Mayo, 2017.- En medio del torbellino social que se vive en Venezuela, donde en las calles comparten espacio la esperanza y la represión, una imagen, se ha quedado grabada en la mente y en los corazones de los venezolanos.
La de ella, la señora de cabello canoso, de unos 60 años de edad, que en absoluta calma se plantó valientemente frente a una tanqueta (vehículo antidisturbios) y no se movió a pesar de que intentaron quitarla con agua y gas lacrimógeno.
Decidida y sin temor quiso impedir que los guardias avanzaran hacia los manifestantes. Unas personas intentaron resguardarla pero ella no cedió. Cada vez que la tanqueta retrocedía para esquivarla, ella avanzaba, incluso fue empujada lentamente con el vehículo para apartarla, pero no hubo manera.
Allí estaba ella, representando a la mujer venezolana, a la madre, a la luchadora, a la que no se deja amilanar por las circunstancias. Sin nada para protegerse más que una mochila, una gorra con el tricolor nacional, la bandera atada al cuello y una toalla para cubrirse la nariz. Se mantuvo con coraje pero serena cerca de 10 minutos aguantando los estragos del gas. No habló, solo daba pocos pasos, se colocaba las manos sobre su cara y en un momento imborrable, cerró los ojos y posó su rostro en la tanqueta.
No se sabe bien que pasó luego cuando fue montada en una moto con dos policías. Al parecer no la detuvieron sino que la dejaron ir.
Ella, la madre anónima, no buscó reconocimiento pero alzo su arma no violenta. Ella, la mujer anónima, puede ser la madre de cualquiera de los jóvenes que allí estaban, de un manifestante o un policía. Ella, se convirtió en un ícono del sentir de las madres que buscan detener tanto dolor, de la resistencia anclada en el anhelo de un mejor porvenir.
De origen portugués, como miles de venezolanos, “la señora de la tanqueta” manifestó desde su anonimato que se encomendó a Dios porque sabía que la protegería y que su lucha es por volver a tener el país maravilloso que consiguieron ella y sus padres cuando emigraron de Portugal.
En las redes sociales la bautizaron con muchos nombres y calificativos: "valiente", "heroica", "una esperanza", pero el que considero que la describe mejor, es “Señora Libertad”. No sabemos si tiene hijos o no, pero se ha ganado el amor de un pueblo que ha visto en su ser a una madre, a una guerrera. A usted, nuestro respeto y admiración, con su acto heroico ha sensibilizado a millones de personas. A usted, en estos tiempos difíciles que vive su país en los que quizá no hay espacio para celebraciones, de parte de los hijos de Venezuela, quisiéramos poder darle un gran abrazo en el Día de la Madre. Dios la bendiga “Señora Libertad”. Natalia Sardi Pérez
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