Con los años uno pierde un poco la capacidad de aprender y un alemán (del cual nunca recuerdo el nombre) hace que se olvide todo hecho reciente. Más el recuerdo antiguo se aviva y renace; los olores te recuerdan situaciones que viviste y con la remembranza se vienen a tu mente momentos ya olvidados…
ABUELA CON LAS GALAS DE LA ÉPOCA |
Por JotaDobleVe,
Rev. 31/07/2015.
Rev. 31/07/2015.
Quiero
dejar acá algunas historias, o ¿cuentos?, que narraba mi abuela
“Ernestina Contreras, viuda de Vegas” (como ella se firmaba). La abuela
Ernestina era una gocha (andina) de pelo en pecho, fue una de los siete
hermanos que sobrevivieron en la familia del carpintero de San Antonio
del Táchira.
Son situaciones muy regionalistas de una parte de Venezuela a finales del siglo XIX y principios del XX.
Verdades o fábulas que espero les diviertan:
1 - LA ABUELA SOLDADO:
Durante
la invasión al Táchira en 1901 por Rangel Garbiras con un ejército de
5.000 colombianos, Ernestina acompañó a las mujeres de San Antonio
quienes defendieron la frontera retrasando a los “Reinosos” (como
nombraban en la zona a los colombianos).
Fueron
pues las mujeres las primeras que salieron a defender la tierra patria
mientras esperaban a los soldados que venían desde San Cristóbal (a 40
Km de distancia) al final, entre todos lograron hacer retroceder a las
tropas colombianas y así terminó la invasión extranjera.
Nos
contaba la abuela que echó el plomo parejo; ella peleó en primera línea
usando un viejo “Máuser” de dos cargas y nos narraba que el viejo fusil
se le encasquillaba a cada momento. Nos explicaba que para que el
fuerte recule del máuser no la tumbara se afincaba a una hamaca tensada
bajo sus axilas y con el arma apoyada en una horqueta del árbol que le
servía de resguardo…
De
este episodio se conoce poco (o nada) y sería interesante que los
acuciosos sobre la historia, dejaran a un lado su complejo machista y
reivindicaran esa parte que jugaron las mujeres de aquella época de
alzamientos e invasiones, y como “troperas” detrás de sus hombres en las
campañas.
Colombia
era, para aquellas fechas, el refugio de muchos venezolanos patriotas
exiliados, pero también existían apátridas, como Rangel Garbiras el cual
pactó con el gobierno colombiano para invadir a Venezuela.
2 - ¡BARTOLO TRÁEME EL CAYUCO!
La
abuela estaba casada, su hombre “el Negro Vega” fue un guerrero
falconiano de los bravos, era todo un “hombre de a caballo”, quien
andaba tras el “cabito” Cipriano Castro desde la invasión del 1899
(Revolución Liberal Restauradora), formaba parte de aquel huracán
político que inaugura el siglo XX en Venezuela.
CORONEL CORNELIO VEGA(S) |
Las
familias gochas (andinas venezolanas) se conocían todas, ya que los de
La Mulera, Capacho Viejo y Nuevo, Quiquinea, San Antonio, San Cristóbal,
u otras poblaciones tachirenses, se ligaron por parentesco consanguíneo
o padrinazgos…
Parientes
y compadres fundaron y compartieron una época y un país por más de 30
años e hicieron de Venezuela su patrimonio; y en ella se protegieron
entre sí tal como lo hacían en las haciendas de las tierras que los
vieron nacer.
Mi
abuelo, el Coronel Cornelio Vega (quién luego cambia su apellido a
“Vegas”), narraba que él había ganado sus galones “jediendo pólvora, y
jalando machete”. Él tuvo buena relación con Cipriano Castro a quien
sirvió originalmente, más luego le fue fiel a J. V. Gómez hasta su
muerte.
