Empezamos en esta ocasión una serie de artículos sobre el preludio del primer acto de . Esta es una obra ciertamente singular dentro de toda la producción wagneriana, no sólo por ser el último drama musical compuesto por el genio de Leipzig, sino también por su carácter, marcadamente estático (como Tristán e Isolda) y con una música muy peculiar, donde la música puede no sonar tan “avanzada” como en Tristán, pero en realidad contiene mayores innovaciones. El hecho de que éstas no se perciban como disonancias no hace sino confirmar dos cosas:
1) que Wagner seguía siendo fiel a su principio de evitar las estridencias, por muchas disonancias que escribiera, y
2) que Wagner había alcanzado tal maestría en el uso de las disonancias que sabía escribirlas de forma que sonaran bellas y reposadas (un sentimiento inherente a Parsifal; el mismo Wagner confesaba que había armonías que no eran posibles en Parsifal, porque arruinarían el sentimiento).
Todo esto nos habla, como bien dice Martin Gregor-Dellin, de un “vanguardismo de vejez, para el que no hay equivalente en el fogoso lenguaje artístico de los jóvenes. Lo audaz con el ropaje de una soberana serenidad”.
Una de las mayores singularidades de Parsifal es precisamente el material temático con el que se construye la obra, pues gran parte de él aparece comprimido en la frase que inicia el preludio del primer acto; esta frase se conoce como Tema de la última cena, ya que la cantan las voces con el texto: “Tomad mi cuerpo, tomad mi sangre, por amor de nuestro amor”.
Lo primero que nos llama la atención son las numerosas síncopas, esa notas que empiezan en las partes débiles del compas, lo que contribuye a dar una sensación de ritmo libre, de infinito, de indeterminación. Esto contrasta con los motivos que aparecen en las otras obras de Wagner, que suelen empezar en los tiempos fuertes del compás.
La confusión tonal que genera el re becuadro (cambiando momentáneamente la tonalidad de La bemol mayor a Do menor) no hace sino aumentar dicha sensación de indeterminación.
Pero volvamos a la arquitectura interna de este tema. Esta frase se puede dividir en varios motivos. El primero es el motivo que me voy a permitir denominar “de la comunión”.
En este sentido, la interrelación y las transformaciones de los motivos en Parsifal es muy sutil y puede pasar desapercibida. Es un rasgo que emparenta más a esta obra con Tristán e Isolda que con El anillo o Maestros cantores, que tienen unos motivos más claros y fáciles de detectar en el tejido sinfónico de la partitura. Por eso, etiquetar los motivos de Parsifal puede ser una labor ingrata e insatisfactoria, pero que aquí haremos para facilitar la comprensión del lector.
El segundo motivo que forma parte del Tema de la última cena es el Motivo de la herida (según la denominación del Libro de los motivos).
A modo de curiosidad, haremos notar el parecido entre este motivo de la herida y otro que aparece en El anillo del nibelungo, denominado por Deryck Cooke “El propósito de la espada” (segunda mitad).
Este motivo se puede escuchar, por ejemplo, en El oro del Rin, cuando Wotan bautiza la fortaleza, justo después de la primera aparición del tema de la espada, mientras canta las palabras: “sicher vor Bang’ und Grau’n”. Sin embargo, donde más coincide con el Motivo de la herida es cuando, en La walkyria, Siegmund dice en su monólogo del primer acto las palabras: “ich fänd es in höchster Not” (aquí interpretado por la trompa).
Por último, el tercer motivo del Tema de la última cena es el de la lanza.
Este motivo suele repetirse tanto con la cadencia que sigue a sus cuatro primeras notas, como sin ella.
Como ya hemos dicho, el preludio se inicia con el Tema de la última cena, la melodía sola, interpretada por los violines, los violonchelos, el primer fagot, el primer clarinete y el corno inglés.
A continuación, las maderas (flautas y clarinetes) siguen un compás diferente 6/4 con un ritmo de tresillos, mientras los violines y las violas empiezan un arpegio oscilante sobre el acorde de tónica (La bemol mayor), cuya nota inicial va ascendiendo en el orden de los grados del acorde: tónica, tercera y quinta.
Con ese acompañamiento, se repite la melodía del Tema de la última cena, esta vez en los violines, la primera trompeta y los oboes. Una vez la melodía llega a su final, tanto los arpegios de la cuerda como los tresillos en 6/4 de la madera van descendiendo hasta quedarse las violas y los clarinetes solas. Entonces las flautas solas vuelven a ascender y se mantienen en el acorde de tónica durante un compás.
La melodía del Tema de la última cena acababa en Do, que es la nota mediante de la tonalidad de La bemol mayor. Ahora se vuelve a exponer el Tema de la última cena, pero empezando a partir de esa nota mediante, Do. Así pues, en vez de estar en La bemol mayor/Do menor, sonará en Do menor/Mi menor.
La estructura que sigue es exactamente la misma: primero suena la melodía sola; después se oyen los tresillos de las maderas y los arpegios de la cuerda, y a continuación, sobre ese acompañamiento vuelve a ejecutarse el Tema de la última cena (ahora en la nueva tonalidad). Esta repetición termina también con las flautas ascendiendo hasta el acorde de la nueva tonalidad: Do menor.
Puesto que ahora se ejecuta una breve pausa en la partitura, que delimita lo que es la primera parte del preludio de Parsifal, es un buen momento para dar por terminado este artículo. El mes que viene continuaremos con la segunda parte.
Bibliografía:
- Das Buch der Motive (El libro de los motivos), volumen 2, Schott, Mainz, 1920. - Deryck Cooke, Der Ring des Nibelungen – An introduction, DECCA 443581-2.- Martin Gregor-Dellin, Richard Wagner, Alianza Editorial, Madrid, 1983. Traducción de Ángel-Fernando Mayo Antoñanzas. - Richard Wagner, Parsifal, Dover, Nueva York, 1986.- Monsalvat: the Parsifal homepage. http://home.c2i.net/monsalvat/indexns4.htm- Richard Wagner, Parsifal, traducción de Ángel-Fernando Mayo Antoñanzas, en el programa de mano del Teatro Real, Madrid, 2001. |
No hay comentarios:
Publicar un comentario