Cuentos y alegorías |
Un cuento sobre Shiva y Parvati | |
Por Ana Isabel Neves | |
La Pareja Cósmica
En
la filosofía hindú, como en casi todas las grandes tradiciones
filosófico-religiosas, el Dios Uno Inmanente se desdobla en una
trinidad: la Trimurti. En el período prevédico encontramos una primera
trinidad –Nara, Nari y Viraj- que es oculta y no manifestada, una
abstracción pura, Procedente de ésta, encontramos otra trinidad –Agni,
Vayu y Surya- que es activa y es revelada como resultado de la creación.
La Trimurti 1, que comprende Brahma, “el Creador”, Vishnu, “el
Conservador”, y Shiva, “el Destructor y Regenerador”, pertenece a un
período posterior, siendo una adaptación de las dos primeras,
cristalizada en la forma de dogmas humanos. Estos tres Dioses encarnan
tres fuerzas fundamentales, designadas como los gunas: Rajas, Sattva y
Tamas. “Sattva es el guna –la cualidad- de Vishnu, la fuerza de cohesión
interna, la luz de la consciencia. Tamas es el guna de Shiva, la fuerza
de la dispersión, de la desintegración, la oscuridad de la cual el
Universo emana y en la cual se funde. Sattva y Tamas permanecerían para
siempre en su inercia respectiva si Rajas, la fuerza dinámica, no
surgiese de la tensión creada entre ellas, a fin de desencadenar el
proceso activo de la creación, la obra de Brama. Sin la energía de
Rajas, no existiría sino el estado de sueño profundo, de sueño sin
sueños, en el cual Shiva permanece, inmerso en la existencia pura” 2.
En
la mitología hindú, Shiva, cuyo nombre significa “el Benéfico”, ocupa
un lugar destacado, y está considerado como un Dios de primer orden.
Está asociado a las cualidades de Voluntad y Poder en el 1º Aspecto (1º
Logos); se encuentra en el origen de la creación, cuando todo es aún
germen invisible, y está igualmente en el final de la desintegración,
cuando todo regresa al No-Manifestado.
Shiva
y su consorte Parvati representan la dualidad del Universo Manifestado:
Espíritu y Materia, Purusha y Prakriti. La tradición 3 cuenta que:
El
Cosmos giraba en torno a al Monte Mandara, y en su pico se encontraba
Shiva, en serena meditación, desligado del mundo, transcendiendo a
samsara 4.
Brama,
el Dios Creador, se dirigió a Vishnu, el Salvador Cósmico, y le
preguntó: “Si todas las criaturas sobre la tierra renunciaran al mundo
como Shiva, el Universo cesará de existir. ¿Qué podría hacerse para
evitarlo?”
Vishnu respondió: “Tenemos que conseguir una mujer que le traiga de vuelta al mund. Para que la sociedad sobreviva, moksha –la liberación espiritual- deberá de ser complementada con el cumplimiento del dharma, el deber material. La senda de la renuncia, el yoga, deberá de ser compensada con el compromiso con la existencia, bhoga. Juntos, Shiva y su consorte habrán de generar el camino de en medio, aquél entre la participación y la renuncia”. Brama estuvo de acuerdo.
De
repente, el antagonismo entre Brama se volvió claro para los dioses:
Brama era rajásico, activo y energético, mientras que Shiva era
tamásico, “pasivo” e “inerte”. Lo que Brama creaba, Shiva lo destruía;
lo que Shiva destruía , Brama lo recreaba. Ambos justificaban la
existencia del otro. Entre Shiva y Brama se encontraba Vishnu,
totalmente sátvico, intentando crear constantemente crear un equilibrio
entre el Creador y el Destructor.
“Pero ¿donde podemos encontrar una mujer que se equipare a Shiva en espíritu y fuerza?” exclamó Brahma.
“Yo ya encontré una, la propia Diosa-Madre”, respondió Vishnu. “Sí, sí. ¿Quién mejor que ella, la personificación de prakriti?. Pero ¿ella aceptará?” “Ella ya ha aceptado...mira, ya ha encarnado como Shakti, la hija más reciente de Daksha.”
“¿Cómo
puedo yo casarme con ella si yo he renunciado al mundo?”, gritó Shiva
ciando Vishnu le planteó la cuestión. Pero él no fue capaz de ignorar la
intensidad del amor de Shakti.
“¿Por qué te quieres casar conmigo?”, preguntó Shiva a Shakti.
“Porque yo estoy incompleta sin ti y tú estás incompleto sin mí.” “Pero yo no tengo nada que ofrecerte.” “Yo no pido nada aparte de ti.”
La
determinación de Shakti impresionó a Shiva, que la aceptó como su
consorte. Brama y Vishnu contentaron a Dakha, el padre de Shakti y
guardián de la civilización, al cual no le gustaba Shiva, pues éste era
un eremita que no vivía de acuerdo con las leyes de la civilización. Un
día Daksha tomo la determinación de realizar un prodigioso sacrificio,
para el cual sería invitada toda la creación, excepto Shiva y Shakti. A
pesar de que Shiva intentó convencer a Shakti para que desistiera de ir,
ésta fue hasta la casa de su padre. Cuando ella llegó, junto al fuego
sagrado estaban sabios, dioses y diosas, pero ninguno se levantó para
recibirla; hasta su mismo padre no se mostró particularmente feliz al
verla. De repente, todo quedó claro: Shakti se dió cuenta de que el
sacrificio era un elaborado ritual con el objetivo de denigrar a su
Señor. La humillación fue tan grande que la muerte pareció la mejor
alternativa posible. La noticia de la muerte de Shakti dejó a Shiva
destrozado y, entonces, cayó en el dolor. El Dios experimentó la
angustia de la separación y de la soledad y se aisló en las cavernas
heladas de los Himalayas.
La
Diosa Madre, encarnación de toda la Materia, nunca es estable, está
constantemente en un estado de movimiento. Su muerte fue apenas una
transformación. Shakti volvería bajo otra forma. Los Dioses lo sabían y
Shiva también...
En
los Himalayas había un rey llamado Hivaman, casado con la reina Mena,
que tenía una hija bellísima llamada Parvati o Uma, hija de las
montañas. Parvati era Shakti reencarnada, y estaba decidida a
reconquistar a su amado. Y así fue...Delante del fuego sagrado, Shiva y
Parvati procedieron al ritual que los consagró marido y mujer y los
volvió las dos partes del Todo. Los dos se completaban perfectamente,
existiendo entre ellos una perfecta armonía, Parvati era la alumna
perfecta y Shiva el profesor perfecto. A través de las sagradas
conversaciones entre ellos, fueron revelados los secretos de los Vedas,
el esplendor de los Sastras 5, y el mundo se enriqueció. El Cosmos se
llenó de júbilo.
Con
Parvati a su lado, Shiva hizo una declaración al mundo: “Que se sepa,
ninguna adoración o sacrificio será aceptada por los dioses mientras un
hombre no tenga una esposa a su lado. Aquél que se aparte de las
alegrías y de las tristezas de la vida, en ves de tratar con ellas, es
un tonto, pues está huyendo de la Verdad. Aquél que es obcecado por los
placeres y por los dolores de la vida, incapaz de ver la serenidad por
detrás de ella, es un tonto, pues él también está huyendo de la Verdad.”
Ambos dijeron:
“La verdad se encuentra en la armonía entre el espíritu y la materia, entre el cuerpo, la mente y el alma, entre lo individual y lo social, entre la sociedad y la naturaleza, entre Purusha y Prakriti.”
Ana Isabel Neves
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