Por
1908 y siendo el presidente del Estado Zulia José Ignacio Lares Baralt,
trasladan al abuelo Maracaibo a como jefe de una guarnición a la vera
del lago del mismo nombre. El Negro Vega como buen guerrero de la época
era aficionado a todo embotellado que contuviera más de treinta grados
de alcohol…
Detengo un momento la historia de la abuela para narrarles algo:
=== Por aquellos años (y hasta hoy) existía en el Zulia la leyenda de “BARTOLO Y EL CAYUCO” que básicamente era la siguiente: Había un patrón de cierta piragua (cayuco, láncheta) con un muchacho ayudante llamado “Bartolo”; de ella bajó una noche a tierra el patrón y al despedirse del muchacho le dijo que se mantuviera con el oído alerta para que cuando lo llamara y no le hiciera esperar con el cayuco. Horas después el patrón volvió a toda carrera con dos hombres persiguiéndolo quienes, como dos perros furiosos, le pisaben los talones y casi le pinchaban con sus machetes. ¡BARTOLO, BARTOLO, TRÁEME EL CAYUCO! rompió a gritar desesperadamente el patrón, pero a pesar del angustioso llamado cada vez más frecuente, el muchacho no le escuchaba, pues se había quedado dormido, y éste dormía como una piedra. Convencido de la inutilidad de sus gritos, acorralado entre el hierro y el agua, el patrón nadó lago adentro, y desapareció en las aguas. Su cadáver jamás apareció, pero su demanda de socorro “¡Bartoloooo!, ¡Bartoloooo!, tráeme el cayuco” resuena todavía en las noches oscuras y de viento por aquella parte del litoral lacustre, llenando de temor los corazones y haciendo aullar lastimeramente a los perros del vecindario. ===
No
sé si mi abuelo conociera o no la leyenda, pero un día, durante una
tormenta que hacía ulular al viento dentro del lago, éste se encontraba
libando un buen aguardiente y estaba bastante pasado de copas y al
escuchar el vociferar del viento le pregunta a uno de sus edecanes “¿qué
es eso?”...
Este
le contesta “es el patrón pidiéndole el cayuco a Bartolo”; Se queda
escuchando y mi abuelo, en medio de su borrachera, no tiene mejor
ocurrencia que mandar a tocar zafarrancho de combate, montar en su
corcel (él siempre usó mulas) y ordenar una carga de caballería al lago…
De más está decirles que fue una carga de un solo hombre, la cual
terminó con la tropa sacando medio ahogado al abuelo del y tratando de
sacar la mula de un endiablado barrial
La
mamadera de gallo (tomadura de pelo) acompaño a mi abuelo hasta el fin
de sus días. Por cierto el abuelo muere en batalla, por los alrededores
de Chaguaramas en el norte del Guárico, durante el segundo decenio del
1.900 durante una contienda contra soldados del entonces difunto Mocho
Hernández.
3 - EL FENÓMENO DEL CORONEL.
=== Antes de continuar estas historias quiero narrar otras cosas sobre el Zulia: de Maracaibo y sobre Eustoquio Gómez; este último primo de Juan Vicente Gómez y un sicótico asesino. Para el año 1908 Eustoquio estaba preso en “La Rotunda”(Cárcel caraqueña) cumpliendo una condena de 15 años por asesinato. Tras asumir Juan Vicente Gómez el poder después de la traición a Castro, es liberado y recibe el cargo de jefe del Castillo de San Carlos de la Barra en el Estado Zulia (una Tenebrosa prisión). El Castillo de San Carlos fungía como prisión para adversarios políticos. Los presos llevaban grillos y pesadas barras de metal en los pies. Eran sometidos a torturas y a una vida infrahumana. Al poco tiempo comienzan los abusos de este criminal quien montaba a los prisioneros en gabarras hundiéndolos luego al Golfo de Venezuela para que fuesen pasto de los tiburones. Eutoquio llegó a “vender” prisioneros; como mano de obra esclava, para la construcción del “Canal de Panamá” el infame trato dado a los prisioneros del castillo provocan un levantamiento general que lo obliga a este criminal refugiarse en Maracaibo (1909). ===
En
ese año de 1909 coincide el angelito de Eustoquio con mi abuelo en la
ciudad de Maracaibo y no sé por qué razón éste último hacía labores
policiales. Mi abuelo recibe la orden de recoger con la tropa a un grupo
de homosexuales en cierta zona de la ciudad donde parece que abundaban
para esa época. Los gay para aquellos tiempos no solo eran raros sino
muy escasos, no porque no los hubiese, sino que debido a la xenofobia
reinante debían esconder muy bien su condición. El “grupo” recogido no
fue mayor de una docena de individuos. La orden, recibida, era
entregárselos a la policía, pero uno de ellos le suplicó a mi abuelo que
lo salvara, gritaba que si lo hacía él le serviría en lo que quisiera.
Lo cierto fue que el abuelo lo asignó como ayudante del cocinero en el
cuartel, más porque el cocinero que tenía era malo que por otra cosa.
