó pero nada sustituyó a eso que se hundió, entonces el capitalismo se alzó como la única opción, no hubo otra vía y por eso hoy tenemos una situación álgida. No todo fue malo, por supuesto, al menos las fronteras en Europa se desdibujaron. Pero el mundo actual necesita un sistema social diferente, y un sistema económico realmente globalizado, también en el sentido humano”
Amigo personal del fallecido Karol Wojtyła, (el Papa Juan Pablo II), Lech Walesa nunca ha ocultado que su fe católica lo mantuvo durante aque lla huelga polaca de los 80, y que cambiaría la geopolítica del mundo desde los astilleros de Gdansk. Y sus creencias lo acompañan en cuanta conferencia o entrevista que sostiene.
Una pequeña pero tenaz imagen de la virgen de Czestochowa, -patrona de Polonia-, la misma que “custodió” su lucha sindical y su ascensión a la presidencia, va siempre prendida a su solapa. Sin embargo, Walesa no busca un nuevo sistema mundial de unidad religiosa.
Por el contrario, el ex mandatario afirma que el nuevo “modelo social del siglo 21” debe edificarse sobre valores universales, donde quepan todas las creencias, y aún incluso, los individuos que no son religiosos. Entonces y sólo entonces, la paz será posible.
“No hay un solo camino para la búsqueda de paz. Y actualmente disminuir las desigualdades sociales es nuestra principal tarea. Tenemos que comenzar a pensar en términos realmente globales. Debemos comenzar a sentirnos ciudadanos del mundo, hacer que los niños se vean a sí mismos no como personas que viven en un trozo de tierra, porque eso sólo crea más aislamiento. La visión global es hoy nuestro desafío.
La marca de la esperanza
Lech Walesa nació en 1943, apenas un año después de que la maquinaria nazi iniciara el exterminio masivo de judíos, y Polonia era “territorio alemán” desde 1939; pero el fin de la Segunda Guerra Mundial trajo a los polacos “la liberación soviética”, que pronto demostró sus propias perversiones. Dos regímenes totalitarios marcaron a toda su generación.
A los 37 años Walesa saltó una valla que 10 años después lo llevaría a la presidencia de Polonia. En 1980 escaló la barricada para unirse a la huelga de los astilleros de donde había sido despedido. Decenas de sus compañeros habían mue rto en las cruentas represiones de un partido de Estado formado por trabajadores que impedía la libre asociación laboral.
Ni él mismo podía saber que comenzaba así no solamente una revolución, sino una revolución pacífica, que además, desencadenaría otra serie de “revoluciones de terciopelo” en los Estados satélite de la Unión Soviética. El 9 de noviembre de 1989, cayó el muro que partía Alemania en dos: era el penúltimo estertor de la URSS antes de su total desmoronamiento en 1991.
El carácter pacífico que tuvo el proceso de transición en Polonia lo hizo un modelo de transformación mundialmente reconocido, y consciente o no de sus magnitudes, lo inició el fundador de Solidaridad, Lech Walesa, que en 1987 escribió el libro “Un camino de esperanza” y que hoy, a sus 65 años, parece aún empecinado en mejorar al mundo.
“Yo creo en la posibilidad de un mundo pacífico y solidario. Esa es mi esperanza, y lo sé porque viví en tiempos mucho peores. Nosotros hicimos una revolución y la hicimos sin odios, rodeados por soldados y misiles. Las generaciones actuales tienen más libertad que ninguna otra, viven en un mundo más abierto; por eso ahora la tarea es de todos para el mundo, tenemos que crear una democracia sustentable”
Ha dicho ¿Democracia sustentable?
Quienes lo conocen mucho o poco coinciden en su descripción. Walesa es un político innato, que además se ha curtido con el tiempo.
Durante su época de revolucionario fue detenido y perseguido, obtuvo la impensable legalidad del primer sindicato de la era comunista y después se sentó en la primera silla presidencial de Polonia legitimada por las urnas, fuera de la custodia soviética.
De 1990 a 1995 le marcó un nuevo rumbo a su país, que sin embargo le negó la reelección (obtuvo apenas el 1% de los votos) y eligió a un ex partidario del comunismo polaco. Ha sido acusado de espía, de ser autoritario en su política e intolerante en su trato, lo han tachado de fanático; y aunque nadie se atreve a negar que es carismático, algunos han afirmado que es “pueblerino y poco sutil”.
No hace poco, el ex presidente polaco enviaba un mensaje político a los países que hoy se dicen re volucionarios: “Hay muchas palabras, demasiadas palabras y demasiados pocos actos”.
Y precisamente porque viene de la boca de Walesa, un hombre más de acción que de palabras, surge con más fuerza la duda: ¿Qué es lo que él entiende por este término de Democracia sustentable?
“Democracia es libertad, pero la nueva estructura que yo propongo es un sistema que realmente nos exija también tener responsabilidades. Pensando de manera global, cada ciudadano debe hacer su parte para mejorar al mundo. Todos sin excepción tenemos hoy el desafío de hacer nuestra contribución, en la política, en la economía… y hasta con la basura que generamos, la democracia sustentable pasa por supuesto por la ecología”.
El creador de la Fundación Walesa, un organismo no lucrativo que desde Polonia se encarga ahora de estimular el diálogo interreligioso, de hacer investigaciones sobre los movimientos sociales y sobre el nuevo patriotismo global que promulga el ex líder sindical, va mucho más allá en la explicación de su particular concepto de “Democracia”.
Un concepto que sin duda hoy, suena revolucionario y por lo mismo, contiene cierta carga de agitación social… ni más ni menos que como la personalidad misma de Lech Walesa:
“La crisis a la que hoy asistimos en el mundo es porque estamos atrasados en proporcionar soluciones para esta nueva era. Ya no cabemos más en los Estados… viviendo entre fronteras. Insisto en “la globalización”: tenemos que pensar en estructuras más grandes. La economía falló por unos pocos hombres que invirtieron irresponsablemente. Estamos atrasados en tener un control global de los bancos, debería existir de hecho un sistema bancario para el mundo, vigilado por el mundo”
El plazo de un revolucionario: un periodo no mayor a 5 años
Walesa se afirma y se regodea en su capacidad de soñar que” lo imposible es realizable”, pero acepta que los cambios no los hace un individuo, sino la unión de muchos, persiguiendo un mismo ideal ¿No fue esa la mecánica de Solidaridad?
De 1939, año de la ocupación nazi, a 1989 fecha de la llegada de la democracia en Polonia, pasaron 5 lustros. En 1990 el Premio Nobel se estrenaba en una presidencia poco halagadora y más que un sueño cumplido, el cargo pudo haber sido una mala pesadilla: hacer frente a un país que pasó medio siglo consumido por dos opresores político-militares.
Pero el electricista de los astilleros de Gdansk, supo cómo iluminar a un país en tinieblas: inició un programa de privatización y reforma económica, buscó energía en el apoyo internacional, cambió las bombillas de la industria obsoleta, y encendió las luces de las industrias apagadas.
Walesa dejó su cargo presidencial 5 años después, “pero mis ideales prevalecieron aún sin mi” dijo en una ocasión a la prensa española que le cuestionó su fracaso electoral, que él nunca consideró como algo personal.
Sobre la base heredada por la transición, en el año 2000, Polonia estaba ya encaminada en la solución de problemas macroeconómicos, y antes de que pasara un lustro más, en 2004, los polacos pasaron a formar parte de la Unión Europea. El retraso de 50 años se había saltado todos los obstáculos en apenas 15.
Y así, con la seguridad de un guía que conoce el terreno, Lech Walesa afirma hoy que de aquí a un lustro deben operarse en el mundo cambios significativos, y si para él la paz mundial está hoy ligada a la igualdad económica, uno de los principales retos en este periodo de tiempo será disminuir tangencialmente las brechas entre la riqueza y la pobreza.
“Debemos lograr un sistema incluyente. Donde los valores sean consensados y que puedan trascender credos y nacionalidades. Hablo de un código de circulación global en varios aspectos de nuestra vida. Reglamentos que sean aplicables a todos. Esto es probablemente la globalización a la que no hemos llegado todavía. Estoy hablando de entidades donde todos podamos participar, pero también y sobre todo: vigilar; de una banca para el mundo que no sea controlada por un país o un grupo poderoso; hablo de estructuras totalmente nuevas… por eso es necesario reformar lo que hoy tenemos y dejar de pensar como razas o como países, para empezar a vernos como ciudadanos del mundo. Eso es para mí el código de la nueva globalización”
Ejemplos y coincidencias… y más preguntas que respuestas
Solidaridad, el concepto de unión sindical que luego se convirtió en un movimiento social con influencia desde Polonia para todo el mundo occidental, llegó a tener en su mejor momento 10 millones de afiliados.
Para imaginar la fuerza que la lucha no-violenta de Walesa tuvo hace casi 30 años, basta decir que hoy ese país tiene alrededor de 38 millones de habitantes, y que su “revolución aterciopelada” le cambió las fronteras a la posguerra europea.
El cambio que propone hoy el también autor del libro “De la lucha al triunfo” (1991) se antoja cuando no inimaginable, por lo menos lejano. Pero Lech Walesa ha afirmado una y otra vez en la confianza de sus ideales, exclusivamente polacos en el pasado, y hoy mundiales, o “globales” como él mismo los califica con insistencia.
Para la problemática estrictamente económica, el ex presidente polaco no duda en aludir algunas de las soluciones de Mohamed Yunus, su colega entre los laureados con el Premio Nobel de la Paz (2006), cuyos micro-créditos lograron “pacificar” el conflicto de la pobreza en Bangladesh.
“Pero nosotros los Nobel de la Paz” no hemos logrado convencer al mundo de que las cosas que hacemos son posibles… han sido posibles”, se lamenta Walesa antes de partir de su breve estancia en la ciudad de México.
“Yo no tengo todas las respuestas, -sonríe ante la pregunta de las vías para el pacifismo moderno- pero si el mundo quiere evitar la crisis, debe establecer un sistema social que beneficie cada vez más a los pobres”.
Su compat riota, el falle cid o periodista Ryszard Kapuściński, conocido como ‘el reportero del tercer mundo’ difería de Walesa al afirmar que “la globalización nunca salvará al mundo”.
Sin embargo, el escritor de la pobreza y el sindicalista laureado, casi contemporáneos, coincidían en un vital desafío de nuestros tiempos: “el encuentro con el otro, con todas sus diferencias, como única vía para conquistar la paz”
El artífice de la Solidaridad se ma rcha de México, y flota en el aire la respuesta final que da sobre su sueño personal en la actualidad:
“Quisiera que el mundo comprendiera esto”. Guiña el ojo y agrega: “si logro que lo comprendan, tal vez me darán mi segundo Nobel”.
Tal vez....
Según sus pronósticos, hacen falta 5 años o menos para ver “su versión del mundo globalizado” y si así fuera, Walesa no tendría que enviar a nadie a recoger el premio, como sucedió en 1983, cuando no pudo abandonar esas fronteras polacas que la solidaridad de su movimiento ayudó a definir de otra manera.
Corresponsal de Paz
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