Me
contaba mi abuela que el resto de los detenidos los llevaron en gabarra
al centro del lago y los ahogaron por orden expresa de Eustoquio. Esto
último no he podido confirmarlo documentalmente, pero he aprendido a
confiar en las historias que de niño me contaba la abuela, por lo tanto
asumo que bien pudo haber sido cierto.
Al
dejar Maracaibo mis abuelos, y antes de nacer mi primera tía, se mudan a
Caracas, a la ya de moda parroquia de La Pastora (Torrero a Negro
Primero) y se traen a Caracas a su gay maracucho, quien con delantal de
bordados y luciendo un bigotico de la época hacía el servicio de adentro
en la casa de los abuelos (quienes son ya los “Vegas Contreras”).
Este
personaje sobreviviente de la masacre ordenada por Eustoquio Gómez fue
durante unos años una “atracción” ante los Generales y Coroneles
gomeros, “hombres de tabaco en la vejiga, machos machotes de pelo en
pecho”, ¡Joder!…
El
sale de la familia al mudarse esta a Cumaná antes de nacer mi tío, se
dice que se fue a las Antillas y nunca más se supo de él. Naturalmente
aquella fue una época donde la xenofobia era natural en el
comportamiento, y se puede decir que hasta obligatoria, y estoy seguro
que a muchos de los que vivimos en esta época la anterior narración nos
resulta incomprensible…
4 - MI TÍA GUAJIRA
Era
mi tía mayor… Mi abuela tuvo tres hijos y a “Felicia”, tres mujeres y
un varón… Mi tía “Lisvia” quien era muy blanca como la abuela (pelirroja
con tintes) a mi madre (Rosita) morena así como mi tío (Cornelio) estos
dos últimos salieron al “Negro Vega”, pero mi tía (Felicia) una india
guajira.
Entre
los cuatro conformaban la síntesis del venezolano: “Una raza de bronce,
níspero y cocuiza… de mazapán y de greda… una raza sin manchas laborada
sin prisas” como una vez dijo el poeta Manuel Vicente Magallanes.
Felicia
tenía un triste origen; contaba solo con cuatro o cinco años cuando mi
abuelo se la compró por 20 pesos macuquinos (unos 80 Bs) a unos tipos
que se la habían robado en la Guajira marabina. La niña gruñía, pateaba y
arañaba llena de desesperación cuando arriba a la casa; pero la
paciencia y el amor de una hermana de la abuela (la re-tía Angelina)
quien era maestra de primaria domaron a la fierecilla. Angelina le
enseña las primeras letras, y todo lo que era la educación rural de la
época.
Felicia
llegó a ser muy culta (autodidacta) y hablaba bastante bien el francés
que lo había aprendido de sus “hermanas” menores quienes habían
estudiado con las monjas del San José de Tarbes en Valencia…
Esta
niña representaba en cierta forma “la criada” algo normal en aquella
época, figura que sobrevive hasta bien entrados los años 50’s y
principios de los 60’s del siglo XX, niñas pobres regaladas o compradas
para que fungieran como esclavas de familias de clase media. Pero
Felicia en casa de la abuela asumió la figura de la “hermana mayor” y
ayudó a levantar a mi madre y a sus dos hermanos.
La
encuentro en mis primeros recuerdos por los 50’s… Por esos años (ya con
52 o 53 abriles) ella y su hijo convivieron con nosotros dado que había
enviudado recientemente y quería reordenar su vida… Yo la veía como la
figura que dominaba la familia era muy mandona y organizada todo lo de
la casa. Sobre todo porque mi madre como su hermana trabajaban, y mi tío
vivía con su familia en Maracay.
Cuando
nos mudamos a Los Teques desapareció de nuestra vista, y sólo la volví a
ver ya muy anciana, en una de mis idas a Maracaibo, había reorganizado
su vida en la región que la vio nacer… Fue muy poco antes de su muerte,
estaba enferma pero muy lúcida rodeada de nietos y bisnietos. No tenía
recuerdos de su familia original, me dijo que la única familia que tuvo
siempre fue la nuestra; y me contó que ella se enteró de su venta ya con
8 años de edad al hacer su primera comunión. Felicia murió pocos días
después.
Sé que este arrastre de lápiz a muchos no les guastará por lo regionalista pero quiero dejarlo plasmado pensando que tal vez mueva a algunos a investigar lo que acá narro y aclare la veracidad de lo acá mencionado, ya que no soy dueño de la autenticidad, sino como un Juglar del Medioevo solo repito lo escuchado…
Por JotaDobleVe,
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